La salida de la crisis española según el Génesis

La salida de la crisis española según el Génesis

Si hemos de creer las declaraciones del Gobierno español y las del partido que le apoya, todo va bien. La economía española es un fenómeno que se estudia en las mejores universidades del mundo, y en las peores también. "Hemos salido de la crisis", nos dicen una y otra vez, y las que hagan falta hasta que cuele.

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Si hemos de creer las declaraciones del Gobierno español y las del partido y la consultoría de estrategia y marketing que le apoya, todo va bien. La economía española es un fenómeno que se estudia en las mejores universidades del mundo, y en las peores también, supongo. Vírgenes condecoradas por el beato ministro de Interior aparte, hasta podría hablarse "técnicamente", de milagro. Exprimiendo la hermenéutica.

"Hemos salido de la crisis", nos dicen una y otra vez, y las que hagan falta hasta que cuele. "Volvemos a crear empleo como en los mejores tiempos", repiten incansables propagandistas y pecadores. "Baja el número de apuntados al paro"; natural, unos mueren en el intento, otros se aburren, y otros sencillamente se van.

Claro, la calidad es otra cosa, que debe ser materia reservada: es un efecto colateral que ni se cita. Se sale presuntamente de la crisis, unos más que otros, que son los más; nos inunda el turismo... pero se agota la hucha de las pensiones. Tan mal sigue estando el panorama que los hispanoamericanos desesperados ya ni siquiera se enrolan en el ejército español.

"Hace falta un gobierno serio que siga con las reformas", repite Mariano Rajoy, a la vez que Bruselas recuerda que no le puso un multazo ni cayó con todo su equipo por incumplidor y tramposo, pero que en dos años hay que hacer otro ajuste de 10.000 millones de euros.

Tan mal sigue estando el panorama que los hispanoamericanos desesperados ya ni siquiera se enrolan en el ejército español.

Hasta el ministro Soria, que Dios guarde (a buen recaudo), sacaba pecho presumiendo de las estadísticas turísticas. Pero no le daba las gracias al crudo invierno europeo ni al drama de los refugiados que se mezcló en Grecia con unos ajustes de una magnitud tal que ese destino perdió el atractivo. Ni se tenía en cuenta la ayuda de los golpistas egipcios y de sus enemigos, los Hermanos Musulmanes; ni los coletazos de la Primavera Árabe; ni el zika, en competidores como Brasil y el Caribe ...

O sea, que por fin acabó un ciclo de desatinos y desgracias y comienza otro con música de fondo de aquella canción de entreguerras, Tout va très bien, madame la Marquise. Su mundo se desplomaba, en París se enteraba por un mayordomo fiel de que se habían incendiado las cuadras y de que había muerto su yegua preferida porque antes se había incendiado el castillo, y de que había perecido el señor marqués... Pero, nada, pequeñeces, no se preocupe señora baronesa, "tout va très bien", todo va bien.

Algunos, que tenían la obligación de ver el comienzo del ciclo de la crisis y de dejar de echar gasolina al incendio, no lo hicieron. Luis de Guindos, además de haber sido, con el inefable Montoro, secretario de Estado con Aznar cuando comenzaron la burbuja destructora, estuvo en el centro de mando de la gran culpable de la gran crisis económica mundial. Fue ejecutivo europeo de Lehman Brothers.

Esa compañía de EEUU innovó la banca inventando asombrosos productos tóxicos que infectaron a todo el sistema. Así y todo, numerosos de sus exejecutivos influyen o gobiernan ahora la economía de muchos países. La medicina que prescriben varía entre la homeopatía o el "sana, sana, culito de rana; si no sanas hoy, sanarás mañana".

Luis de Guindos estuvo en el centro de mando del gran culpable de la crisis económica. Fue ejecutivo europeo de Lehman Brothers.

Que el ciclo maligno desastroso cambiaría de dirección entre 2015 y 2016 ya se sabía en 2008. Me lo confesó ese año un alto ejecutivo de El Corte Inglés y lo publiqué en su día en La Provincia. "Esto va para largo, no va a terminar tan pronto como están diciendo, quizás en 2016 o en 2017", aventuró. Comentó que la casa ya preparaba un plan de contingencia y medidas destinadas a mejorar y a buscar una oportunidad en la calamidad.

En Canarias hay mucha experiencia con las crisis cíclicas, ya que es una probeta atlántica. Pero, de ellas, pocas veces han aprendido los que debieran aprender. La historia recuerda los casos de la vid, la caña de azúcar, la cochinilla, el plátano... Otro monocultivo, el turismo, estuvo durante casi medio siglo teniendo crisis en solitario o en compañía del petróleo.

La teoría de ciclos extra-académica tiene unos 3.000 años de antigüedad; no la ha descubierto Aznar, ni el tándem Guindos-Montoro, ni Rodrigo Rato... En el Génesis (41; 17-32) se cuenta el sueño del faraón de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas:

José, un esclavo hebreo que ya se había hecho famoso en palacio por la interpretación de sueños, lo clavó: se trata, le dijo al rey de Egipto, de que habrá siete años de abundancia, a los que seguirán siete años de escasez. Pero no solo se limitó a la interpretación, sino que propuso una acertada hoja de ruta que, en esencia, destilaba keynesianismo 3.000 años antes, más o menos, de que naciera Keynes: aconsejó que se exigiera un quinto de la producción de la tierra en los siete años de abundancia y que el grano se almacenara en las ciudades para alimento, bajo la autoridad del faraón, como una reserva para el país durante los siete años de hambre...

Viendo a los demás países de la Europa actual, a EEUU y a Canadá, se observa que todos han atravesado el ciclón financiero pero no todos han tardado lo mismo ni han salido igual. En España se ha comenzado a salir cuando tocaba, pero el estado del bienestar se encuentra en ruinas y a la clase media la han convertido en descreída: no se ha trabajado por el interés general sino que, como tantas otras veces prerevolucionarias en la historia, los de abajo y el del medio han pagado los privilegios de los de arriba.

En fin, qué remedio que recordar a Giovanni Papini, autor de éxito en mi juventud: "Todo el talento de ciertos hombres se reduce al arte de hacer creer que poseen todos aquellos talentos que no tienen". Me lo dijo un profesor del colegio que sabía de lo que hablaba.