Goya aún no rima con vagina

Goya aún no rima con vagina

Imagno/Getty Images

En el verano del 2003 era una adolescente con daddy issues que pasaba las tardes intentando saber más de música que nadie y disfrutando del humor surrealista de La Hora Chanante. Yo no tenía ni idea de lo que significaba sexismo entonces, y las injusticias del mundo las medía en la cantidad de horas que estaba dispuesta a pasar en mi habitación sin hablar con nadie para denunciarlas.

Puede que por eso pasase por alto todos los chistes misóginos de El Payaso o que aquel 'Hijo de puta', hay que decirlo más, era en verdad un retorcido homenaje a Treat Your Mother Right. He crecido creyendo que era una gran fan de Ernesto Sevilla y Joaquín Reyes. Hasta ayer, claro.

Goya aún no rima con vagina, y eso quisieron dejarlo bien claro la pareja de humoristas que ayer presentó los premios. Sin embargo, no creo que el nivel de sus chistes (de vómitos y rimas con polla) fuese casualmente malo, sino que fue el resultado de un humor y una gala que se hicieron viejas a la luz la revolución de las mujeres.

Igualmente, me encantan los grandes eventos como los premios Goya. Estaba claro que ayer había apuestas por las mujeres, y con razón, las anteriores batallas culturales habían parido la posibilidad de enviar Lo Malo, un trap latino feminista, a Eurovisión; y la de que Oprah fuese la siguiente presidenta de EEUU. ¿Qué capacidad tenían las mujeres de la industria del cine español de ofrecernos un espectáculo feminista? Pues desgraciadamente, poca.

Está claro que más que nunca, reivindicarse mujer, vende

Hay que reconocerles que el contexto no era fácil. En primer lugar si algo diferencia en líneas generales el cine de Hollywood del cine europeo ( con matices, distancias, y algo de ironía simplona, entiendaseme bien) es la medida del éxito: la taquilla para el primero; la capacidad de que un filme pase a la historia como una obra de arte para el segundo. Hollywood tuvo claro que esta vez había que parecer feministas, incluso serlo. Está claro que más que nunca, reivindicarse mujer, vende; y si no, que se lo pregunten a Amancio Ortega. En España somos muy europeos, claro. Es el año de las mujeres, y tenía que haber más mujeres en la gala, pero oye, el arte es el arte, no se pongan ustedes pesadas, que la Academia poca culpa tiene de que no haya más mujeres en el cine.

En este mismo contexto de incuestionabilidad del arte, pudimos leer las reacciones de todos nuestros señores intelectuales a las recientes polémicas sobre la censura en algunos Museos y redes sociales de imágenes y obras en los que aparecen mujeres desnudas. Se quejaba Soto Ivars estos días de que su opinión de mierda (por fin estamos de acuerdo en algo) importaba más que el prerrafaelismo; criticando la decisión de la directora de la Galería de Arte de Manchester, Clare Gannaway, de retirar el cuadro de John William, 'Hylas y las ninfas' por cosificar el cuerpo de la mujer.

Lo mismo Facebook y 'El origen del mundo' de Coubert, alegando el magnate de las redes sociales que en sus dominios, la divulgación de la desnudez ni siquiera está permitida con fines educativos. Parece que ahora que tan cerca estábamos de romper los techos de cristal, nos hemos encontrado con otra dimensión que no contábamos. Al fin y al cabo, qué importa la opinión de mierda de millones de nosotras en comparación con lo que vale un cuadro del siglo XIX, ¿no? Pues, eso, no importa. ¿Qué culpa tiene el arte de siglos y siglos de patriarcado?

No crean ustedes que voy a ser tan ingenua, el problema se las trae, parece que libertad de expresión y feminismo pudieran estar enfrentadas. El feminismo que nos ha dado los gestos más liberadores, nos sorprende ahora con algunos más puritanos. En este contexto, yo no me resisto a pensar, que sin tetas no hay feminismo. Pero y en el arte, ¿puede haber arte sin tetas? ¿Debe el arte correr los riesgos de la política? ¿Puede ser ajeno a la revolución de las mujeres? ¿Vamos las feministas a dejar que se haga cualquier arte con las mujeres? Si queremos dar libertad de expresión para hacer cualquier obra, incluso para valorar una obra más allá de su autor, ¿No estamos dispuestos a darle esa misma libertad a las feministas de criticar todo lo anterior? ¿Y a Facebook? ¿Son unas tetas pintadas al óleo como las del cuadro de las ninfas algo censurable? ¿Son censurables las tetas en algún contexto en el 2018? ¿Y en el humor?

Mientras no tengamos humoristas que consigan hacer rimar Goya y vagina, propongo que defendamos las tetas

En los Goya, Eneko Sagadoy, merecido premio al mejor actor revelación, agradecía al equipo de su película que hubiese sabido con ella preguntar, mirar y escuchar. No me digan si ésta no es una buena definición del arte. Arte, sin duda, es Estiu 1993 preguntándose por el sentido mismo de la vida, pero ¿no lo son las reacciones de los visitantes colgadas en post it en la pared que ocupaba el cuadro de las Ninfas en Manchester? ¿Existe entonces un preguntar ( un mirar, un decir) que no corresponde al arte y otro que sí? Decía el sabio de Santi Alba Rico en su último texto, Los peligros del Arte, que a éste le corresponde precisamente ser ese lugar dónde se pueden correr los riesgos. Quizás la paradoja sea que, aunque siempre hayan significado libertad, ni el humor, ni el arte son hechos libremente a día de hoy.

Esta es la época en la que nos ha tocado a las mujeres ponernos en el centro, y puede que esto constituya un verdadero peligro para feminismo. Pero mientras no tengamos humoristas que consigan hacer rimar Goya y vagina, propongo que defendamos las tetas; porque puede que si no lo hacemos, nos perdamos por el camino a nosotras mismas y todo aquello por lo que antes lucharon otras. Propongo que hacer feminismo sea defender la libertad.

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