Does Pokemon really go?

Does Pokemon really go?

Si Pokemon Go, su éxito, nos está hablando de una sociedad con una necesidad de entretenimiento fácil y enganche, con características obsesivas compulsivas, con afán coleccionista, con una necesidad de evasión de la realidad real sin precedentes, si todo esto fuera cierto, nos quedaría saber por qué, cómo es posible que en sociedades ricas no, riquísimas, se muestren estos comportamientos.

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Foto: Jeff Christensen/Reuters

Cazando Pokemons, Ama se cae en un hoyo y se fractura el quinto metatarsiano. Eso, en Estados Unidos. Acabo de volver de Francia, país por el que he realizado un delicioso viaje, solamente alterado por el continuo parloteo sobre uno de sus compatriotas, Roman Pierre, que se introdujo indebidamente en una base militar en Indonesia. Cazando Pokemons también, claro. Sonny Truyen, un expatriado australiano, acaba de ser licenciado de la empresa de la que era (ni más ni menos) que su vicepresidente, al no poderse resistir a escribir el siguiente simpático post:

"You can't fucking catch Pokemon in this piece of fucking shit country." (Sic).

Lo que en español vendría a ser, más o menos:

"Joder, no se puede cazar ni un puto Pokemon en esta puta mierda de país".

Bastante nice; sí. El país era, a la sazón, Singapur. Naturalmente, el CEO de la empresa para la que trabajaba Truyen, un tal Darius Cheng, salió inmediatamente a las redes sociales para pedir perdón, sí, a todo el país, por el "incidente".

Si a alguien le cabe alguna duda sobre las características del, digamos, fenómeno social de la caza de Pokemons, le invito a que vea este vídeo en el que una multitud paraliza literalmente Central Park (NY, USA) porque Vaporeon, una de las formas evolucionadas de Eevee (sí, un Pokemon) hacía aparición el 15 de julio de este año en aquel lugar del mundo, a las 11 de la noche. Lo mejor, como siempre, los comentarios de la gente: "No puedo ni imaginar lo que habría pasado si en lugar de Vaporeon, hubiera aparecido Mewtwo" (otro Pokemon). Espectacular.

Tras la descripción, el análisis. Para la francesa Zero-Hebdo, "el mundo está lleno de tarados". Oliver Stone acaba de decir, por su parte, que Pokemon Go no es más que una nueva forma de totalitarismo. A pesar de ello, merece la pena leer con algún detenimiento su post:

"(...) You'll see a new form of, frankly, a robot society, where they will know how you want to behave and they will make the mockup that matches how you behave, and lead you into another form of behavior (...)". Lo que en español viene a querer decir que sistemas como Pokemon Go no sólo replican la conducta de la gente, sino que más allá de ello, la transforman.

Abundan sin embargo los comentarios positivos sobre el juego. Muchas celebrities van por ahí cazando Pokemons: entre otras, el jugador de fútbol del Barça Sergi Roberto, el DJ Steve Aoki o la cantante Demi Lovato. También hay detractores: Beyoncé y Rihana han pedido a sus fans que dejen de cazar Pokemons en sus conciertos y se centren en lo que se tienen que centrar, en el espectáculo.

Algunos datos pueden ilustrarnos algo más sobre el fenómeno Pokemon Go. Según Survey Monkey Intelligence (una empresa basada en Palo Alto, CAL, que se dedica precisamente a analizar datos de mercado de aplicaciones de móviles), hay más mujeres que hombres que juegan a Pokemon Go; el 46% de los usuarios (es decir, la mayoría) están en una franja de edad de entre 18 y 29 años; y el jugador medio tiene unos ingresos de entorno a los 90.000 dólares. Sin embargo, estos datos han sido cuestionados por Niantic Labs, la empresa creadora de Pokemon Go: "Me sorprendería que esos datos fueran ciertos", ha señalado John Hanke (el creador de Pokemon Go).

Lo que despierta más interés en relación con Pokemon Go no es tanto que la aplicación haya sido descargada por más gente que el propio Tinder (la app de contactos), sino lo que dice de la gente, lo que este fenómeno nos está diciendo sobre cómo somos y cuál es nuestra conducta, individual y colectiva. La clave está, en otras palabras, en un pasaje de Ex Machina, el excelente film de Alexander Garland. Hay un punto en el que uno de los protagonistas, un excéntrico geek, le dice a su aprendiz: "Lo que no supieron ver los demás fue que lo importante no es lo que la gente dice a través de las redes sociales, sino lo que expresan sobre cómo somos". El cómo, no el qué.

No creo que Pokemon Go, Facebook, Twitter, Tinder etc., hayan generado comportamientos allí donde no existían, pero sí que creo que los han reforzado.

Es evidente, para empezar, que Pokemon Go gusta porque divierte y entretiene a la gente. Es un entretenimiento sencillo y casual, que no necesita demasiado. Sobre por qué la gente tiene una tendencia cada vez más marcada a un tipo de entretenimiento cada vez más infantilizado habría mucho que decir. Añadiría: no solamente se trata de divertir de manera sencilla, sino de hacer evadir a la gente. Ahora bien, se trata de un tipo de evasión que es muy peculiar: es una evasión adictiva. El siguiente paso en mi hipótesis es éste: no podríamos entender Pokemon Go fuera del contexto de la explosión de las redes sociales en el que vivimos. El éxito de Pokemon Go no habría sido posible sin el éxito de Facebook, Twitter, Tinder, etc. Sí, efectivamente, lo han adivinado: todas ellas son formas de entretenimiento similares: muy adictivas. Ya existen de hecho tratamientos de desintoxicación de Pokemon Go, y no me extrañaría que también los hubiera para todos los demás (y no sólo Tinder).

¿Qué nos dice todo esto sobre cómo somos? Tengo amigos en Facebook que me dan los buenos días, las buenas tardes y las buenas noches a través de esta red social. Una concretamente cambia su foto de perfil cada dos o tres horas. Cuando me da un like, no la reconozco, salvo por el nombre. Otra amiga nos pone una foto de un plato recién cocinado al lado de una copa de vino tinto. "¿Has seguido la receta al pie de la letra?", le dice su hermana. Conozco a la perfección las vacaciones de muchos de mis amigos de Facebook, sus modelos de bañador y de gafas de sol, y por supuesto, sus hijos, novias, amantes, amigos y enemigos. Muchos de ellos juegan a Pokemon Go.

La mejor anécdota que me han contado recientemente sobre este tema es la siguiente. Una amiga se va a tomar una pint en un pub de Oxford. Cuando está en la barra, se le acerca un hombre, más o menos de su entorno de edad, unos 35 años. Una pinta, dos pintas, tres pintas...y entran en materia. El joven le pregunta a mi amiga en qué redes sociales de contactos está. Ella le dice que en ninguna: "¿En ninguna", dice él? "En ninguna", dice ella". Siguen charlando. Tras un rato, ella se va un momento al baño. A la vuelta, nuestro hombre ha desaparecido. Ni qué decir tiene, mi amiga es joven, inteligente y atractiva.

Sigo con mi hipótesis. Me pregunto si en ese perfil que se está trazando sobre los usuarios de Pokemon Go, algún día se terminarán de completar los rasgos psicológicos de sus más fervientes fans. Hasta que tengamos esos datos, me permito aventurarlos: se trata de una personalidad con rasgos obsesivos-compulsivos, con tendencia al enganche y con afán coleccionista. Todos tenemos esos rasgos en nuestra personalidad, en mayor o menor medida, pero seguro que Pokemon Go se ceba con aquellas personas que los tienen más pronunciados. Es decir, a diferencia de Stone, no creo que Pokemon Go, Facebook, Twitter, Tinder etc., hayan generado comportamientos allí donde no existían; pero sí que creo que los han reforzado.

Érase una vez un obsesivo-compulsivo (o una, según nos dicen los pocos datos que hay sobre el juego) que empezó a jugar a Pokemon Go y, como resultado, se hizo más obsesivo compulsivo. Se trata, más bien, del cierre de un círculo, de algo que ya existía y se acentúa.

Y entonces, la gran pregunta: si Pokemon Go, su éxito, nos está hablando de una sociedad con esos rasgos psicológicos, con una necesidad de entretenimiento fácil y enganche, con características obsesivas compulsivas, con afán coleccionista, con una necesidad de evasión de la realidad real sin precedentes, si todo esto fuera cierto, nos quedaría saber por qué, cómo es posible que en sociedades ricas no, riquísimas, afluentes, se muestren estos comportamientos. Y, segundo, y quizá más importante, si ese tipo de comportamientos merecen ser reforzados, simplemente los dejamos estar, o hacemos algo al respecto.