'Eco y Narciso', o a Calderón no le gustan los 'selfies'

'Eco y Narciso', o a Calderón no le gustan los 'selfies'

Escena de Eco y Narciso - Festival de AlmagroJ. Alberto Puertas

Eco y Narciso es la obra de Calderón que Miseria y Hambre Producciones estrenó en el Festival de Almagro este verano y que luego han programado los festivales de Olmedo y de Alcántara (hasta donde me acerqué a verla). Una obra poco conocida y poco representada por ser considerada irrepresentable por gran parte de la profesión. Condición que esta joven compañía se tomó como un reto que ha conseguido superar acortando el texto, para llevarlo a una duración más adecuada a los tiempos que corren, y recurriendo a la música y a unas más que bonitas proyecciones de realidad aumentada, magnífico ejemplo de cómo la tecnología puede sumar y potenciar un espectáculo.

Obra que falla en el decir del verso. Unas maneras y unas formas tradicionales que dificultan la comprensión de lo que se dice y, sobre todo, para qué se dice, aunque gustará a todos aquellos, que son muchos, que hayan sido educados en esta forma de decir que poco o nada dice porque les sonará a poesía. Un decir que también dificulta la acción de los actores en escena. Una lucha entre el decir y el hacer que a veces parece titánica. Un conflicto que se hace más evidente cuando el verso se canta, cuando se introduce la música de Irma Catalina Álvarez y se cambia el decir por el cantar. Entonces, las palabras de esta obra se hacen claras, se comprenden, se entiende el sentimiento, la intención y la acción fluye.

Tocando un clásico - Trailer de la música de 'Eco y Narciso' de Miseria y Hambre Producciones

Ese contraste entre el decir y el hacer y, tal vez, la reducción del texto, son los que impiden ir más allá de la historia que se cuenta en escena. Dos jóvenes se atraen. Se gustan. Pero él, Narciso, rechaza ese amor porque su madre le ha contado una profecía que ha hecho el vidente de Tiresias en la que se anunciaba que moriría cuando se viese reflejado, un reflejo que él encuentra en la correspondencia amorosa de Eco. Ella, tan deseada por todos, a la que nunca le faltaron pretendientes, desesperará y huirá para que no la vean rechazada. Y Narciso, asustado por el amor, algo que ni entiende ni comprende, huirá de ella, descubriendo en su huida al ser más atractivo que hubiese visto nunca, a alguien que no puede dejar de querer ni de (ad)mirar. Él mismo reflejado en el agua por primera vez. Antes, su madre le ha mantenido 18 años alejado del mundo y de cualquier reflejo de sí mismo para protegerlo de la profecía. Así que cuando se ve reflejado en el agua, no se (re)conoce y se ensimisma.

Un ensimismamiento que le impide mirar, entender y apreciar el mundo que tiene a su alrededor, esa Arcadia maravillosa y fantástica que le rodea. Que le impide descubrir al otro y disfrutar de su compañía como le aconseja el buen criado Bato (nombre que suena tan parecido al del extático Baco). La carabina que le pone su madre para evitar que Narciso se pierda en el mundo, ya que no puede impedir que se aventure en el con ese ansia que tienen los jóvenes de conocer.

Sí, a pesar de que parezcan temas muy actuales, todos ellos están enunciados en la propuesta, porque de alguna manera se dejan escuchar en los versos de Calderón, a pesar de cómo se dicen, y en el mito del que proceden. Temas bien arropados tecnológicamente, como ya se ha dicho, que a veces dan lugar a imágenes que recuerdan a las mejores películas de Disney, con sus guapos príncipes y princesas, con sus malvados y sus personajes cómicos en un mundo ideal y que si esta factoría norteamericana no se atreve a convertir esta obra en película es, seguramente, por su final.

Un final descorazonador. Aviso a sociedades como las nuestras, compuestas de narcisistas ensimismados mirándose en su Facebook o su Instagram. En el que el amor que no sea a uno mismo, asusta. El vivir en el mundo real antes que en el virtual, asusta. Abocados a dejar tras de sí nada, si acaso un eco de lo que son. La repetición infinita del último selfie, de la última palabra de una frase, de un verso. "Verso. Verso. Verso." Mientras se olvidan de estar con sus semejantes y amarlos. "Arlos. Arlos. Arlos."

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Como el dramaturgo Anton Chejov, me dedico al teatro y a la medicina. Al teatro porque hago crítica teatral para El HuffPost, la Revista Actores&Actrices, The Theater Times, de ópera, danza y música escénica para Sulponticello, Frontera D y en mi página de FB: El teatro, la crítica y el espectador. Además, hago entrevistas a mujeres del teatro para la revista Woman's Soul y participo en los ranking teatrales de la revista Godot y de Tragycom. Como médico me dedico a la Medicina del Trabajo y a la Prevención de Riesgos Laborales. Aunque como curioso, todo me interesa.