¿Puedes comprar tiritas?

¿Puedes comprar tiritas?

El acceso a los medicamentos no puede ser un lujo al alcance de unos pocos. Ya no se limita a unas cuantas enfermedades tropicales y a los países empobrecidos. Se ha convertido en un problema de escala global que afecta tanto a Uganda como a Grecia, Estados Unidos o España.

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Foto: Getty Images.

Te han llamado por teléfono, hace frío, es de noche, invierno, diciembre. Tu compañero te ha pedido que le consigas algo para una reacción alérgica que le ha salido inesperadamente y, apretándote bien tu abrigo cuando acabas de cenar con tus amigas, sales en busca de una farmacia de guardia que esté abierta y te venda lo que necesitas.

De camino observas un cartel publicitario "Compra esto" y reflexionas sobre la sociedad de consumo en la que vivimos. Vas andando y aunque recorres calles de los distritos Retiro y Salamanca de Madrid, barrios nobles de la ciudad, en alguna sucursal bancaria observas a gente durmiendo, menos mal que los bancos además de desahuciar a la gente de sus casas en este país, a veces sirven de guarida.

Ya no te acuerdas de cuándo derechos como la sanidad y la educación pública se convirtieron en papel mojado. Los pilares del famoso Estado del bienestar, que se ha convertido en los cimientos en ruinas de esta Europa del siglo XXI. El sueño de una vida mejor quebrado para tantos, el anhelo de una buena vida roto para todos.

Ya lo leías en la Universidad cuando estudiabas Sociología, algunos autores justificaban esa división social como algo inherente al sistema. Aunque en lo teórico y en lo práctico ese pensamiento te subleva, aquí estás, sabiendo que tú también encarnas esa desigualdad, y que con los euros que llevas en tu bolsillo podrás comprar en la farmacia (espejo de uno de los negocios actuales más lucrativos y crueles) el tratamiento que necesitas. Algo que no resulta tan evidente para quienes viven en la calle de atrás, cerca y lejos de tu casa.

Podrían ser tiritas, como triste reflejo de aquello que necesitamos para curar este sistema enfermo, este modelo roto que no es sano. No lo es si no garantiza derechos para todas. No lo es si no permite el acceso a la sanidad y a los medicamentos en igualdad de condiciones. No lo es si solo investiga en enfermedades rentables, si no socializa los costes de la ciencia y privatiza los beneficios. No lo es si impera la falta de transparencia en todo el sistema de investigación y desarrollo de medicamentos. No, este sistema no es sano.

Resulta obsceno que suban los precios de los medicamentos amenazando la sostenibilidad de los sistemas de salud y obstaculizando el acceso de las poblaciones más vulnerables a tratamientos para enfermedades como el cáncer y la hepatitis C. El problema del acceso a los medicamentos ya no se limita a unas cuantas enfermedades tropicales y a los países empobrecidos. Se ha convertido en un problema de escala global que afecta tanto a Uganda como a Grecia, Estados Unidos o España.

El acceso a los medicamentos no puede ser un lujo al alcance de unos pocos. Tenemos que construir un sistema de investigación médica eficiente, sostenible y que garantice el derecho universal a la salud y el acceso a los medicamento.

Vivimos en un mundo contradictorio. Bajan los salarios de la mayoría mientras aumentan los ingresos de los más ricos del planeta y lo básico (vivienda, comida o medicamentos) se convierte en un lujo para quienes luchan por llegar a fin de mes.

Cunde el pesimismo porque cada vez son más los que se quedan fuera, al otro lado del muro (imaginario o no) de los derechos. Pero a pesar de que alguien como Trump ha podido llegar a presidente en uno de los países más poderosos del mundo, aún queda esperanza, de que no sea un tipo racista y misógino quien gobierne nuestras vidas y el planeta entero.

Todo esto piensas mientras aprietas el paso para no sentir el helador aire invernal. Sí, parece que no tiene nada que ver, pero tú sabes que todo está conectado. La famosa teoría del efecto mariposa aplicada a tu excursión nocturna, al fin y al cabo en un rato tu llegarás a casa y dormirás bien, caliente y confiada, mientras que otros, en tantos otros lugares de la ciudad y del planeta se debaten entre la vida y la muerte, por una tuberculosis, por el acceso a una vacuna, por la falta de atención adecuada en un parto, porque vivimos en un campo de batalla donde las brechas aumentan. Pero eso debe acabar.

Y cuando ya estás en tu cama, con un medicamento sobre la mesa y algún euro menos en la cartera, sueñas con un mundo más justo, en el que no haya esta sangrante desigualdad, en el que a nadie le falte agua potable, comida, un salario justo, y una vida digna.

El acceso a los medicamentos no puede ser un lujo al alcance de unos pocos. Tenemos la oportunidad de construir un sistema de investigación médica eficiente, sostenible y que garantice el derecho universal a la salud y el acceso a los medicamentos que la población necesita, a un precio asequible.

Como aquellas pastillas contra el dolor ajeno, tú te despiertas queriendo promocionar tiritas contra el acceso desigual, tiritas para que nadie sufra la falta de acceso a medicamentos, ni en Madrid ni en Japón, por eso, abres el cajón y le dices a tu compañero que se despereza a tu lado en la cama ¿puedes comprar tiritas? Y tú, lectora o lector, ¿puedes?