En casa de Tomás (Alía la lía)

En casa de Tomás (Alía la lía)

Tomás Alía es uno de los arquitectos interioristas made in Spain de mayor prestigio, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras y, por sobre todas las cosas, es un ser humano adorable, un anfitrión excepcional. No puede evitar ser él mismo esté dónde esté y sin importar con quién.

Las fotos de esta entrevista son de Thomas Canet

Charlar con Tomás Alía (Lagartera, Toledo, 1964) siempre es un placer. Ha dejado su sello en pisos, hoteles, locales nocturnos e incluso ahora se atreve con el máster plan de una ciudad en La Meca y un estadio de fútbol en Doha que estará hecho en el 2022. Es uno de los arquitectos interioristas made in Spain de mayor prestigio, tanto dentro como fuera de nuestras fronteras y, por sobre todas las cosas, es un ser humano adorable, un anfitrión excepcional. No puede evitar ser él mismo esté dónde esté y sin importar con quién. Estamos en su casa. Tomás habla y vive a toda velocidad, quizá porque teme que el tiempo se le escape sin decir o hacer todo lo que tiene dentro.

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El pequeño (y más mimado) de cuatro hermanos, Tomás vive desde hace alrededor de 10 años en el Barrio de las Letras, en Madrid, en un edificio decimonónico que pertenecía a la familia del pintor Federico Madrazo. "Conceptualmente, esta casa es mucho más clásica de lo que yo habitualmente propongo. Cuando yo llegué aquí, el piso estaba destruido, llegabas al lobby y te hundías hacia abajo... ¡Era un agujero negro! A mí me enamoraron las posibilidades que tenía".

A este lagartero, muy orgulloso de serlo, el gusanillo de buscar la belleza en cualquier rincón le viene desde pequeño. "Me encantaba cambiar las cosas, nunca me gustaba cómo las tenía la gente, incluso en el internado movía las camas de sitio, ja, ja. ¡Era una obsesión! Tenía que inventarme mis propias movidas."

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He leído que te definen como el de interiorista de la aristocracia y del establishment. ¿Estás de acuerdo?

Esa es una de mis facetas, que es la de diseñar espacios privados muy potentes dedicados a un sector de público muy elitista, pero no me gustan que me encasillen. Mi vocación como diseñador es bastante social. Como diseñador industrial de muebles me gusta que las piezas que diseño lleguen a todo el mundo. Desde luego, no me identifico con lo de ser el decorador de la jet-set.

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Si alguien, sin demasiado dinero, te propone un proyecto que te interesa porque es un desafío, ¿tú te lanzas de cabeza?

Lo que más me gustan son los desafíos. ¿Y qué es lo que más me interesa? Mi siguiente proyecto. Me enamoro cuando entra, me vuelvo loco mientras lo desarrollo, pero lo que quiero es ir terminándolo para empezar el siguiente.

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¿Te molestaría que la gente te tachara de 'superficial?

Yo soy un superficial profundo, ¿sabes? Me interesa que mi alma esté amueblada y estar contento. A lo mejor de cara a la galería soy social-superficial, pero en mi interior yo tengo que proyectar lo que siento. Si yo estoy feliz, mis interiores son alegres, y si estoy triste o paso por alguna crisis, a mis interiores también se les nota.

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Has hecho varias discotecas. ¿Eres discotequero?

Soy un noctámbulo total. La inspiración me surge a partir de la 1 de la madrugada... Curiosamente, ahora me viene a las 5 o 6 de la mañana. Cuando me despierto, soy una persona con una energía y un biorritmo totales en alza. Es la mejor hora para todos los temas resolutivos. Por la tarde estoy más tranquilo, y a la noche, me acelero otra vez, es el momento de mayor creatividad, con lo cual me gusta mucho salir y sí, soy muy discotequero.

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¿Qué personas influyeron en ti para que te dedicaras a lo que haces?

Mi madre. Ella se ha dedicado a defender la artesanía y la tradición de Lagartera con exposiciones por toda España y todo el mundo. Es académica de la Gran Academia.

¿Recuerdas alguna frase que ella te haya dicho y que se te ha quedado grabada para siempre jamás?

Sí. "Sumar y multiplicar, nunca restar". Y no a nivel numérico, sino en todo lo concerniente a la vida. Todo lo que te aporte, quédate con ello; todo lo que reste, ¡fuera!

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¿Cómo defines tu estilo, tanto en interiorismo como en arquitectura?

Es cosmopolita. En él conviven, se reconcilian y se aúnan varias tendencias. Me gusta diseñar en claves contemporáneas, me interesa el pasado para mirar con sabiduría al presente y al futuro.

Respecto a los clientes, ¿has dicho no a muchos proyectos, te dejas llevar por tu olfato?

Soy muy químico, a veces rechazo trabajos por una cuestión de piel, porque sé que esa persona no me inspira nada y el posible proyecto es fallido desde el primer encuentro. Cuando los proyectos empiezan con muchas comidas, siempre salen mal, es una premonición. Si empieza con muchas reuniones, fenomenal. Con comidas, por eso de si hablamos, nos conocemos, etc., nunca funcionan. Yo soy más de charlamos por la tarde y tomamos una copa, o te vienes por mi despacho o yo voy al tuyo. Como empieces comiendo, ¡mal asunto!

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El amor, el mal de amores o el desamor ¿influyen en tu trabajo?

Decide muchísimo y se nota. Puedo pasar de hacer cosas racionales y ordenaditas a una eclosión del color y la forma, que es todo lo contrario.

Como dicen los artistas: ¿mientras más se sufre más se crea?

Está claro. En diseño en general es tal cual. La felicidad es como el hambre: los toreros gordos o pijos no torean. Cuando estás feliz te apetece disfrutar de su felicidad y no ponerte a hacer otras cosas. ¡Está clarísimo!

Este post fue publicado originalmente en el blog de la autora