El lugar en el que vives determina lo limpio que está el aire que respiras

El lugar en el que vives determina lo limpio que está el aire que respiras

HuffPost

En Nueva York estamos luchando contra la crisis climática como si nuestras vidas dependieran de ello, así como combatimos las desigualdades con la misma urgencia. Debemos hacer ambas cosas a la vez. De hecho, el propio proceso de afrontar los desafíos medioambientales es una de las explicaciones de cómo estamos convirtiendo Nueva York en la gran urbe más justa de Estados Unidos.

Se puede ver claramente (y con el tiempo será aún más evidente) en lo que respecta al aire de nuestra ciudad.

El aire puede parecer un recurso que se distribuye de forma igualitaria, pero, con demasiada frecuencia, el lugar en el que vives determina lo limpio que está el aire que respiras. Para comprobarlo, basta con ir a visitar los hospitales de la ciudad: la tasa de emergencias debidas al asma que deriva de la contaminación atmosférica es tres veces mayor en los barrios de menores ingresos que en las zonas más acaudaladas.

Por ello, estamos reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, no solo para preservar el planeta en el que vivimos, sino también para garantizar que el aire que respiramos esté limpio, independientemente del código postal de cada uno. Es un objetivo audaz el que nos planteamos. Puede que el presidente Donald Trump haya puesto en marcha el proceso para sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París, pero en Nueva York estamos cumpliendo el objetivo de impedir que la temperatura media aumente más de 1,5 grados centígrados.

  Una capa de niebla de contaminación sobre Manhattan. 21 de mayo de 2009.REUTERS / LUCAS JACKSON

Nos hemos comprometido a reducir las emisiones un 80% para el año 2050. Para 2030, nos hemos comprometido a tener el aire de mayor calidad de todo el país. Para quien haya vivido aquí en los años 60 y 70, es un pronóstico difícil de creer, pero estamos utilizando todas las herramientas de las que disponemos para cumplirlo.

Somos conscientes de que aún nos queda mucho por hacer. Sin embargo, este es el camino que debemos seguir si queremos salvar nuestro planeta.

Estamos trabajando en un proyecto de basura cero. Estamos apremiando a los grandes propietarios a que adapten 14.500 edificios para un consumo energético eficiente, ya que contaminan más que cualquier otra fuente local. Solamente este ajuste equivaldrá anualmente a la retirada de 900.000 coches de nuestras carreteras. Estamos preparándonos rápido para el cambio a los vehículos eléctricos construyendo estaciones de recarga e incorporando más de 1000 vehículos eléctricos a nuestra flota oficial.

También hemos aprobado una actualización drástica de la legislación de la ciudad en materia de contaminación atmosférica, que apenas había cambiado desde 1975. Las nuevas leyes limitan las emisiones que proceden de las parrillas comerciales, las calderas al aire libre, los puestos de comida ambulante y otras fuentes de contaminación, como las chimeneas.

Ya percibimos una mejoría real, pese a que la población no deja de aumentar. Las emisiones de gases de efecto invernadero se han reducido un 15% desde 2005. Entre 2009 y 2015, los niveles de polvo, suciedad y otros líquidos y sólidos en el aire se han reducido un 18% de media, así como el dióxido de nitrógeno ha disminuido un 23%. En ese mismo periodo, también se ha producido una impresionante reducción del 84% de los niveles de dióxido de azufre.

Nos enorgullece que algunos de esos grandes descensos se estén produciendo en los barrios con menos ingresos de la ciudad.

Somos conscientes de que aún nos queda mucho por hacer. Van a hacer falta muchos recursos. Va a hacer falta una reeducación pública. Va a hacer falta organización comunitaria. Sin embargo, este es el camino que debemos seguir si queremos salvar nuestro planeta. Este asunto incumbe también a nuestros cimientos como seres humanos, a nuestros valores de justicia. Se trata de luchar contra las desigualdades. Limpiar el aire es una de las formas más básicas de hacerlo.

Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.