10 secretos de enfermeros

10 secretos de enfermeros

La gente suele decir que los enfermeros somos un gremio muy reservado que oculta algunas cosas a sus pacientes o a los familiares. Lo primero que pensé al escuchar estos tópicos es que me parecían ridículos. Pero luego me di cuenta de que podían ser ciertos. En el fondo, todo el mundo guarda algún secreto...

USA, New Jersey, Jersey City, Female doctor in hospital hallwayTetra Images via Getty Images

La gente suele decir que los enfermeros somos un gremio muy reservado que oculta algunas cosas a sus pacientes o a los familiares. Lo primero que pensé al escuchar estos tópicos es que me parecían ridículos. Pero luego pensé que podían ser ciertos.

En el fondo, todo el mundo tiene algún secreto, y hasta tu enfermero puede estar ocultando algo. Hay cosas que no tienes por qué saber, verdades que no puedes aguantar o cosas que jamás te diríamos aunque tuviéramos la oportunidad.

Supongo que es cierto que el gremio de la enfermería es muy reservado. Aquí puedes encontrar 10 secretos que tus enfermeros te han estado ocultando:

1. Estamos agotados.

Tu enfermero jamás te dirá lo cansado, fatigado o agotado que está. Es posible que nos digas que tenemos pinta de estar cansados y respondamos con sinceridad, pero le restaremos importancia.

Nunca llegarás a saber lo estresados que estamos o cómo nos han pasado factura los años de guardias porque nunca lo decimos. No sabrás que nos duelen los pies y la cabeza. Cuando nos preguntas con sorpresa: "¡¿Todavía estás aquí?!", sonreímos, asentimos y añadimos: "Todavía me quedan un par de horas".

2. Dar medicinas es frustrante.

Sí, lo único que hacen los enfermeros es dar pastillas. O eso se piensan algunos pacientes. Lo que nunca nos oiréis decir es lo larga y difícil que es nuestra ronda de medicamentos matutina.

No nos limitamos a coger una pastilla, meterla en un vasito de plástico y dársela al paciente de turno. Aunque tomarse una pastilla sea lo más simple del mundo, prepararlas es algo mucho más complejo.

Los enfermeros llevan la cuenta de toda tu medicación y se cercioran de que saben para qué necesitas cada pastilla. Comprobarán si existen contraindicaciones, posibles efectos secundarios o interacciones con otros medicamentos. Ellos son los que deciden si hay que tomarse un medicamento hasta un momento dado o si se alarga el tratamiento.

Lo más probable es que se llame al médico para confirmar una decisión y, si el enfermero tarda mucho en volver, es posible que haya tenido que ir a la farmacia a buscar un medicamento que no había en el hospital.

Después, cruzará los dedos para que todos los códigos de barras puedan leerse bien.

Dar medicamentos a los pacientes no es tan fácil como parece, pero un enfermero hará que parezca coser y cantar.

3. Nos saltamos un poco las reglas.

Normalmente, sea cual sea la pregunta que le hagas a un enfermero, siempre te contestará "voy a comprobarlo", aunque la verdadera respuesta sea un no.

No estoy diciendo que los enfermeros desobedezcan las órdenes del médico, sino que sopesan los pros y los contras de lo que han dictado para tu cuidado. Suelen saber hasta qué punto se puede llegar para garantizar la satisfacción del paciente, pero siempre manteniendo la seguridad. Hacen malabarismos para mantenerte feliz, o lo más feliz que puedes estar en un hospital.

4. También caemos enfermos.

Es posible que te des cuenta de cuándo un enfermero no se encuentra bien, pero no te lo confirmarán jamás. Obviamente, se quedan en casa si tienen una enfermedad contagiosa, pero acuden a trabajar si no es el caso.

Nunca sabrás los dolores o las hernias discales que sufren. Probablemente hagan una mueca de dolor si cargan mucho peso sin darse cuenta, pero, si les preguntas, se limitarán a decirte "estoy bien".

Todo el mundo sabe que un enfermero es el peor enfermo que existe. Aunque seamos unos hachas cuidando de ti, a veces nos olvidamos de nosotros mismos y pocas veces hacemos saber lo mal que nos encontramos.

5. Otro paciente acaba de morir.

Trabajo en una unidad de cuidados críticos y normalmente estoy al lado de los pacientes o en la puerta de sus habitaciones. Si no me ves durante mucho tiempo es que algo malo ocurre en otra habitación.

Cuando vuelvo, a veces un poco nerviosa, me disculpo por no haber estado disponible. Muchas gracias por ser tan comprensivo.

Nunca podré decirte por qué no estaba disponible, pero a veces se debe a que otro de mis pacientes ha fallecido. Esta situación no cambiará mi trato; de hecho, intentaré trabajar aún más duro para que mejores.

6. Alguien de nuestra familia está enfermo.

Los enfermeros no suelen tener mucho tiempo como para poder dejar de trabajar si su hijo cae enfermo. Seguirán trabajando con sus pacientes aunque tengan a otro en casa.

Los enfermeros nunca harán saber que cuidan de sus padres enfermos ni hablarán de lo cansado que es dedicar la atención necesaria a un hijo que sufre una enfermedad crónica. Al contrario, darán el 100% porque es su trabajo.

Pensamos que mientras tú estés en el hospital, tú eres lo más importante. Así que probablemente mantengamos en privado nuestras experiencias relacionadas con las enfermedades fuera del trabajo.

7. Hay situaciones que nos resultan muy familiares.

Me refiero a lo siguiente: es posible (muy probable, de hecho) que tu enfermero se haya encontrado en tu situación. Alguna vez en su vida han sido ese familiar confundido y con miedo de que su padre no sobreviva. Naturalmente, cuando alguien se encuentra en esa situación y ve a un enfermero, lo último que se le pasa por la cabeza es que también ha podido estar en su lugar.

Hay muchos pacientes que presentan un caso parecido al de mi madre. Pienso en ella, pero pocas veces digo algo. Luchó mucho, pero al final acabó dejándonos. Ahora peleo por mis pacientes, guardo el secreto de mi madre y no se lo digo a nadie.

8. Nos volvemos locos.

Por ayudarte. Aunque a una parte de mí le encantaría presumir de ello, al final nunca lo hago. Por lo menos no delante de mis pacientes.

Independientemente del lugar en el que se encuentre, cuando un enfermero se va de la habitación, pelea por conseguir lo mejor para sus pacientes. Se vuelven locos por ayudarte. Siempre. Hablan con los médicos o con los demás profesionales de la salud, les argumentan por qué creen que algo va a ser lo mejor para su paciente. Lo más probable es que nunca llegues a saber esto, pero es la verdad. Es nuestro trabajo, así que nos guardamos los detalles.

9. Nos asustamos mucho cuando la vida de uno de nuestros pacientes corre peligro.

Muchos de mis compañeros no utilizarán la palabra miedo, ni dirán que una situación crítica les ha asustado, pero la mayoría estarán de acuerdo en que cuando a un paciente le pasa algo grave y cabe la posibilidad de que acabe mal, su cuerpo reacciona.

El corazón va más rápido, se nos encoge el estómago y aunque sepamos que el paciente está rodeado de profesionales, siempre hay una pizca de preocupación. Queremos que te recuperes y nos asusta muchísimo la posibilidad de que no vayas a hacerlo.

Pero nunca lo sabrás. No del todo. Te contaremos qué ha pasado y describiremos lo que ha sucedido con sinceridad, pero ese miedo se habrá esfumado en el momento de la victoria, así que lo olvidaremos a propósito para alegrarnos mutuamente.

10. Nos preocupamos de los pacientes aunque ya no estemos a su lado.

No estoy segura de si lo sabes, pero cuando tu enfermero se va de tu habitación se queda con un pedacito de ti. Se preguntará cómo te encuentras y cogerá otra guardia para vigilarte.

Muchas veces les digo a mis pacientes que espero que se recuperen, pero me pregunto si se darán cuenta de que lo pienso de verdad. Ese es mi secreto.

Sí, es posible que tu enfermero tenga algunos secretos, pero hay ciertas cosas que son difíciles de decir. A veces hay incidentes que son indescriptibles y otras veces es mejor no decir nada.

Pero no quiero que te preocupes, te prometo que te lo diremos prácticamente todo.

Artículo publicado originalmente en el blog de la autora.

Este post fue publicado con anterioridad en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.

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