Mi marido no se ha 'conformado' con casarse con una gorda

Mi marido no se ha 'conformado' con casarse con una gorda

En los dibujos animados no hay princesas de talla grande comiendo perdices con el príncipe de turno. Ninguna actriz así protagoniza películas junto a Brad Pitt. Gordos con gordos y delgados con delgados. Esto es así. Pero entonces, ¿qué pretendía un chico tan guapo pidiéndome salir a mí?

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Imagen via Kat Stroud/House Of Winter

Este post apareció originalmente en Bustle.

Por Kat Stroud.

A la mayoría de las personas se les enseña desde muy pequeñas que para poder tener una vida digna de cuento de hadas hay que estar lo más delgado posible. Es muy probable que no se vean muchas mujeres de talla grande al lado de un hombre delgado en los medios de comunicación porque chicos delgados y atractivos sólo pueden juntarse con chicas delgadas y atractivas. No hay dibujos animados en los que se vea a princesas de talla grande comiendo perdices con el príncipe de turno. No hay ninguna actriz así protagonizando una película junto a Brad Pitt. Gordos con gordos y delgados con delgados. Esto es así.

Podemos afirmar que las culturas de los países desarrollados suelen clasificar a las personas de tallas grandes como ciudadanos de segunda que deberían odiar sus cuerpos. Nos bombardean constantemente con campañas de pérdida de peso, con anuncios de fármacos que ayudan a adelgazar y de cirugía estética, y con mofas por parte de grupos obesofóbicos como Project Harpoon y Thinner Beauty, cuyas páginas de Facebook asocian estar gordo con un estilo de vida poco saludable. Por desgracia, cuando una persona atractiva se acerca a una de estas personas de talla grande -tanto en la vida real como en la ficción-, a veces resulta difícil creer que la atracción es real. Basándome en mis experiencias, sé que parece sospechoso que alguien me dedique un cumplido. Pero también sé que este desprecio y estas dudas hacia mí misma pueden resultar tóxicas para cualquier tipo de relación, y especialmente para la relación con uno mismo. Mi atractivo marido me lo ha enseñado.

En los primeros meses de noviazgo con él, estuve llena de inseguridades y dudas. Era un chico guapísimo -no sólo lo pensaba yo, era guapísimo objetivamente- y no podía evitar dudar de él. ¿Qué pretendía al pedirme salir con él? ¿Y si sólo quería probar lo que era estar con una chica grande? ¿Era como en las películas cuando el chico guapo le pide salir a la 'gorda' de turno para reírse? Yo quería pensar que estaba a su altura, que el interés era real, pero las dudas aparecían y destruían la poca confianza que tenía.

Incluso cuando empezamos a salir, no podía dejar de pensar que no era suficiente para él. ¿Estaba mirando a rubia delgada con tacones? ¿Sería la mujer más gorda con la que ha salido? La retahíla de pensamientos negativos aumentaban por culpa de las miradas que nos dedicaban cuando dábamos una vuelta. Percibía desaprobación en sus expresiones y comentarios en voz baja. Era obvio pensaban que formábamos una pareja rara.

Reuní el valor para preguntar a mi marido todas las cuestiones que me venían a la cabeza y respondió con una mezcla de ira, sorpresa y enfado. Nunca se le había ocurrido que nos podían estar juzgando y se quedó anonadado porque yo no me considerara guapa. Al dejarme tan claro que estar gorda no era un problema que debía solucionar y que me veía como una mujer atractiva, guapa, cariñosa e independiente me hizo darme cuenta de que había perdido mucho tiempo en preocuparme por las percepciones de otras personas en lugar de preocuparme por mi propia percepción. Aunque nuestra aprobación no tiene que salir de la del resto, que alguien te corte el flujo de pensamientos negativos es una ayuda para empezar a reconocer la absurdez que supone tener pensamientos negativos de uno mismo.

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Cuanta más confianza tenía, más fácil era descubrir que era esa confianza la que me hacía sentir sexy y no la lencería, las joyas o los tacones. Era la sensación de estar segura de que soy una persona guapa y de que soy yo la que elige lo que significa esa palabra.

En una sociedad que saca partido de las inseguridades de la gente, quererse a sí mismo es un acto de rebeldía. Cuando nos ven a mi marido y a mí -a él, el hombre atractivo y a mí, la mujer gorda-, apoyándonos y demostrando lo mucho que nos queremos, estamos luchando contra varios estereotipos. Es cierto que para mucha gente es algo incómodo, pero si no te avergüenzas de tu cuerpo y tu pareja tampoco se avergüenza de tu cuerpo, al final dejas de oír esas opiniones.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros

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