Reino Unido: el Brexit sigue ahí

Reino Unido: el Brexit sigue ahí

REUTERS

Una de la madrugada. No hace mucho que me he dormido. Me despierta el aviso de un sms. Es de un buen amigo laborista de Londres con el que trabajé en el Parlamento Europeo. Me escribe: "A much better night than I predicted. Young people voted against Brexit!." Los resultados parecen darle la razón y son un motivo de alegría en relación con las negras perspectivas anunciadas por algunos sondeos electorales (no todos: You Gov clavó el veredicto de las urnas para The Times).

Es verdad que Theresa May no ha alcanzado la mayoría absoluta y que lo pasará mal para mantenerse al frente del Partido Conservador y, si lo consigue, formar gobierno. También es cierto que los laboristas han incrementado en diez puntos su porcentaje y ganado decenas de escaños, aunque les resultará casi imposible llegar a Downing Street. Casi todas son buenas noticias. Pero conviene no equivocarse, porque la peor de las noticias sigue vigente: aunque se aminore la marcha o se moderen las bravatas nacionalistas, el Titánic en el que el referéndum del Brexit ha convertido al Reino Unido sigue avanzando en línea recta hacia el iceberg. A diferencia de aquella catástrofe, en este caso el enorme trozo de hielo sobresale tanto de la superficie que cualquiera puede verlo. Y, sin embargo, nadie con poder suficiente para las máquinas ni gira el timón...

El problema es que unos Comunes inestables pueden complicar tanto las cosas como para llevar las negociaciones a finalizar sin acuerdo, un escenario dramático para los británicos.

Corbyn es tan artífice del gran avance laborista como responsable de no poder gobernar (salvo sorpresas: ¡ojalá!). Le han votado muchos europeístas jóvenes y de mediana edad que se resisten con razón, uñas y dientes al Brexit, incluso a pesar de que él nunca se ha propuesto pararlo, sino gestionarlo más racionalmente. Quizás, si hubiera llevado un segundo referéndum en su programa o, al menos, una consulta sobre el resultado de las negociaciones con la UE, en vez de frases vagas y contradictorias (no a libre circulación, pero sí al mercado único, por ejemplo) podría haber arrancado esos "pocos" votos (un 2 % ha separado a laboristas y conservadores) que, multiplicados en escaños gracias al obsoleto e injusto sistema electoral británico, le harían primer ministro. En el pecado lleva la penitencia de haber perdido habiendo avanzado.

Sin embargo, Corbyn aparece como el gran triunfador de las elecciones y May como la gran perdedora. Esto último es indiscutible, pero lo primero no lo es tanto. ¿Qué es más importante: demostrar que se equivocaron totalmente en su sectarismo cuando a uno le declararon "inelegible" o constatar que la falta de convicción europeísta te ha dejado al borde de encabezar un Ejecutivo progresista? No tengo dudas que esto último.

Pase lo que pase en el Reino Unido, solo los partidos minoritarios, que nunca encabezarán el Gobierno (y cuyo retroceso, en el caso del Partido Nacionalista Escocés, puede ser clave para que no haya un o una premier progresista) estarían dispuestos a parar el Brexit, en cuyas negociaciones, no obstante, puede haber un parón, reducirse la velocidad o rebajarse la dureza, a tenor de los resultados electorales, que han arrojado un parlamento sin mayorías absolutas. Lo que debería estar claro es que el "Brutal Brexit" –en expresión de David Miliband- ha sido rechazado en las urnas y nadie en su sano juicio –ni siquiera Boris Johnson- puede pensar en mantenerlo como objetivo. El problema es que unos Comunes inestables pueden complicar tanto las cosas como para llevar las negociaciones a finalizar sin acuerdo, un escenario dramático para los británicos.

La UE, con Macron en el Elíseo y Merkel en la cancillería –lo más probable, aunque espero que con los socialdemócratas de Schulz en coalición-, quizás con Renzi reelegido en Italia y con el concurso de los países más europeístas (como España), tendrá que dar pasos federalistas para culminar su unión política y económica y hacer frente a la pesadilla Trump, porque esta vez son las islas las que están aisladas de verdad, muy de verdad, desgraciadamente, aunque siempre estén a tiempo de corregirlo en las urnas o en el parlamento. Seguro que nadie les pondría pegas en Bruselas.