Europa seguirá siendo alemana

Europa seguirá siendo alemana

Si no les gusta Merkel, ponganse de acuerdo y generen estrategias convergentes. La unión estratégica de los países del sur impediría que Alemania impusiera sus decisiones apoyada en la debilidad del resto. Hagamos algo. A la vista está que meternos con Merkel no nos da resultados.

Ya sabíamos que cualquiera que fuera el resultado de estas elecciones alemanas poco iba a cambiar para el resto de europeos. No podíamos votar aunque el resultado nos sea muy relevante, pero aunque lo hubiéramos hecho, nada cambiaría demasiado. Dejemos de culpar a Merkel y hagamos algo si no nos gusta esta Europa alemana.

La falta de interés que han despertado en el resto de Europa los socialistas alemanes (SPD) y su candidato Peter Steinbrück es quizás el reflejo más claro de que, fuera cual fuera el resultado, nada iba a cambiar en Europa. Como dice José Ignacio Torreblanca en su Café Steiner, los alemanes más que de izquierdas o de derechas, son sobre todo alemanes. Y hay algo parecido a un consenso sobre los límites de su solidaridad hacia el resto de Europa que ningún partido está interesado en quebrar.

La ilusión por terminar con esta Europa alemana no se ha vivido en esta campaña electoral, sino en otra de un país vecino, hace más de un año. Fue en Francia. Hollande encarnó el sueño para una parte de la izquierda europea, y también para unos ciudadanos del sur en apuros - conservadores o progresistas - de que su victoria derrumbaría el clan Merkozy y forzaría un cambio de rumbo en Europa. Los resultados están a la vista. La dominación alemana sobre las decisiones clave que se discuten en Europa sigue prácticamente inalterable.

Lo peor de los resultados de estas elecciones en Alemania es la constatación de que la defensa de la austeridad a ultranza hacia la periferia sur de Europa ha resultado ser una exitosa arma electoral para Merkel, con independencia, claro, de que sea una estrategia económicamente cuestionada y muy dolorosa para muchos ciudadanos más allá de las fronteras germanas. Austericidio para el sur y votos y poder en casa es una ecuación peligrosa.

Quizás el rasgo más triste de esta Europa alemana sea la volatilización de los sueños de una Europa solidaria y unida. El espejismo post-nacional que encarnó la Unión Europea de la década de 2000 ha dado paso a una jungla en la que cada miembro de esta familia persigue sus intereses sin dudar en poner la zancadilla a otros miembros del clan, aunque tengan todavía la escayola húmeda. Azuzados por elecciones nacionales, los líderes de cada parcela defienden posiciones que les son rentables en el corto plazo, aunque sepan que tengan nefastos resultados para el conjunto de la aldea.

Sobre algunos de los aspectos más inquietantes de esta Europa alemana poco o nada de culpa tienen los alemanes y sus líderes. El hecho de que las elecciones alemanas sean en realidad europeas, en cuanto a que sus líderes despliegan una influencia sobresaliente sobre el resto del continente, es una malformación congénita del sistema político de la Unión Europea. ¿Cómo achacar a los políticos alemanes que se ocupen principalmente del bienestar de sus electores? Es lo que la teoría democrática más esencial dice que tienen que hacer. Otra cosa es que esperemos de la tradicional locomotora de Europa visión suficiente para no empujar Europa al precipicio a base de perseguir sus propios intereses nacionales.

La situación actual es democráticamente insostenible: ciudadanos asediados por la crisis y pendientes de lideres que no pueden elegir. Frustrados además porque cuando tienen la posibilidad de elegir a sus representantes nacionales, éstos se dedican a deshacer en tiempo record algunas de sus principales promesas electorales. El caso de Rajoy en España es de manual. Ahora bien, ¿puede resistir nuestra democracia nacional los embistes de una crisis económica como esta, las grietas democráticas del sistema político de la UE y la falta de honestidad de unos líderes que mienten y no nos hablan claro?

Donde la política económica que patrocina Angela Merkel sí está dando resultados es en la emergencia de populismos de variado signo, quizás el rasgo más oscuro de esta Europa en crisis. No sabemos hasta donde llegarán, pero evocan los fantasmas del pasado. Al norte, sur, este y oeste, avanzan con la mirada puesta ahora en las elecciones europeas de mayo del año próximo. El UK Independent Party en el Reino Unido, el Frente Nacional en Francia, Amanecer Dorado en Grecia, o Ataka en Bulgaria son solo algunas muestras.

¿Qué hacer ante esta Europa alemana que se ha visto reforzada en las urnas? Defender con tenacidad los propios intereses, como hacen los alemanes en cada reunión internacional en la que participan. Por muchas dificultades económicas que atraviesen Italia, España o incluso Francia, no son jugadores de segunda en la partida europea. Ni mucho menos. Si no les gusta Merkel, ponganse de acuerdo y generen estrategias convergentes. La unión estratégica de los países del sur impediría que Alemania impusiera sus decisiones apoyada en la debilidad del resto. Hagamos algo. A la vista está que meternos con Merkel no nos da resultados.