Chispas

Chispas

Hace cuatro años, unos chorritos de 'su primera colonia' le bastaron a Obama para llevarse a la chica. Era el guapo de la clase. Romney no es el anciano excéntrico que se enfrentó a Obama en 2008. Mitt puede tener el partido lleno de frikis peligrosos, pero él no está loco.

Hace cuatro años, unos chorritos de 'su primera colonia' le bastaron a Obama para llevarse a la chica. Era el guapo de la clase. Las lecciones de la maestra Hillary le hicieron crecer como candidato lo que nunca podría haber imaginado y además tuvo un contrincante insignificante. Romney no es el anciano excéntrico que se enfrentó a Obama en 2008. Un señor que lo único que había hecho en su vida era mangonear en el Capitolio durante décadas y rentabilizar el tiempo que estuvo prisionero en la Guerra de Vietnam. John McCain supuraba siglo XX, heredaba los ocho años de Bush y no es un tipo leído. Si algo me queda claro del duelo 'Obama vs Romney' es que Barry se estrenó el miércoles en un género que desconocía hasta ahora, el de los debates Presidenciales.

Mitt puede tener el partido lleno de frikis peligrosos, pero él no está loco. Ha hecho cosas más allá de la política, ha lidiado con los demócratas en su monte sagrado de Massachusetts y sabe donde pisa. Es un candidato que quiere ganar y que preparó el debate a conciencia, mientras Obama daba la impresión de haberlo incluído en la agenda como un acto más de la jornada. Hace unos días Sam Tanenhaus decía en el New York Timesque los debates transmiten más por las formas que por los argumentos y que su objetivo es conocer la personalidad de los candidatos y no los programas. El debate no fue sólo sobre los errores de Obama, que apareció cabizbajo, sin mirar al rival, falto de gracia, cansino. También estuvieron los aciertos de Romney, sólido, agil en las respuestas, a la misma altura física del contrincante y con el don de tener un tono de voz que recuerda al del Ronald Reagan. Mitt se aplicó antes de entrar unas gotas de Hermes mientras Obama pensó que era suficiente con rociarse con su viejo tarro de Chispas.

Habría sido fácil achicar a Romney. Su programa económico es confuso y su discurso cambia según la audiencia. Pero Obama ni sabía ni quería estar ahí y, además, cayó en el error de muchos otros Presidentes en el pasado. En el primer debate les cuesta quitarse la púrpura para meterse en el barro. Le sucedió a Reagan y también a Bush.

¿Lo mejor del duelo? La increíble capacidad de la política americana para ser fascinante hasta la línea de meta. Una campaña que parecía innecesaria vuelve a convertirse en una trama del mejor Hollywood. Obama tendrá que aprender a debatir. Estaría bien que se dejase enseñar cuatro cosas por Bill Clinton. Entre tanto, el cara a cara entre Biden y Ryan es ahora tan apetecible como la segunda temporada de Homeland.

¡Ah!, por cierto, la felicitación inicial de Barack a Michelle me pareció artificial, preparada, ñoña y hasta políticamente cuestionable. No está bien lo de sugerir que te molesta la presencia de los millones de personas a los que te quieres camelar. La respuesta de Romney, en cambio, de una elegancia ejemplar. Lo que mal empieza...