Novelas juveniles de misterio

Novelas juveniles de misterio

Es labor de los autores darle vueltas a ese nuevo universo de ficción que continúe con la tradición necesaria del misterio adolescente. En mi intento por resolverlo, he escrito una novela juvenil de misterio en la que sus protagonistas, arquetipos de la ficción adolescente (la princesa, el deportista, la chica rara, el empollón y el rebelde) se ven obligados a formar una pandilla al descubrir que están repetidos.

Si hay un género que acompaña a la etiqueta de literatura juvenil de todas las generaciones ese es el misterio. Los cinco, La familia Hollister, Los 3 investigadores o Pesadillas son series de libros para lectores jóvenes que disfrutan encajando las piezas de robos y crímenes, al igual que resuelven las del puzzle de la adolescencia. Puede que ese sea el motivo del enganche de los chavales con los libros del género, que lo de hacerse mayor también es un misterio que hay que resolver.

El enigma de la adolescencia se desenmaraña siempre con el apoyo del grupo de iguales; durante el periodo de la diferenciación y separación de la familia, los amigos que están pasando por lo mismo que tú se convierten en lo más importante. En las novelas juveniles de misterio, sus protagonistas van siempre en pandilla, y en la mayoría de ellas, sus padres ni se enteran de los líos en los que se meten. Da la sensación de que este tipo de libros aportan los relatos que dan soporte al proceso psíquico real que sus lectores objetivos atraviesan justo en ese mismo momento.

La primera escritora que vio clara la fórmula del éxito fue la inglesa Enid Blyton. Su característica rúbrica acompañó a más de 700 libros publicados, de los que se han vendido alrededor de 400 millones de ejemplares. En la colección de Los cinco, Blyton sentó las bases de las pandillas investigadoras y las circunstancias proclives al misterio. La aventuras siempre comienzan cuando los tres hermanos protagonistas salen de casa de sus padres para pasar unos días de vacaciones con su prima, la dueña del famoso perro (el quinto del grupo). Allí no hay más adultos que la pareja de tíos lunáticos y los culpables de cada misterio; la policía, si asoma por las páginas, es para llegar cuando los menores ya han resuelto la papeleta. Blyton construyó las primeras novelas de la serie en plena Segunda Guerra Mundial, una época en la que el papel de héroe sólo estaba reservado para el género masculino. Tal vez por eso, la verdadera protagonista de la pandilla que involucra al resto del grupo en los misterios, la prima Georgina, lleva el pelo corto, quiere que la llamen Jorge y las mayores alegrías se las lleva cuando alguien la confunde con un chico.

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Unos años más tarde, llegaron a las librerías las aventuras de La familia Hollister. En sus 33 libros, escritos por Jerry West (seudónimo de Andrew E. Svenson) y publicados entre 1953 y 1970, los protagonistas de nuevo son niños y adolescentes, también hay una chica poco femenina, y sus mascotas son parte del grupo. Aunque en la serie hay una llamativa diferencia con respecto a la serie de Blyton: los padres de los chicos también están metidos en los misteriosos ajos. La familia Hollister es un reflejo de la típica familia estadounidense de clase media de los años 50, la década del gran sueño americano. El ideal de la familia nuclear, posible sólo después de la guerra, exigía que todo se resolviera en casa hasta llegar a un happy ending, el mismo al que el cine clásico se encargó también de dar voz para alentar a la sociedad en recuperación.

Al otro lado del charco, en la vieja Europa, Paul-Jacques Bonzon triunfa en la década de los sesenta con otra colección juvenil de misterio: Los seis amigos. De nuevo, una pandilla de chicos resolviendo enigmas acompañados de un perro y sin muchos adultos de por medio, aunque en estos libros el trasfondo social es otro de los protagonistas. Los seis amigos viven en el barrio de la Cruz Roja en Lyon, y son hijos de zapateros y músicos callejeros. Sus aventuras apuntalan la realidad social de la Francia de la época, llevándoles a entornos tan peculiares como los del volumen Los seis amigos y la central atómica. Además, es difícil discernir la individualidad de los miembros del grupo, el conjunto lleva el peso de la trama en igual medida. En los seis amigos todo resuena a colectivismo, a socialismo, a Mayo del 68.

A finales de los sesenta, a los Hollister les salió un fuerte competidor estadounidense: Alfred Hitchcock y los tres investigadores. 43 novelas escritas por varios autores en las que el maestro de terror, que hacía el papel de guía de los tres detectives, en realidad no tuvo nada que ver. La serie continua a día de hoy, Alemania se quedó con los derechos y siguen publicándose títulos, aunque los tres investigadores vivieron sus aventuras más novedosas en la década de los ochenta. Fue entonces cuando se publicaron varios títulos de la serie Los tres investigadores necesitan tu ayuda, al estilo de las novelas juveniles Elige tu propia aventura que arrasaron en la época.

Los llamados libros-juego, en los que el lector toma las decisiones por los personajes y lleva la historia hasta una de las múltiples resoluciones, convierten al lector en una especie de autor. Este manejo de los mundos ludoficcionales ocurre en un momento en el que los jóvenes lectores han crecido en familias en las que sus padres no tuvieron guerras a las que marcharse. Por primera vez, tienen la opción (y el dinero) para decidir qué hacer cuando sean mayores. Es la década del capitalismo y el triunfo de la independencia en la que todo el mundo puede escribir su futuro.

Y después de tanto exceso, llegaron los descreídos noventa, en los que hasta los más jóvenes estaban de vuelta de todo. Los misterios tradicionales de robos de joyas y fantasmas que al final no lo eran parecían quedarse cortos, había que subir la apuesta. Son los años en los que las portadas de los libros juveniles se tiñen de sangre hasta casi convertirse en gore; la década de la colección Pesadillas, de R. L Stine. El Stephen King juvenil da cabida en sus libros al terror, la ciencia ficción y casi cualquier cosa que admita un sorprendente giro final, marca de la colección. Ya se sabe que en los noventa lo importante era epatar.

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El relevo lo tomó Harry Potter, que se declaró saga y no serie de libros. El final de la década de los noventa y el inicio del nuevo milenio fueron los años de la omnipotencia, en los que casi todo el mundo tenía dinero de sobra. Tal vez por eso los misterios se convierten en mágicos y se resuelven a golpe de varita. Como en la vida misma, hago chas y tengo lo que quiero: una casa, un cochazo... Pero con el fluir de la década, la magia se fue oscureciendo, al igual que los sucesivos libros de J. K. Rowling, hasta que lo que salió del caldero fue la crisis. Llegaron entonces los años de castigo como los de los mundos de las distopías, con Los juegos del hambre a la cabeza.

Superado el primer lustro desde el inicio del disgusto, se vislumbran en el horizonte los años de la entropía. El sistema está sumido en el desorden y en el caos desde que lo que nos sostenía, el capitalismo, dejó de funcionar. Estamos de nuevo en la casilla de salida, pero el tablero ha cambiado y las reglas están por escribir. Los relatos que nos ayudan a elaborar los procesos a los que nos enfrentamos también están en blanco. La tradición del misterio juvenil necesita nuevas historias que solventen la objetividad perdida.

El primer enigma a resolver es el de quiénes deben ser ahora sus protagonistas. Los roles clásicos, tras haberse dado a conocer a la heroína y al antihéroe, ya no parecen tener sentido. Tampoco tienen la misma fuerza identificativa los arquetipos ya que, en el mundo real, han dejado de funcionar como se espera de ellos. Si hablamos de universo adolescente, hoy en día un geek puede ser tan atractivo como el deportista de la clase. Ahora hay que ser las dos cosas, hay que serlo todo.

El grupo, verdadero protagonista de este tipo de libros de misterio, también está en crisis. El capitalismo lo desterró, primando sobre todas las cosas el individualismo (no parece que sea casualidad que Harry Potter se titule así). Pero la entropía obliga a reconsiderar su fuerza para reconstruir el escenario de la debacle. En los nuevos relatos, la misión no se puede encontrar en grupo, sino que es el grupo el que se debería ver forzado a formarse por la misión.

¿Y cuál podría ser esa misión misteriosa que resolver? Los crímenes y robos clásicos parecen alejados de la realidad coetánea de una generación tecnológica para la que lo que hace diez años era ciencia ficción ahora es ciencia. Tiene sentido pensar que sus miedos sean tecnológicos, así que esos son los que deberían incorporarse al relato.

Es labor de los autores darle vueltas a ese nuevo universo de ficción que continúe con la tradición necesaria del misterio adolescente. En mi intento por resolverlo, he escrito una novela juvenil de misterio en la que sus protagonistas, arquetipos de la ficción adolescente (la princesa, el deportista, la chica rara, el empollón y el rebelde) se ven obligados a formar una pandilla al descubrir que están repetidos. Pero el doble del deportista es un empollón, la chica rara se encuentra con una copia de ella que es la reina del colegio, y así con todos. Protagonistas que en el camino de descubrir lo que quieren ser, el verdadero objetivo de la adolescencia, se encuentran de cara con todo lo que pueden ser. La clave del misterio que deben desenredar tiene mucha relación con la tecnología de Internet, esa ventana de posibilidades en la que también hay sitio para los miedos como los que se encuentran en la llamada web profunda (todo lo que Google no ve), y la ciencia ficción de hoy en día. La novela se titula Conexo, la publica Destino (Planeta) y llega a las librerías el 17 de febrero. La editorial francesa Pocket ha comprado los derechos para la traducción.

Podéis leer los primeros capítulos haciendo clic aquí.

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