La Ley de la Destrucción: Enunciado de la Ley Rajoy-Gallardón de los sistemas sociales fallidos

La Ley de la Destrucción: Enunciado de la Ley Rajoy-Gallardón de los sistemas sociales fallidos

El PP llegó al poder con una rabieta, porque el acuerdo con el que construimos nuestro sistema social no era tan amplio como pensábamos, y un número importante de personas no entendían que el desarrollo económico tuviese que llevar aparejado un orden social justo y solidario.

Si tuviese mejor opinión de la capacidad intelectual de los miembros del Consejo de Ministros me atrevería a afirmar que su actuación, como martillo pilón de la sociedad española, se inspira en unas leyes de orden superior, las leyes de mayor rango imaginables, las que gobiernan el (des)orden de las cosas: las leyes de la termodinámica.

Las leyes de la termodinámica regulan el comportamiento de equilibrio de los sistemas. La clave de esta regulación se encuentra en el calor, que es la forma última en la que se disipa la energía y de la que se ocupa la termo-(calor)-dinámica.

La primera ley de la termodinámica es que la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma, pero esta ley viene matizada por la segunda ley de la termodinámica que indica que existen "calidades" en la energía, y que la transformación de una forma rebajada, como el calor, de energía en una forma más avanzada, capaz de realizar trabajos, requiere la inversión de una energía mayor que la que se va a aplicar. Estas dos leyes nos llevan a la tercera y más complicada de explicar, que indica que la entropía (grado de azar en la disposición de los elementos) aumenta a medida que aumenta la temperatura de un sistema (aunque normalmente se enuncia en sentido inverso).

El calor es energía de poca calidad (o utilidad), porque es necesario más energía en forma de calor para generar energía más positiva (o útil) que la energía positiva que se recupera. Además, mientras más calor se acumula en un sistema mayor es el grado de desorden y más difícil es mantenerlo ordenado y funcional.

Básicamente estas leyes vienen a decir que es mucho más difícil construir que destruir, porque la destrucción, la desorganización y el caos, son la tendencia natural de los sistemas, particularmente cuando la energía positiva que contienen se degrada en forma de calor.

Las leyes de la termodinámica son absolutas y se habían aplicado a todo tipo de sistemas, incluidos los seres vivos y los ecosistemas. Pero la innovación de la Ley Rajoy-Gallardón de la Termodinámica Social es que aún no se había aplicado a sistemas sociales.

Desde la muerte del Generalísimo este país había trabajado y sudado para alcanzar un nivel de vida que nos devolvió a un papel como miembros respetables de la comunidad internacional de naciones. Hace treinta años Alfonso Guerra dijo aquello de que "a este país no lo va a conocer ni la madre que lo parió" y de hecho, durante 30 años nos esforzamos en cumplir esa predicción, con un sentimiento de orgullo nacional. Los logros de estos 30 años fueron posibles porque nos pusimos todos de acuerdo, dejando en un segundo plano nuestras diferencias políticas o de valores, en aplicar con determinación nuestra energía constructiva en crear un orden social más justo, solidario y democrático.

En esas estábamos cuando llegó la aplicación de la termodinámica social con la Ley Rajoy-Gallardón.

Hemos visto, con pasmo, lo fácil que es destruir lo que tanto costó construir, y cómo en un año de Gobierno de Rajoy se han disipado en agitación inútil los logros de una década, y cómo el poder destructor de su uso de las leyes y el Boletín Oficial del Estado se acelera de forma que en otro año más habremos vuelto a la España que nos dejó el Caudillo.

Toda la energía positiva que fue necesaria para construir nuestro país se ha disipado como calor, poco útil para construir, en forma de cabreo y agitación social. Tal como predice la tercera ley de termodinámica el grado de desorden ha aumentado con la temperatura social y el país se encuentra prácticamente al borde de la revuelta.

Se diría que los miembros del Gobierno han descubierto un nuevo placer en destruir. Me los imagino sorprendidos de lo fácil que resulta destruir lo que tanto costó destruir y aún más, la docilidad con la que los españoles estamos encajando tanta destrucción a nuestro alrededor.

Destruir ha resultado ser mucho más fácil de lo que pensaban.

La excitación de la orgía de la destrucción la evidenció con mediana transparencia Esperanza Aguirre en unas declaraciones donde se alegraba de las magníficas ideas que encontraba cada día para aplicar nuevos recortes (léase, destruir).

Me los imagino pensando con placer donde harán el próximo ajuste, con un placer en destruir igual al de un niño mimado en una rabieta.

Y es que el PP llegó al poder con una rabieta, porque el acuerdo con el que construimos nuestro sistema social no era tan amplio como pensábamos, y un número importante de personas no entendían que el desarrollo económico tuviese que llevar aparejado un orden social justo y solidario y se tragaron el sapo del progreso social (los derechos de la mujer, la igualdad de género, las pensiones y sanidad universales, la ley de dependencia) con un rencor larvado. Así que cuando han llegado las vacas flacas los logros sociales se han sacrificado en el altar de la recuperación económica, en cumplimiento de la ley de la termodinámica social (¿será eso en lo que consiste eso del "orden establecido"?).

Pero hay otras vías, que no implican necesariamente el cabreo y la agitación que solo llevan a mayor desorden y fuerza destructiva.

Esa vía es la que siguió Islandia, uno de los primeros países en fracasar económicamente, pero que votaron -sí, votaron- no rescatar sus bancos y dejarlos caer, y que no fueran los ciudadanos quienes cargasen con la deuda derivada de un riesgo que siempre fue privado, nunca público. Los islandeses exigieron a los políticos y banqueros que asumieran su responsabilidad en la crisis. En junio de 2010 la Corte Suprema de Islandia declaró algunas de la cláusulas abusivas de préstamos e hipotecas de los bancos islandeses ilegales. Desde entonces, los bancos finlandeses han condonado deudas e hipotecas por un valor equivalente al 13 % del PIB islandés. En 2012 Islandia está creciendo a un 2,5 % y la economía se recupera a todo tren.

Los islandeses se han aplicado con tesón y fuerza constructiva a defender su sistema social y han demostrado [aunque no sea un ejemplo popular entre los medios de comunicación de masas, mucho menos los gobiernos] que contra el desorden económico se puede contraponer el orden social. A pesar del silencio sobre Islandia en los medios de comunicación españoles, la cadena Bloomberg ha seguido la impresionante recuperación islandesa como demostración empírica de que la vía de la "austeridad" (termodinámica y destrucción) de la zona euro tiene alternativas que no requieren de sufrimiento. Quizás lo que sí requiere esa vía es de una sociedad compuesta de ciudadanos responsables e informados, capaz de interesarse por otras cosas que no sean el fútbol, los realities y las opiniones de Belén Esteban.

Papandreu intentó convocar un referéndum a la islandesa y se lo llevaron por delante... porque Grecia ya había mordido la manzana envenenada del rescate, como lo acabamos de hacer España -aún más envenenada en nuestro caso porque se trata de un rescate exclusivamente dirigido a los bancos, no a los ciudadanos, pero que pagamos todos. Sí, en España somos los ciudadanos quienes rescatamos a los bancos- a costa de nuestra sanidad, pensiones, atención a los mayores, educación e investigación, y encima estos mismos bancos nos desahucian a millares. ¡Menuda diferencia con Islandia!

La clave de una reacción social positiva estriba en saber canalizar nuestra energía hacia la re-construcción social. Pero no acabamos de hacer esto y seguimos sintiendo una inclinación patética a dedicar nuestra energía a trifulcas espurias, como las de las banderas. Las banderas, sean las de Cataluña, Euskadi o la española son solamente capotes pintados que ocultan lo que hay tras ellas, las personas. Antes de las naciones están las personas: no podemos consentir que nuestros mayores se suiciden porque no quieren ser una carga para sus hijos, ni que nuestros vecinos se arrojen por la ventana porque los bancos quieren quedarse con sus casas y además seguir esclavizándolos de por vida.

El Gobierno ha escogido "tijera", pero la tijera no siempre gana. Si el Gobierno se empeña en escoger "tijera" la sociedad española acabará por escoger "piedra", que gana a la tijera. Yo creo que lo mejor es optar directamente por el "papel", es decir, el diálogo, el pensamiento, las leyes y el consenso, que puede con la piedra porque es capaz de anularla (en las reglas de piedra, tijera, papel)... pero la tijera del Gobierno ha cortado al papel, con un golpe a la cultura, a la ciencia, a la libertad informativa y a la búsqueda de consensos en la sociedad.

Destruir, con la tijera, es muy fácil.

Construir con el papel - del diálogo, la razón y la cultura - es mucho más difícil y complicado, pero es la única vía capaz de canalizar energías positivas y detener esta destrucción suicida.

¿Cómo canalizar la energía solidaria de las personas? Es la única que nos va a permitir volver a construir.