'Hazte Oír' y su bala en forma de autobús

'Hazte Oír' y su bala en forma de autobús

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La otra mañana me levanto y mientras desayuno, suelo mirar las redes sociales (algo así como leer la caja de los cereales pero en el siglo XXI) y me encuentro la noticia de que un autobús circula por las calles de Madrid con un eslogan que dice: ''Los niños tienen pene. Las niñas tienen vagina. Que no te engañen'' y debajo reza la frase: ''Si naces hombre, eres hombre. Si eres mujer, seguirás siéndolo.''. Me paro a pensar un momento desde mi punto de vista de mujer cisexual (no transgénero) y por un segundo no entiendo la problemática del asunto. Sin embargo, después de ese instante me acuerdo de mis alumnos, de mi madre que es maestra y de las nuevas generaciones. También me acuerdo de Eva Hache y de Risto Mejide que estuvieron hablando de educación el domingo pero eso da para otro artículo.

Y está claro que mucha gente dirá: ''Bueno, eso es libertad de expresión y además sólo está constatando un hecho biológico'' Pero mi vena filológica me hace analizar las oraciones desde un punto de vista retórico y aunque son dos paralelismos, hay dos elementos que hacen que su lectura no sea tan inocente como parece. El primero ''que no te engañen'' y el segundo ''seguirás siéndolo''. ¿Quién no los tiene que engañar? ¿seguirás siéndolo después de qué? Semánticamente podríamos decir que en resumidas cuentas lo que se dice es: ''yo: persona heterosexual cisgénero te digo que si has nacido siendo un tío y no quieres serlo, te jodes y si eres mujer, lo mismo''. Y eso deja ver lo lejos que estamos aún los individuos que formamos la sociedad.

Ese autobús fomenta el rechazo y manda un mensaje que, dependiendo de los ojos que lo lean, será algo pasajero o una verdadera bala al corazón.

Este mensaje para alguien sin ningún conflicto de género sólo es una excusa más para que las minorías tengan algo por lo que quejarse. Pero esto va más allá. Ese autobús fomenta el rechazo y manda un mensaje que, dependiendo de los ojos que lo lean, será algo pasajero o una verdadera bala al corazón. Sobre todo pienso en mis alumnos de doce y trece años que están tan concienciados con el bullying y el acoso escolar. Ellos, que son los supuestos receptores del mensaje, ¿qué tendrían que decir de esto si alguno de ellos fuera transgénero? ¿Y sus familias? Lo que está claro es que esa iniciativa ha tenido que ser llevada a cabo por gente que no sabe lo que es nacer en un cuerpo que les provoca disforia y sentir rechazo por su propia sexualidad. Y el caso es que yo tampoco, pero suelo hacer ejercicio de la empatía, que es algo así como ponerse en el lugar de los demás.

Mi pregunta es: ¿con qué tipo de personas queremos convivir? ¿Queremos seres libres que, independientemente de su género u orientación sexual, puedan desarrollar su personalidad y aportar a la sociedad? ¿O queremos personas frustradas y aterradas de aceptar la situación en la que han nacido? Uno no elige dónde ni cómo nace, pero sí puede elegir hacer del mundo un lugar mejor o un auténtico infierno.