Barcelona no tiene miedo, el independentismo sí

Barcelona no tiene miedo, el independentismo sí

EFE

El día en el que Barcelona marchó por las calles para realizar un exorcismo colectivo frente a unos asesinos enfermos de odio, un independentismo tan ajeno al dolor de las víctimas como absolutamente falto de escrúpulos demostró todos sus miedos.

A menos de un mes del del 1 de octubre, el soberanismo no podía permitir una gran manifestación de unidad en Barcelona que cuestionase uno de los grandes mitos del nacionalismo, sea este español, catalán o servocroata, ese que dice que las masas y calles son suyas y que sólo ellos pueden llenarlas de su merchandising favorito, poco importa que estemos hablando de una final de copa, una competición de castellers o, como es el caso, de una manifestación contra el terrorismo.

Pero ayer, mientras centenares de miles de barceloneses gritaban a pecho descubierto que no tienen miedo, el independentismo mostró todos los suyos, y no son pocos:

Miedo a que cualquier otro debate que no sea el independentista llene los medios de comunicación. La narrativa independentista solo funciona en espacios comunicacionales cerrados y viciados en los que ocupa la totalidad del escenario, cualquier otro tema que distraiga la atención molesta y debe ser eliminado a cualquier precio.

Miedo a que cualquier otro relato que no sea el fabricado desde sus think-tanks y esparcido por sus medios de comunicación de cabecera, llegue a los ciudadanos, y coincidirán conmigo en que la dialéctica victimista de buenos (catalanes) y malos (españoles) alimentada estos días, salta por los aires cuando aparecen en escena los malos de verdad asesinando gente.

Miedo a que la ciudadanía abra los ojos a un mundo globalizado, un mundo en el que los problemas de un barcelonés se parecen mucho a los de un parisino, y las soluciones a los mismos pasan por una mayor integración, no por el aislamiento internacional que supondría la secesión.

Miedo a que los medios de comunicación, sobre todos los internacionales, pongan cara y ojos a esa mayoría de Cataluña, la silenciosa, la que no sale a la calle el 11S, no quiere saber nada de aventuras independentistas y que crece día a día según las encuestas.

Miedo a una Barcelona abierta, cosmopolita y multicultural, una Barcelona mestiza en la que el independentismo no ha arraigado como en el entorno rural a pesar del esfuerzo y los recursos económicos empleados.

Y no esperen grandeza de un grupo de políticos con miedo.