Batalla de madres: un autogol

Batalla de madres: un autogol

Getty Images/iStockphoto

Películas, blogs, libros de la facción de las llamadas "malas madres" han despertado interés público y, por supuesto, del mercado, siempre capaz de convertir todo objeto cultural en un hit de ventas.

Seguramente, lo que este discurso facilita es ponerle nombre y catalizar con humor una incomodidad creciente frente a un tipo de maternidad que se volvió normativa. Me refiero a la autodenominada "crianza con apego", la que a su vez nace de una resistencia al poder del discurso médico, la violencia obstétrica que deshumanizaba los partos y restaba a las madres soberanía sobre su cuerpo y la crianza.

Sin embargo, como casi todo lo que comienza como un aire nuevo, empieza a perder su potencia subversiva cuando no lee sus propias contradicciones y se vuelve un nuevo poder. Normativizando la maternidad, prescribiendo prácticas como algo "natural" (no hay nada más fascista que argumentar que algo es lo natural, porque obliga). Y siguiendo todas las reglas de lo que se vuelve un poder: activistas agazapadas, el juego del dinero en charlas, libros y otros souvenirs rentables (como el ya famoso collarcito de ámbar, que recién ahora aparece como un peligro y un poco estafa. Nadie quería pensar antes que podía ser peligroso que un bebé usara un collar, y que además iba a aparecer el ámbar falso).

Así, casi como un juego de rebeldía, aparecen las que llevan con orgullo el rótulo de "mala madre". Poniendo de relieve algo que a estas alturas parece irrisorio, vienen a decir: las madres también nos cansamos, no somos enteras madres. ¡En pleno siglo XXI, parece que aún teníamos dudas al respecto!

El punto es que nada garantiza que alguien sea una buena o mala madre, el vínculo madre hijo está lleno de complejidades.

En otro frente aparece también otra facción que se queja, las que no quieren ser madres y se sienten obligadas. A veces hay que sentir que se pelea contra algo, pero lo cierto es que la tendencia es que cada vez se tengan menos hijos o ninguno. Quizás se sientan atacadas porque los seres humanos siempre nos atacamos, porque sí o porque no, hay un segregador en toda alma.

El punto es que nada garantiza que alguien sea una buena o mala madre, el vínculo madre-hijo/a está lleno de complejidades. Lo que es bueno con un hijo, puede no serlo con otro. Incluso a veces una "no madre biológica" es la que hace de madre en la vida de alguien.

Estas batallas también son alimentadas por la forma en que los medios de comunicación construyen el tema, como si se tratara de una cuestión de opciones privadas entre las mujeres. Dejando que la guerra se libre en la cocina: hacer o no la mamadera. ¿Pero qué pasa con las mujeres que crían solas, teniendo en cuenta que han aumentado los hogares monoparentales cuya jefa de hogar es una mujer? ¿Y las mujeres que deben salir a trabajar? ¿Y las familias que tienen algún hijo que padece alguna enfermedad? ¿Y las políticas de adopción, se ven o no facilitadas? ¿Las parejas homosexuales entran en estos modelos de buenas o malas madres?

Hay una serie de cuestiones que son políticas, porque la reproducción de la especie es un tema que nos compete a todos, es un tema social. De ahí la urgencia de sacarlo de luchas que dejan el tema en el abandono de lo privado. ¿De qué sirve saber tanto acerca de la crianza cuando ésta implica tener que arreglárselas -una vez más- en soledad.

Antes que un día de la madre zalamero y la anécdota de unas batallas entre las culposas y el chiste simpático, el debate debiese darse en la plaza pública.

Este post se publicó originalmente en www.hoyxhoy.cl.