Puedo ser una 'calientabraguetas'

Puedo ser una 'calientabraguetas'

Las mujeres muchas veces nos dividimos en la discusión sobre jugar o no a ser objeto de deseo. Porque esto último puede ser entendido como una especie de traición al género en la medida en que unas hacen el camino corto de complacencia a la expectativa del poder masculino, obteniendo un beneficio personal, pero fortaleciendo los estereotipos que tantas padecemos. Son las llamadas regalonas del patriarcado.

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Imagen del polémico vídeo Blurred lines

Emily Ratajkowski, la chica del desnudo total del video acusado de sexismo, Blurred lines, salió a la defensa de su derecho a ser sexy. Publicó varias fotos sin ropa a las que acompañó con la declaración de que ser sexy no es para jugar con los deseos de los hombres, sino que se trataría de un modo de "autoexpresión".

Aunque las reacciones fueron variadas, muchas apuntaron a una supuesta hipocresía en su discurso: "claro, si ella gana millones por mostrar el culo", "es una aliada del patriarcado", "yo te puedo satisfacer tu autoexpresión a nalgadas", etc. Críticas que, por un lado, le dan la razón a Emily: aún se degrada la sexualidad femenina, ubicándola del lado del sacrificio, como si se tratara de hacerle el favor al macho. O se siguen utilizando para degradar etiquetas como "perra".

Pero por otra parte, también despierta la ira de algunas congéneres con justa razón, porque es cierto que, si bien la modelo puede vivir lo sexy con desenfado, otras padecen los abusos como consecuencia de la explotación de la imagen femenina como si fuera un trozo de carne. Porque efectivamente muchos entienden que el cuerpo de la mujer es algo público: se puede juzgar si es atractiva o no con demasiada atribución, se le puede pegar un agarrón en la calle, se la acusa de calientabraguetas si seduce pero no quiere avanzar más. Y en el extremo, se la puede tomar contra su voluntad.

Las mujeres muchas veces nos dividimos en la discusión sobre jugar o no a ser objeto de deseo. Porque esto último puede ser entendido como una especie de traición al género en la medida en que unas hacen el camino corto de complacencia a la expectativa del poder masculino, obteniendo un beneficio personal, pero fortaleciendo los estereotipos que tantas padecemos. Son las llamadas regalonas del patriarcado. Y claro, hay algo de verdad en esa queja.

El problema no es que tengamos el deseo de ser objetos de deseo -a ratos- sino la explotación perversa de éste.

Pero Emily tiene un punto sobre el derecho a mostrarse sexual que posiblemente no es consciente en su declaración: ser sexy no es necesariamente una "autoexpresión", como ella señala, como si fuese una cuestión netamente autoerótica; sino que el deseo de ser deseado por otros es algo intrínsecamente humano. Algo que se constituye en momentos primordiales de nuestras vidas, porque somos animalitos que no sólo nos alimentamos de comida para vivir, sino que también de atención. Por eso, el afán de ser amados, reconocidos y, por cierto, deseados, es un anhelo tan arraigado y que nos lleva a no pocos dramas.

El problema no es que tengamos el deseo de ser objetos de deseo -a ratos- sino la explotación perversa de éste. Cuando se hace usufructo de ese deseo de una chica y luego se la desprestigia, o directamente, se la explota como objeto real, para luego culparla a ella -"por andar sola", "por puta", "por ambiciosa, "por provocadora"-, opera la misma lógica del abuso sexual infantil, donde la víctima suele quedar con una culpa mórbida, porque en el fondo sabe que también sintió algo, se siente sucio básicamente por ser sexuado. Y eso es lo perverso de algunos discursos actuales sobre la sexualidad femenina: se invita a la mujer a un mundo hipersexuado para luego responsabilizarla si es degradada o agredida. Porque al igual que el niño abusado, no cumple con el ideal de víctima: asexuada, buena, tranquila, libre de malos pensamientos.

Si se fijan, es lo que hay en la base de la discusión de los tres supuestos de la ley de aborto que se debate en Chile. Sólo la mujer víctima de algo atroz tiene el derecho al aborto (inviabilidad del feto, riesgo vital de la madre y violación). Si se equivocó, si es responsable, entonces pierde todo derecho. Otra vez el castigo.

De ahí que muchas veces las mujeres -con o sin darnos cuenta- demandemos más desde una condición de víctima y tengamos una relación problemática con nuestros deseos, nuestros defectos y nuestras propias violencias. Porque de algún modo sabemos que si los asumimos, podemos terminar cortadas en pedacitos metafórica y literalmente.

Parte de la igualdad de derechos y de poder pasa por que todos podamos ser igual de buenos o malos, sin que las consecuencias de ello pasen por la discriminación de género.

Este post fue publicado originalmente en hoy x hoy