Punto final: la cantinela de fin de año

Punto final: la cantinela de fin de año

Igual que en partitura los silencios son importantes para que el sonido se transforme en canción, nuestra vida la contamos como un cuento: la realidad tiene estructura de ficción. Y como en cualquier relato, se necesitan los puntos, los puntos suspensivos, los puntos finales y las comas.

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Foto: ISTOCK.

No soy experta, pero entiendo que en una partitura los silencios son fundamentales para que un sonido pase a ser canción. En la vida pasa algo parecido, hacemos otras canciones llamadas cuentos. Nos contamos nuestra vida como un cuento. Como dicen: la realidad tiene estructura de ficción. Y como en todo relato, son necesarios los puntos, suspensivos, finales, comas. Para entendernos, para crear sentido, evaluarnos y proyectarnos; incluso para cambiar el pasado. Sí, se puede cambiar el pasado, cuando nos leemos desde otro lugar podemos reformular nuestra historia.

Por eso necesitamos hablar cuando se nos viene una inquietud o un malestar, no porque tengamos que buscar una verdad, sino porque tenemos que ponernos a inventar una que nos calme. Eso sí que hoy la tentación - por la economía del tiempo - es a esquivar la cosa de escuchar las narraciones. "No pues no hay tiempo para que un paciente venga con la cantinela", dice el discurso de médico que debe racionalizar su trabajo para cumplir con la meta institucional, silenciando todo canto, ese cuento del que sufre. La pastilla es más rápida.

Hablando de pastillas, me acuerdo de una chica con problemas de adicción que decía que los "drogos" no distinguen día y noche, el tiempo es circular, sin puntuaciones. Las casas, eso lugares siempre abiertos para recibir al drogo angustiado que llega por más, tampoco puntúa los espacios para distinguirlos: una cocina nunca es una cocina, ni un baño el baño. El tiempo y espacio circular es algo tan angustiante como como el eterno retorno de lo mismo en "El día de la marmota", ¿se acuerdan de esa película? El infierno de lo eterno y lo igual.

Supongo que para eso existen las fechas y los rituales. Cumpleaños, matrimonios, aniversarios, año nuevo, son puntuaciones que dan poesía, narración a la vida. Humanizan porque marcan diferencias que permiten pensar el tiempo, lo pasado y lo por venir, el mundo y nuestro lugar en él.

Eso sí, existe la trampa de pensar que todo punto es uno final, y nos evaluamos con estándares heroicos, suponiendo que los cambios deben ser radicales. Eso puede ser demasiado sádico con uno mismo. Un profesor me enseñó a usar un recurso que no entendía gramaticalmente: el punto y coma. Es un punto especial, porque distingue, da aire, pero no obliga a la hazaña de cambiar de reglón o saltar a una nueva página en blanco. Permite que el día después del cambio de folio o de año, aunque se despierte con la misma persona, o se le mire la cara al mismo jefe, podamos empezar una nueva oración, cambiarle el ritmo a la cantinela para que sea canción. Sin romper lo anterior, sin romperse a sí mismo.

En fin, es sólo una sugerencia, cada uno es responsable de la sintaxis de su vida. Feliz año.

Este post se publicó originalmente en www.hoyxhoy.cl.