El filósofo que ha reinventado la identidad y la moralidad de esta era

El filósofo que ha reinventado la identidad y la moralidad de esta era

Charles Taylor es uno de los líderes más influyentes en nuestra comprensión de la "política de la identidad". Según argumenta el filósofo, no sólo existimos y tenemos identidad propia y suficiente. Desarrollamos identidades en contextos sociales y buscamos reconocimiento de la legitimidad de nuestras identidades.

NEVILLE ELDER VIA GETTY IMAGES

Uno de los filósofos más reconocidos acaba de ganar el Premio Berggruen, valorado en un millón de dólares. ¿Es esta una noticia útil?

Sí, lo es. El premio se le ha concedido a Charles Taylor, un pensador excepcional cuya obra se puede valorar tanto a nivel personal como en la vida pública. En su Canadá natal, Taylor fundó el New Democratic Party, dio lugar a debates, a una política de inmigración y a una política étnica, además de jugar un importante papel para mantener a Quebec como parte de Canadá con un estatus especial que reconoce su distintiva cultura. Taylor ejerce una influencia global como pensador católico, es líder de la izquierda demócrata social y portavoz que combina liberalismo y defensa de la comunidad. Sus publicaciones ofrecen a los lectores diferentes temas de interés, que van desde la identidad personal a los retos de la democracia moderna, pasando por la religión en una época laica.

Esta guía no es para nada completa. Señala dónde podemos empezar a interesarnos por uno de los mayores pensadores de nuestra era. Además, en relación con el Premio Berggruen, Taylor ha contribuido a organizar de nuevo debates sobre lo que supone ser humanos y sobre por qué la cultura y la política importan en la existencia humana.

El yo

Se lanzan muchas críticas al individualismo moderno occidental. Taylor reconoce que puede parecer algo estrecho, superficial y demasiado centrado en el interés propio instrumental. Aun así, rechaza la negatividad simple. La idea moderna del yo trajo nueva riqueza y libertades a la vida humana. No sólo se construyó sobre la base de la idea de San Agustín del espacio interior y la importancia de la memoria. También añadió dimensiones distintivas que lo abrieron para acoger la igualdad de una forma que no lo había hecho el pensamiento antiguo. Luchamos por el significado y el propósito de nuestras vidas y eso es una indicación del potencial que se abre para nosotros.

En Fuentes del yo, Taylor traza el desarrollo de este pensamiento moderno sobre lo que significa ser una persona y explora sus contribuciones positivas y posibilidades, así como sus límites y sus flaquezas personales. La historia se sucede en varias fases. La época de la Reforma Protestante (y la respuesta católica, que nunca se limitó simplemente a la resistencia) jugó un papel importante. Eso mismo hizo la Ilustración y la celebración de la razón, aplicada al conocimiento de sí mismo y asociada a la idea de autocontrol.

Charles Taylor quiere mostrar a los seres humanos como un proceso de transformación que no está determinado simplemente por la naturaleza. El filósofo demuestra cómo las ideas pueden formar nuestras vidas.

No obstante, Taylor pone un énfasis especial en Jean-Jacques Rousseau y los románticos. Ellos se basaron en tradiciones más antiguas, integraron el amor romántico, las emociones y la estética en su registro del yo humano y abrazaron la naturaleza de una forma positiva e innovadora. Rousseau convirtió en un ideal el hecho de llevar una vida de acuerdo con la naturaleza (en lugar de dominar la naturaleza y escapar de los instintos básicos). Johann Gottfried Herder argumentó que la naturaleza humana no es una fuerza determinante, sino un rango de posibilidades y capacidades que requieren expresión. Tan básica es la noción de la expresión propia que los modernos apenas pueden pensar en el yo sin ella. Esto transformó la idea cristiana de la vocación o la llamada y apoyó una nueva idea de igualdad basada en el reconocimiento de la diferencia.

El lenguaje fue un medio crucial para esta expresión, junto con el arte, la religión, la acción y las relaciones éticas. La humanidad se expresó de forma diferente en culturas diferentes e incluso persona por persona. Esta diversidad no fue determinada por una naturaleza humana fija; se hizo disponible por las capacidades naturales de los seres humanos. Resolver sus consecuencias es una tarea básica para los seres humanos, tanto a nivel de las diferencias culturales como en la vida individual. También lo es conciliar lo que podría llamarse los lados de la Ilustración y el Romanticismo del yo moderno: la búsqueda del autoconocimiento y del autocontrol y la expresión propia y la autenticidad distintivas.

Fuentes es una historia intelectual, pero con una intención más amplia. Todos los grandes libros de Taylor integran argumentos en historias porque quiere mostrar a los seres humanos como un proceso de transformación, que no está determinado simplemente por la naturaleza. Nos enfrentamos a circunstancias nuevas y también a dilemas recurrentes enriquecidos por una creciente variedad de recursos intelectuales y morales. Al analizar cómo se desarrolló el pensamiento moderno sobre el yo, Taylor demuestra cómo las ideas pueden formar nuestras vidas y, además, que siempre hay múltiples posibilidades sobre la forma en que pueden ponerse en práctica.

Por ejemplo, el individualismo y el centrarse en uno mismo se asociaron al laicismo. Pero ya lo avanzaron los pensadores religiosos del siglo XVII como parte de una relación más personal con Dios, manifestado como alguien que reza de forma individual y que se apoya por una interpretación autónoma de la Biblia.

La devoción religiosa influyó en el desarrollo del yo moderno y a la vez fue transformado por ella.

El Homo economicus es un concepto moderno.

Del mismo modo, el individualismo suele relacionarse con la avaricia y el interés propio. El Homo economicus es un concepto moderno. En relación con lo anterior, hay una línea de desarrollo en el yo moderno que lo considera como "puntual" como si cada uno de nosotros fuera una unidad finita y limitada y, como los puntos de la geometría, miembro de varios grupos, como las naciones o la humanidad en su conjunto. Taylor no niega esto, pero muestra que entre las fuentes del yo moderno también había una revolución moral en la que la "felicidad ordinaria" en este mundo material recibió un valor positivo no simplemente opuesto al espiritualismo místico. Esto iba unido al reconocimiento de profesiones laicas como importantes para el sacerdocio, valorando más la familia y, con ello, reconociendo y extendiendo la infancia como una fase del desarrollo humano. Ni las familias ni las profesiones son simples conjuntos de individuos por separado. También tenemos recursos para recuperar un entendimiento del yo más relacional y socialmente integrado.

Como parte de esta historia, Taylor ofrece importantes lecciones sobre cómo cambian las ideas, destacando que rara vez van simplemente de lo correcto a lo incorrecto, sino que más bien tienden a resolver ciertas debilidades e introducir otras cuestiones potenciales. Esto puede dar como resultado un movimiento general de lo peor a lo mejor, pero siempre hay diferentes caminos posibles, ya que el significado de las ideas evoluciona y escapa de las intenciones de sus creadores. Nos enfrentamos a varias opciones. Podemos limitar el individualismo a nociones de interés propio y necesidad, pero no tenemos por qué. Al fin y al cabo, esto también contribuyó al desarrollo de la noción de derechos humanos. La forma en que juzguemos esta u otras ideas reflejará nuestros "horizontes de evaluación", entre ello lo que pensamos que es posible y lo que pensamos que es bueno. Nuestros compromisos más fuertes ponen otras preferencias en perspectiva.

Autenticidad y reconocimiento

El tema de lo que significa ser una persona, un ser humano, repasa todo el trabajo de Taylor. Es enormemente importante en una era de grandes transformaciones. Las definiciones de lo humano y del yo están desafiadas por las innovaciones tecnológicas, que van de la inteligencia artificial a la modificación genética. También son importantes para descubrir lo que la ética y las políticas tienen que decir de cara a estas nuevas tecnologías. Y además, vivimos en un mundo en que los proyectos de la identidad personal son tan influyentes como el interés propio económico o las tecnologías antiguas en la formación de la política. Esto es cierto en formas "progresivas" como la transformación de género e identidades sexuales y pide derechos igualitarios. Y es cierto en formas "conservadoras" como las pretensiones de comunidades nacionales y comunales defendidas hoy por movimientos populistas.

"Para tratar a la gente con dignidad y respeto, debemos tener totalmente en cuenta sus diversas situaciones sociales". - Charles Taylor

Taylor ha sido uno de los líderes más influyentes en nuestra comprensión de esa "política de la identidad". Según argumenta, esto refleja una necesidad humana de reconocimiento. No sólo existimos y tenemos identidad propia y suficiente. Desarrollamos identidades en contextos sociales y buscamos reconocimiento de la legitimidad de nuestras identidades. Como escribió Taylor en 1994, "siempre definimos nuestra identidad en diálogo con, a veces en lucha contra, las cosas que nuestras parejas quieren ver en nosotros. Incluso después de sobrepasar a algunas personas -a nuestros padres, por ejemplo- y de que desaparezcan de nuestra vida, la conversación con ellos continúa en nosotros toda nuestra vida".

Esto da una importancia especial a las cuestiones de identidad y hace muy desafiantes las negativas de aceptación y respeto. Esto se extiende a identidades que también pueden movilizarse políticamente, como la nacionalidad, la raza, la etnia, el género y la sexualidad. "Un reconocimiento debido no es sólo una cortesía que debemos a la gente. Es una necesidad vital humana. Para tratar a la gente con dignidad y respeto, debemos tener totalmente en cuenta sus diversas situaciones sociales. Esto es especialmente importante para los que tienen una identidad que ha sido sistemáticamente degradada y cuyo derecho a ser tratados como iguales se ha ignorado".

Para muchos modernos, el mayor horizonte de evaluación consiste en ser "fieles a sí mismos".

La política de la identidad y el reconocimiento está reforzada por otro tema central en la cultura moderna: un valor de "autenticidad". Para muchos modernos, el mayor horizonte de evaluación consiste en ser "fieles a sí mismos". Esto va asociado a imaginar -todos tenemos una esencia interna-, a reestructurar la antigua idea del alma individual. La gente suele pensar en ello como su "naturaleza" y puede ser problemático cuando anima a las personas a ver las relaciones como desechables o a imaginar que ser fiel a uno mismo requiere ser inflexible. Pero para Taylor, esto son versiones corrompidas de una idea con mucho potencial ético positivo. Nuestro yo más interno está constituido por nuestros valores y compromisos más fuertes y está formado por las relaciones más importantes de nuestra vida. Podemos acercarnos a la autenticidad como un ideal orientativo, consciente de que no siempre entendemos nuestros compromisos más profundos y de que a veces no los vivimos a la altura. Además, reconocer que todo el mundo tiene su propia forma de ser humano facilita el respeto por los individuos, pero también por diferentes culturas.

El esfuerzo por ser una persona auténtica hace que los modernos tiendan a ser "buscadores". La idea de intentar "encontrarse a uno mismo" no habría tenido mucho sentido en muchas otras épocas. Está muy relacionada con la libertad de restricciones y la disponibilidad material de opciones, por ejemplo en la elección de profesiones, política o movimientos sociales. Taylor usa el término "buscadores" (seekers) para describir a todas las personas que se describen como religiosas o espirituales, pero no dentro de ninguna religión organizada. Esto sugiere una ambivalencia con la que Taylor piensa que viven los modernos, que puede ser preocupante pero también éticamente liberadora y a menudo creativa. Solemos buscar identificación en otras comunidades y culturas, pero también pensamos que podemos elegirlas, y eso es nuevo. Además, las cambiamos. Lo que ocurrió con la "política de identidad" lo refleja. Un uso anterior sugería que las identidades eran maleables y que había fluidez en cómo iban a ser evaluadas, vividas, combinadas. Pero a menudo, la política de la identidad se convirtió en un requisito más rígido para el respeto por identidades supuestamente fijas y esenciales.

Taylor mostró que, con cuidado y respeto, las sociedades pluralistas podían ser más ricas y fuertes que las que buscaban una conformidad integrista.

Quebec nunca está lejos de la mente de Taylor cuando piensa en la política de la identidad y el reconocimiento. Creció con una madre francófona y un padre anglófono. Desde una edad temprana, apostó por una visión multicultural para la provincia y para Canadá, convencido de que en vez de ser "dos soledades", las principales comunidades lingüísticas y culturales de Canadá podrían enriquecerse mutuamente. Cuando se le nombró Chichele Professor en la Universidad de Oxford en 1975, él decidió que sólo se quedaría cinco años, en parte al menos porque quería volver a Montreal y asegurarse de que sus hijas tenían la oportunidad de crecer como bilingües. Contribuyó a expresar el estatus especial racional de Quebec en Canadá. Pero también hizo campaña por mantener a Quebec como parte de Canadá, argumentando que, con cuidado y respeto, las sociedades pluralistas podían ser más ricas y fuertes que las que buscaban una conformidad integrista.

Taylor amplía este punto de forma más general. Ser fiel a ti mismo no tiene por qué significar diferenciarse o intentar compartir una identidad singular sólo con otras personas como tú. Puede -y normalmente debería- significar el reconocimiento de diversos intereses y compromisos en ti mismo, estar abierto a un sentido de posibilidad y guiado por convicciones fuertes (aunque corregibles). Uno de los puntos más importantes de Taylor es que no sólo "tenemos" un yo, sino que tenemos el potencial y normalmente el deseo de ser un yo mejor.

El lenguaje y las ciencias humanas

Como casi cualquier camino de compromiso con el trabajo de Taylor, la política del reconocimiento y la ética de la autenticidad nos devuelve a lo que significa ser humano. El lenguaje es clave. Taylor no sólo está interesado en distinguir a los humanos de otros animales por la capacidad del lenguaje (y, a diferencia de los pensadores del siglo XVII y XVIII, sabemos hasta qué punto otros animales tienen capacidad de lenguaje). Las preocupaciones de Taylor son más bien hasta qué punto el lenguaje nos hace quienes somos, el hecho de que tenemos el lenguaje sólo con compartirlo y de que utilizamos el lenguaje de forma expresiva, no instrumental.

Para Taylor, el lenguaje constituye al ser humano; somos animales de lenguaje.

Para Taylor, el lenguaje constituye al ser humano; somos animales de lenguaje. Taylor amplía la famosa teoría Sapir-Whorf, demostrando que el lenguaje básico y la cultura son las formas en que conocemos a otros seres humanos y el mundo material. Esta es una razón por la que el entendimiento intercultural requiere aprendizaje mutuo, no sólo traducción. También está entre las razones por las que la interpretación es básica para las ciencias humanas.

Se han desarrollado importantes corrientes en las ciencias sociales y del comportamiento por un deseo de lograr "objetividad" desvinculándose de la interpretación. Por supuesto, el conocimiento de los humanos incluye muchos elementos "objetivos", desde la fisiología a la demografía. Pero no puede ser completo -ni sabio- sólo en estas bases. Los humanos no son siempre objetivos y transparentes, ni siquiera consigo mismos. Por ejemplo, a la hora de votar. Alguien puede observar objetivamente a la gente que alza la mano o grita "sí" y "no" en una reunión, pero no puede saber que eso se trata de una votación sin saber algo más sobre una práctica constituida lingüísticamente y sin la base de una cultura que está en todas partes. Dentro de esa cultura, los investigadores pueden dar por hecho esa base, pero la necesidad de interpretación se hace evidente en cuanto se sale de esa base para las interpretaciones de consenso. Las culturas varían y el conocimiento de ningún analista escapa de la cultura. Además, como otras prácticas humanas, votar suele expresar significados que van más allá de decisiones manifiestas e instrumentales.

El lenguaje nos permite reflexionar, planear y entrar a la acción, no sólo con un comportamiento reactivo. Esta fue una clave en la primera gran obra de Taylor, donde demostró por qué las explicaciones deterministas del comportamiento (como el conductismo de B.F. Skinner) deben ser inadecuadas para la acción humana. Hablar es un ejemplo. Hace referencia a un recurso de fondo -el lenguaje- disponible para nosotros sólo porque no somos individuos completamente distintos. Pero hablar es una acción o, más precisamente, una práctica.

Es imprescindible entender las culturas como algo más que catálogos de reglas o estructuras formales.

Taylor ilustra este punto basándose en la famosa aportación de Wittgenstein de seguir una regla. Seguir una regla no sólo depende de conocer la regla en un sentido objetivo (en cuestión de premisas y proposiciones, por usar los términos filosóficos técnicos). Depende también de una base de conocimiento tácito que nunca se vuelve completamente explícito. En palabras de Wittgenstein, las reglas y la capacidad para seguirlas están integradas como "formas de vida" o, en líneas generales, culturas. Pero aquí es imprescindible entender las culturas como algo más que catálogos de reglas o estructuras formales. Empezando por el lenguaje, son redes de significado que la gente no sólo codifica, sino que puebla y promulga. Uno no habla francés sólo porque maneje las reglas de la gramática francesa (y, por supuesto, pocos franceses podrían enumerarlas en detalle). Hablar francés es una práctica y la competencia se consigue mediante la habituación y la internalización, haciéndolo parte de uno mismo. Del mismo modo, seguir una regla es una práctica que depende de la cultura y que la expresa, ya sea una regla aparentemente simple -como las normas de tráfico- o tan compleja como el requerimiento de tratar a otros seres humanos como fines y no como medios.

Este argumento se lanza contra el estrecho Cartesianismo, con el punto de partida de un solipsístico "pienso, luego existo", y todo el proyecto relacionado de epistemología como una cuestión de razón abstracta. Taylor lo elabora en parte porque los avances en la tecnología computacional han propiciado la extensión de nuevas explicaciones del pensamiento y la acción humana más mecánicas, completamente instrumentales. Esto refleja lo que Taylor (siguiendo a Heidegger) llama un enfoque estructurante, que trata el lenguaje simplemente como una herramienta de comunicación y como algo externo a la realidad que nombra o describe. Esta visión anima al reduccionismo hacia los seres humanos, así como el lenguaje.

La era secular

La monumental obra de Taylor La era secular es quizá el trabajo más influyente jamás publicado sobre el fenómeno del secularismo (además de la ideología del secularismo). Desde lo poético a lo científico social, pasando por lo más filosófico, movilizó el asombroso aprendizaje histórico de Taylor para empezar a entender lo que significa vivir en un mundo moderno. Ha transformado las conversaciones en campos como la sociología, la historia, la antropología y los estudios religiosos.

El enfoque de Charles Taylor sobre la filosofía siempre está centrado en compromisos éticos y preocupaciones públicas. Trata problemas intelectuales técnicos, pero nunca se interesa por ellos sólo como problemas técnicos. Escribe de forma accesible. Viaja mucho, no sólo para hablar a públicos diferentes sobre argumentos que él ve como establecidos, sino para entablar conversaciones que siempre son ocasiones potenciales para el avance intelectual, y escucha pacientemente a las preguntas más ingenuas, tratando cada una como si pudiera contener una importante nueva idea. El enfoque de Taylor también amplía la filosofía a todos los rangos de las ciencias humanas y acerca las humanidades empíricas y las ciencias sociales a la filosofía. Para él, parece que el estudio de la filosofía consiste realmente en perseguir la sabiduría.

Los fundadores del Premio Berggruen lo describen como un pensador cuyas ideas son de un vasto significado para conformar el entendimiento propio y el desarrollo humanos. Cuesta imaginar un primer galardonado más apropiado que Charles Taylor.

Este artículo fue publicado originalmente en 'The WorldPost' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano