Los renovadores de las ideas en Iberoamérica

Los renovadores de las ideas en Iberoamérica

Es probable que la mayoría de los nombres de este artículo no les suenen, pero también lo es que en el futuro acaben oyendo hablar a menudo de ellos. Pese a la heterogeneidad de nacionalidades y disciplinas, hay algunos rasgos que muchos comparten: un modo de mirar a su alrededor diferente al que ha prevalecido en las últimas décadas; una manera renovada de integrar temas profundamente latinoamericanos como el indigenismo, el amor por la tierra y la naturaleza, y la necesidad de preservarlo.

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Foto del escritor y periodista argentino Patricio Pron/EFE

Hace algún tiempo le pregunté a Martin Wolf, el prestigioso columnista del Financial Times, que hacia dónde apuntaban las nuevas ideas procedentes del mundo emergente. "No hay", me dijo. "No tienen ideas nuevas". Un tanto arrogante, ¿no? En realidad, no debería sorprendernos. Es la supremacía intelectual del hombre blanco, (mayor) y, sobre todo, anglosajón.

Pero claro que hay nuevas ideas, y gente nueva produciéndolas. Hay nuevas visiones sobre el mundo, sobre los mundos, y formas nuevas de mirar ideas clásicas. Es lo que ha querido poner de relieve esglobal con su lista de los 25 intelectuales iberoamericanos que están redefiniendo el pensamiento iberoamericano. Se trataba de localizar aquellos nuevos rostros, en América Latina, España y Portugal, que comienzan a tener un peso determinado, más allá de sus fronteras nacionales, en sus correspondientes campos de actuación. Porque eso sí, si en una época parecía que el ejercicio intelectual se concentraba en los que se dedicaban a las letras -la literatura, la filosofía, el periodismo- hoy las disciplinas de las que procede, además de esas, son muchas y muy variadas: el cine, la economía, la arquitectura, el urbanismo, el activismo, la política, la empresa, la educación... incluso la gastronomía.

Sí hay ideas, sí. Y muy interesantes. Solo hay que querer rastrearlas y vencer el desafío de que el que no está en el circuito anglosajón, y en inglés, no existe para el debate global.

Así que en la lista hay escritores, como el argentino Patricio Pron, el mexicano Julián Herbert o el venezolano Rodrigo Blanco Calderón; hay periodistas, como el salvadoreño Carlos Dada o la argentina Leila Guerriero; hay cineastas, como el guatemalteco Jayro Bustamante o el colombiano Ciro Guerra -cuya película El abrazo de la serpiente, fue nominada este año para los Óscar-; hay activistas, como la brasileña Alessandra Orofino; arquitectos, como la venezolana Mónica Ponce de León o el chileno Alejandro Aravena; y cocineros, porque hay una nueva (y no tan nueva) generación de chefs latinoamericanos que han revolucionado el modo de entender la cocina, y lo que significa en sus respectivas sociedades, como Gastón Acurio, Soledad Nardelli, Rodolfo Guzmán y Enrique Olvera. Y así hasta 25.

Es probable que la mayoría de estos nombres no les suenen, pero también lo es que en el futuro acaben oyendo hablar a menudo de ellos. Pese a la heterogeneidad de nacionalidades y disciplinas, hay algunos rasgos que muchos comparten: un modo de mirar a su alrededor diferente al que ha prevalecido en las últimas décadas; una manera renovada de integrar temas profundamente latinoamericanos como el indigenismo, el amor por la tierra y la naturaleza, y la necesidad de preservarlo -en la región con más biodiversidad del planeta y, tal vez por ello, la más amenazada-, la violencia instalada en las sociedades y cómo combatirla -en un proceso de transformación individual y colectiva-, las posibilidades de la tecnología para salvar brechas que parecían insalvables -como la democratización de la industria de los satélites que predica Emiliano Kargieman-...

También comparten todos ellos no solo la capacidad de pensar e innovar, sino la voluntad de compartir su trabajo, de difundirlo y de hacerlo llegar a otros. El intelectual encerrado en su torre de marfil parece ya una especie en vías de extinción, mientras las nuevas generaciones se sirven de todos los medios a su alcance para llegar más lejos.

Así que sí hay ideas, sí. Y muy interesantes. Solo hay que querer rastrearlas y vencer el desafío de que el que no está en el circuito anglosajón, y en inglés, no existe para el debate global.

Es probable que en la lista falten muchos nombres -por eso se anima a que cada uno añada los que considere-, pero es innegable que todas estas personas ya están contribuyendo con una gran diversidad de propuestas, en todos los campos, en español y en portugués, a enriquecer las interpretaciones sobre el mundo en el que vivimos.