Desmontando a Emilio Calatayud

Desmontando a Emilio Calatayud

EFE

Cargado de un mensaje profundamente mediático, el juez de menores Emilio Calatayud y su particular "Y así nos va", se hace viral entre grupos de WhatsApp y redes sociales de profesionales de la educación. Se convierte en necesario alertar del riesgo que suponen sus rancias medias verdades y no caer en el error de creer que los casos de pequeños delincuentes con los que trata son la norma y, por tanto, extrapolables al resto de estudiantes.

La especialización

La evolución de un ser unicelular a otro pluricelular supuso el mayor avance de nuestra historia biológica. Trajo consigo la especialización. El reparto de funciones. Ya no se trataba de una única célula realizando todas las funciones vitales. Las realizaban otras diferentes entre sí y especializadas. Así, lograban hacer su trabajo de forma más eficiente.

Es algo que debemos aprender y aplicar. Cada uno a lo suyo. A lo que sabe hacer mejor. Al contrario, podemos cometer errores de bulto.

Tengo aprecio por Emilio Calatayud. Por años me convenció. Sus penas a adolescentes han sido innovadoras y aplaudidas. Hecho que admiro. Pero es especialista en justicia. No en educación. El personaje creado se ha metido en la escuela. O en un jardín. Dudo que quiera salir. Los vídeos, las conferencias, las charlas, la viralidad, venden. Y yo lo respeto. Lo que me decepciona es que compañeros docentes acojan con los brazos abiertos caminar en ese sentido.

No sé si forma parte del personaje de monologuista humorístico o es real. Pero la oratoria intransigente y el contenido retrógrado, apocalíptico y poco riguroso, son impropios de cualquier especialista en educación. Más acorde al cuñado de bar que prolifera en España.

La demagogia educativa

El mecanismo es sencillo. Ganarse con halagos el favor popular. Les contamos a los profesores cuánto les admiramos. "¡Qué mal se portan los niños!" "Es que no estudian". "¡¿Qué es eso de evaluar por competencias?!, ¿adónde vamos a llegar?". "Aprender a aprender. Pero eso, ¿qué es?". "¡¿Y qué es eso de los estándares?!". Nuestro juez sabe qué decir para tenernos de su lado.

Agradezco que intente dar visibilidad a los maestros. Históricamente, zaheridos por la sociedad. Pero la defensa a ultranza de la pedagogía tradicional no es el camino

La retahíla de opiniones campanudas, temerarias y de apariencia inapelable, parecen directamente sacadas de alguna antigua (a veces no tanto) sala de profesores. Despotrica de la administración y de la programación, y muchos te darán la razón.

Agradezco que intente dar visibilidad a los maestros. Históricamente zaheridos por la sociedad. Pero la defensa a ultranza de la pedagogía tradicional no es el camino.

Apuntes pedagógicos

Calatayud nos dice: "Hemos pasado de la escuela preconstitucional a la postconstitucional. Ahora somos todos iguales. Llegó la democracia. Y ciertos psicólogos dijeron que hay que dialogar. Y así nos va. No entiendo cuando se dice que los padres deben educar a sus hijos sin atentar contra su integridad física y psíquica. Que me digan a mí cómo se hace eso." Y ante esto, aboga por buscar el término medio.

Para empezar, nada preconstitucional debería considerarse ni para obtener el término medio de nada. La violencia no genera nada bueno. Ahí están los estudios en investigación. Para denostar cualquier tipo de traza violenta en educación y para señalar el valor de la afectividad, el diálogo y los límites.

Por otro lado, en su media verdad, clarifica un ejemplo que sí que se está produciendo. Algunos padres no están sabiendo cómo educar a sus hijos. Se han quedado sin ese recurso del que habla. Y no pueden con ellos. El problema es que, como antes, no hay formación de los padres para saber hacerlo. La solución iría por ahí. No en volver al pasado.

Pero dirijámonos a lo más puramente escolar. Durante décadas, la literatura científica y sus conclusiones en educación han ido en la misma dirección, pero en sentido totalmente contrario al del mensaje del juez.

"La tarima es importante". Sería importante en un modelo arcaico donde el maestro se sube, transmite el conocimiento a la cabeza del niño y éste lo vomita en el examen. El constructivismo actual afirma que el niño construye el conocimiento de forma autónoma, a través de sumergirse en el conocimiento. Descubrirlo. Contrastarlo. Para después cooperar e interactuar con los demás y solucionar un problema o emprender un proyecto. El maestro es pues, un guía y facilitador que se mueve por toda la clase. Por eso no hace falta tarima.

"Se evalúa por competencias. Y así nos va." Las competencias representan un concepto mucho más complejo y difícil de conseguir que cualquier aprobado en un examen. Se trata de adquirir habilidades para la vida. Comunicación, interacción, resolución de problemas, pensamiento crítico, conservación del medio ambiente, creatividad, valores, sentido de la iniciativa, conciencia y expresión cultural...se engloban dentro de las siete interrelacionadas competencias. Algo más importante que el hacer repetitivos, inútiles y descontextualizados ejercicios mecánicos en cualquier asignatura.

La tarima era importante en un modelo arcaico donde el maestro se subía, transmitía el conocimiento a la cabeza del niño y éste lo vomitaba en el examen.

Chistes, que no me detendré a analizar al quedar en evidencia, sobre aprender a aprender. Rúbricas y registros de evaluación. Aprendizaje basado en tareas. Portfolios. No sé a qué viene tanta queja. No ha cambiado mucho la metodología de una clase desde que la dejó.

Los profesores nos hemos dejado seducir por la demagogia de Emilio Calatayud frente a Montessori o César Bona. Por la falta de rigor frente a la investigación. Por la vieja pedagogía frente a la educación emocional, el aula invertida, el aprendizaje por proyectos, la asamblea, el trabajo cooperativo, los valores cívicos, las inteligencias múltiples, la tecnología o la gamificación. Por la fría y rígida escuela frente a la calidez de entornos educativos más naturalizados y flexibles.

Quedan mencionados ya algunos de los retos de nuestra escuela pública. Cuya lucha, por cierto, nuestro personaje ni menciona.

Y así nos va.

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