Pedro Sánchez: un traje a medida

Pedro Sánchez: un traje a medida

Pedro Sánchez con el primer ministro de Portugal, Antonio Costa, en un encuentro la semana pasada en Bruselas.EFE/Borja Puig de la Bellacasa

La semana pasada Pedro Sánchez completó su gira por Bruselas para darle empaque a su traje de hombre de Estado y explicar, entre otros asuntos, las medidas que su formación política había acordado con el Gobierno para solucionar la mayor crisis institucional desde la vuelta a la democracia. A pesar de ser la cuarta potencia económica de la Unión Europea, cruzar los Pirineos para hacer política parece elevar el nivel, en otras palabras, viste bien. La política busca siempre la apariencia. No obstante, estos encuentros suelen aprovecharse más allá de sacarse la consabida fotografía. Para la refundación de la "cuarta socialdemocracia", el giro a la izquierda –que permita salir del marco de la austeridad permanente– precisa de alianzas más allá del campo estatal. De ahí que, esperemos que Pedro Sánchez haya avanzado más en sus relaciones con António Costa y Jeremy Corbyn que con Jean-Claude Juncker.

Del encuentro con António Costa, el cuaderno de notas debería recoger el desmantelamiento de las políticas de austeridad, las negociaciones con las izquierdas para llegar al pacto de gobierno y los acuerdos programáticos a lo largo de la legislatura. Estas líneas pueden ser claves llegado –o propiciado– el momento político oportuno. El gobierno de izquierdas en Portugal, aunque pueda parecer fácil comparado con las variables que interactúan en España, no fue un camino de rosas. Una de las primeras acciones destacadas de António Costa cuando ganó las primarias (al rival conservador de su partido) fue afirmar que las izquierdas podían figurar en el «arco de gobernabilidad». La confianza labrada con las izquierdas en su etapa como máximo mandatario al frente del Ayuntamiento de Lisboa y la probabilidad de no alcanzar la mayoría absoluta motivaron esa apertura.

Pero, una cosa es Lisboa y otra bien diferente el gobierno de Portugal, por lo que hasta su investidura las presiones al Partido Socialista fueron de alta intensidad para no salirse del arco de gobernabilidad e incluso rehabilitar la gran coalición. António Costa rompió con el consenso político que dominaba en Portugal en torno a la idea de que los partidos a la izquierda del Partido Socialista no estaban capacitados para gobernar. Pedro Sánchez, hizo esa misma jugada cuando en su documento político reconoció la necesidad de llegar a acuerdos con Podemos, dejando atrás la melancolía de la hegemonía de izquierdas de la etapa del bipartidismo.

Pedro Sánchez, en su afán de diseñar un traje para cualquier ocasión, se ha equivocado en lo elemental: la credibilidad.

Después de las elecciones del 20-D, ante la posibilidad real de la formación de un gobierno progresista liderado por el PSOE y Podemos, los sectores más conservadores crearon un arco de gobernabilidad: los partidos constitucionalistas. Cabría destacar que Podemos no ha renunciado en ningún momento de la Constitución del 78, a lo que ha renunciado es que esta sea irreformable y obstaculice un proceso constituyente que bien podría estar canalizado a través de la misma. El objetivo de este arco en el periodo que abarca el proceso de negociaciones hasta las elecciones de junio de 2016 era únicamente de negación. Con la investidura de Rajoy, el arco de gobernabilidad adquirió más fuerza, pero la situación orgánica del PSOE le restaba mayor alcance. Sin embargo, con la crisis de Catalunya y el apoyo de Pedro Sánchez en la aplicación del artículo 155, la idea de los constitucionalistas ha cobrado más fuerza que nunca.

Lamentablemente, esa triple alianza (PP, PSOE, C'S) puede ser el principio del fin de la futura formación de un gobierno progresista en España. El traje de hombre de Estado que quiere vestir Pedro Sánchez requiere el porte de un proyecto político. El PSOE lleva con el proyecto de la reforma constitucional desde la primera legislatura de Zapatero. Sin duda, es una cuestión atractiva para construir la columna de donde emanan todas las leyes y las políticas públicas, además de permitir la recuperación de la capacidad de gobierno que aspira a conseguir desde el 2011.

Pero, Pedro Sánchez en su afán de diseñar un traje para cualquier ocasión se ha equivocado en lo elemental: la credibilidad. Se ha lanzado a normalizar las relaciones con el Gobierno para colocar la primera piedra de la reforma constitucional sin medir otras partes. Lo que debería tener en cuenta es que el Partido Popular ha bloqueado absolutamente todas las reformas de la carta magna, salvo la reforma del artículo 135. ¿De verdad en el PSOE creen que el Partido Popular aceptará un modelo federal para España? Si lo acepta será con el paso del tiempo, como ha ocurrido con la propia Constitución.

El giro a la izquierda de Pedro Sánchez fue un gesto de valentía que despertó grandes expectativas y será estudiado en las universidades. La restauración del consenso o el consenso de la restauración que impide que lo nuevo deje atrás lo viejo, seguramente también será objeto de estudio, pero puede costarle a Pedro Sánchez estrenar el traje de hombre de Estado y el proyecto de gobierno a la portuguesa. Y es que para hacer un buen traje hace falta tomar bien las medidas.

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