Donde nacen los campeones

Donde nacen los campeones

Allá, donde el oxígeno escasea, es donde suelen nacer los campeones. En las circunstancias más adversas, cuando el aire se hace menos respirable y la consciencia se entumece, es donde los elegidos dejan una huella que permanece en el tiempo. El Giro de Italia, a diferencia de la mayoría de las carreras, es un vehículo para llegar al Olimpo a través de unas pocas puertas en forma de cumbres heladas que comunican dos mundos, el terreno y el divino.

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Foto: GETTYIMAGES

Allá, donde el oxígeno escasea, es donde suelen nacer los campeones. En las circunstancias más adversas, cuando el aire se hace menos respirable y la consciencia se entumece, es donde los elegidos dejan una huella que permanece en el tiempo. El Giro de Italia, a diferencia de la mayoría de las carreras, es un vehículo para llegar al Olimpo a través de unas pocas puertas en forma de cumbres heladas que comunican dos mundos, el terreno y el divino; dos mundos casi siempre fundidos de manera engañosa en la mayoría de las pruebas pero que, en contadas ocasiones, se separan por gracia de las orografías más quebradas dejando, para la mayoría de los mortales, la complacencia de lo mundano y reservando, para los escogidos, el regalo de la gloria.

Desde hace más de un siglo la carrera italiana ha explorado las montañas en busca de la travesía más elevada, por eso la imagen de carreteras nevadas es habitual en el Giro. No han sido pocas las ocasiones en las que la climatología extrema ha obligado a anular tramos o suprimir parte del recorrido, pero tampoco han sido pocas las ocasiones en las que un pelotón aterido ha ascendido a un infierno de nieve o, peor aún, descendido, experimentando el aumento de la sensación térmica que agarrota los músculos y con la carretera disfrazada de blanco que vuelve impracticable la marcha.

Todos recuerdan la siempre calificada como "mítica" etapa del Gavia (2.621m) de 1988, que la Gazzeta dello Sport definió como: "El día que los hombres lloraron"; aquella etapa para la historia recordó a otra jornada dantesca, la de 1956 con final en Bondone, que tuvo como vencedor a Charly Gaul ; más reciente queda el caótico descenso del colle d'Esischie (2.370m) en 2003, donde numerosos corredores se fueron al suelo, entre ellos Marco Pantani y Stefano Garzelli que hablaba al término de la etapa sobre la épica del ciclismo.

Entra el Giro en esa fase decisiva, la que separa a los buenos corredores de los campeones.

Entra el Giro en esa decisiva fase tras doce etapas que han ido perfilando la clasificación general, con unos preliminares exigentes que nos dejan algunas certezas como las de Mikel Landa (Sky) y Tom Dumoulin (Giant-Aplecin), que ya no lucharán por este Giro, dos de los favoritos cuya salud les dejó a las puertas del verdadero Giro, el que comienza hoy en la utopía renacentista de Palmanova.

La etapa del sábado (14ª) es la primera de alta montaña, típicamente dolomítica, que bordeará la frontera austriaca para ascender siete puertos, cinco de ellos por encima de los 2.000m. a lo largo de 210km. Se subirá el espectacular passo Sella (2.200m) que es la "Montaña Pantani" de este Giro en recuerdo de la etapa de 1998 en la que, tras superar esta misma cima, el héroe trágico se vistió de rosa por primera vez en aquella edición triste.

Al día siguiente la cronoescalada en Alpe di Siusi (etapa 15ª) servirá para dibujar con mayor detalle una clasificación general que ofrece a estas alturas numerosas y sugerentes incertidumbres, las que representan diez corredores en menos de tres minutos y sin un dominador claro. Múltiples frentes abiertos, fuego cruzado y un orden previsiblemente inestable que tendrá en la jornada del martes (etapa 16ª) y, sobre todo, en las tremendas etapas en los Alpes franceses del viernes (Pinerolo-Risoul, 162km) con el coll dell'Angelo y su cima de 2.744m y el sábado (Guillestre-Sant'Ana di Vinadio, 134km) con tres colosos como el col de Vars (2.108m), el col de la Bonette (2.715m) y el colle della Lombarda (2.350m), el prolongado y agotador epílogo de esta edición.

Entra pues el Giro en esa fase decisiva, la que separa a los buenos corredores de los campeones, los que siempre han unido su tránsito exitoso al desnudo territorio donde escasea el oxígeno.

Este artículo ha sido publicado inicialmente en el blog del autor.