El ciclismo se cita con la historia en la París-Roubaix

El ciclismo se cita con la historia en la París-Roubaix

Las carreteras rotas y arrasadas por los obuses de la Primera Guerra Mundial valieron para que Víctor Breyer, un empleado de L'Auto allá por 1919, el diario organizador de la carrera, bautizara este territorio como el "Infierno del Norte" en una de sus crónicas ciclistas, término que se aplicaría también a la propia prueba, a la reina de las clásicas, la París-Roubaix.

5c8b19eb2400006d054cd88a

Fabian Cancellara encabeza el pelotón atravesando el bosque de Arenberg, seguido de Tom Boonen, en la edición de 2010.

En 1810 el antiguo condado de Arenberg, en la actual región francesa de Nord-Pas de Calais muy cerca de la frontera belga, se integró en la Confederación del Rhin, creada por Napoleón Bonaparte, Protector de la Confederación y emperador del Primer Imperio Francés.

Entre los ríos Scarpe y Escaut, el emperador mandó construir una vía empedrada para facilitar el transporte de mercancías provenientes del puerto de Calais en dirección a Valenciennes, atravesando los bosques de Raismes, Saint-Amad y Wallers. Esta fría y húmeda región, que ha reconvertido sus minas en atractivos espacios de patrimonio industrial, conserva junto a sus castilletes los viejos adoquines del Primer Imperio, protegidos y renovados con mimo periódicamente, custodiados como los protagonistas de una carrera legendaria que cada año cruza estos parajes en un continuo homenaje al pasado, a los adoquines, a los obreros de las minas, protagonistas del Germinal de Zola, a las carreteras rotas y arrasadas por los obuses de la Primera Guerra Mundial que valieron para que Víctor Breyer, un empleado de L'Auto allá por 1919, el diario organizador de la carrera, bautizara este territorio como el "Infierno del Norte" en una de sus crónicas ciclistas, término que se aplicaría también a la propia prueba, a la reina de las clásicas, la París-Roubaix.

Los tortuosos 2,4 km de adoquines del bosque de Arenberg han sido protagonistas de la carrera desde la inclusión de este tramo en la prueba, en 1968. Desde entonces, se ha convertido en un punto crucial de la competición que rompe el pelotón en mil pedazos, la frase "aquí no se gana la carrera pero se puede perder" es una máxima repetida cada año. Los corredores atraviesan temerosos el oscuro y sombrío bosque, situado junto a una mina de carbón, que marca el inicio del "infierno" y en el que muchos favoritos pierden sus opciones engullidos por las sombras. A punto estuvo de cambiarle la vida al gran Johan Museeuw que destrozó su rotula en el pavés en 1998 y casi le cuesta la pierna izquierda: "Ese día, al entrar al tramo, estaba mojado, íbamos demasiado rápido y sentía que no tenía el pleno control de la bicicleta, entonces me dije a mí mismo: tengo que hacer algo porque si no me voy a caer, y en ese mismo momento me di cuenta que estaba ya en el suelo".

Arenberg y toda la mitología que lo envuelve se alza como la imagen absoluta de la dureza extrema y el caos

De la misma manera que las escenas de un constreñido pelotón de ciclistas, empujando a pie sus bicicletas por las estrechas y empinadas calzadas adoquinadas del Koppenberg y el Kapelmuur, constituyen algunas de las imágenes icónicas de las clásicas de primavera, sin duda Arenberg y toda la mitología que lo envuelve, se alza como la imagen absoluta de la dureza extrema y el caos, la del ciclismo de otra época, la de corredores que rompen sus filas desplazados por el firme quebrado y el barro deslizante en una extraña secuencia, imperfecta, casi grotesca, que empuja a los ciclistas a los márgenes del camino en busca de una tierra que trate con mayor ternura los brazos y piernas aferrados al carbono.

Pero no solo de Arenberg vive la París-Roubaix, este año los 256,5 km del trazado incluyen 27 tramos que suman un total de 52,8 km empedrados. Entre ellos, también dos pasos míticos: Mons-en-Pévelè (3 km) y el Carrefour de L´Arbre (2,1 km), situado a 16 km de la meta.

La nómina de favoritos es casi calcada a la que hace una semana se dio cita en Flandes, ahora, con el ascenso de Peter Sagan (Tinkoff) al selecto club de los especialistas de los adoquines, acreditado con sus victorias, en el plazo de una semana, de la Gante-Wevelgem y el Tour de Flandes. Ganar en Roubaix, donde solo ha podido ser sexto (2014), significaría lograr un trío de victorias consecutivas que nadie ha conseguido hasta ahora. Fabian Cancellara (Trek), segundo tras el eslovaco la semana pasada, vuelve a una de sus carreras fetiche, al mismo lugar donde su poderosa exhibición de 2010 generó el absurdo bulo del motor en la bicicleta (aunque el caso reciente de la ciclista belga de ciclocross haya puesto encima de la mesa la realidad del llamado "dopaje mecánico"). Con tres victorias en "el infierno" (2006, 2010 y 2014) aspira a formar parte de una triada de reyes, junto con Roger de Vlaeminck y Tom Boonen, máximos vencedores de la prueba con cuatro victorias cada uno.

Arenberg y toda la mitología que lo envuelve se alza como la imagen absoluta de la dureza extrema y el caos

Con las ausencias del último vencedor, John Degenkolb (Giant) y Greg Van Avermaet (BMC), tercero, emergen nombres como los de Niki Terpstra, vencedor en 2014, que asumirá el papel de líder del potente conjunto Etixx, a la vista de que Tom Boonen no ha podido alcanzar el nivel adecuado para luchar por las victorias en el mes de abril. También Zdenek Stybar, segundo el año pasado, es una de las bazas del equipo. Sep Vanmarcke (Lott NL) figura en las quinielas desde que en 2013 hiciese segundo detrás de Cancellara con solo 24 años. Tercero el domingo pasado, también por detrás del suizo, su progresión hace pensar en un triunfo no muy lejano en alguna de las clásicas de primavera que no acaba de llegar. Alexander Kristoff (Katusha) se quedó a unos segundos del pódium en Flandes, carrera que ganó el año pasado; en Roubaix su mejor puesto fue el noveno conseguido en 2013 y casi con toda seguridad este domingo estará luchando por los puestos de pódium.

Lars Boom (Astana), el vencedor en el pavés descontextualizado del Tour '14, Elia Viviani (Sky), Jurgen Roelants y André Greipel (Lotto-Soudal), Arnaud Démare (FDJ), Edvald Boasson Hageny Mark Cavendish (Dimension Data) son algunos de los hombres que destacan entre los doscientos temerarios que el domingo se atreverán a transitar por "el infierno".

Y de nuevo Juan Antonio Flecha, nuestro español más belga, que compartía el sueño de Duclos-Lasalle de ganar al menos una vez en el velódromo de Roubaix, es nuestra referencia más cercana. Lo consiguió el viejo francés dos veces (1992 y 1993), se quedó con el pódium el español, el mejor de los nuestros (tercero en 2005 y 2010, segundo en 2007) en un terreno plagado de trampas que no nos gusta. Nuestra primavera llegara más adelante, en las Ardenas, pero esas serán ya otras historias bajo las lluvias frescas de abril.