¿Están haciendo daño las sanciones internacionales a la economía de Rusia?

¿Están haciendo daño las sanciones internacionales a la economía de Rusia?

Tras 13 meses largos de invasión de Ucrania y castigo occidental, Putin asume en público que su país se ve tocado. Lentamente, pero se ven ya los efectos. 

Vladimir Putin, en diciembre de 2019, durante la tradicional rueda de prensa de fin de año con la prensa internacional en Moscú.Evgenia Novozhenina / REUTERS

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, admitió el pasado miércoles que las sanciones occidentales impuestas por su invasión de Ucrania pueden tener un impacto negativo a medio plazo en la economía de su país. En una reunión con su gabinete, hizo este inusual reconocimiento con la idea de azuzar a los suyos y que no se duerman en los laureles. Pese a la salida de la recesión pronosticada por el Ejecutivo y el Banco Central ruso, no hay que bajar la guardia, avisó. 

"Un regreso a la trayectoria de crecimiento no debe relajarnos, necesitamos apoyar, fortalecer las tendencias positivas de nuestra economía, aumentar su eficiencia, asegurar la soberanía tecnológica, personal y financiera", señaló en una reunión con el Gobierno. "Y debemos actuar con rapidez, sin burocracia y demoras innecesarias, ya que las restricciones ilegítimas impuestas contra la economía rusa en el mediano plazo, efectivamente, pueden afectarla negativamente", señaló el jefe del Kremlin.

Y es que, pese a las dudas por la efectividad de las sanciones, los efectos ya se están dejando ver. Los cambios no se han producido de hoy para mañana, llevamos ya 13 meses largos de guerra, pero era lo esperado. Putin, que sabía perfectamente lo que quería hacer y el momento ideal para hacerlo, lanzó su "operación militar especial" en un momento dulce de su economía, con excelentes condiciones en cuanto a balanza comercial y presupuestos. Sacar a un país no sólo estable, sino próspero, lleva tiempo, por dura que sea la presión. 

Desde febrero de 2022, cuando se atacó a Ucrania, los aliados de Kiev han ido aprobando paquetes de sanciones que completaban y agravaban los que ya se estaban aplicando por otros excesos rusos, como la anexión de Crimea hace nueve años. Estados Unidos, Reino Unido, Japón, Australia y, claro, la Unión Europea, a la que aspira a pertenecer Ucrania en un futuro. Hasta diez paquetes de sanciones ha aprobado Bruselas, con una unidad desconocida entre los Veintisiete, pese a los múltiples matices y agotadores debates. Han ido a por mandatarios rusos, pero también a por empresarios o colaboradores (más de mil personas) también en el país satélite que es Bielorrusia. 

"Las sanciones tienen por objeto debilitar la capacidad de Rusia para financiar la guerra y se dirigen específicamente contra las élites política, militar y económica responsables de la invasión", detalla el Consejo Europeo. "Las medidas restrictivas no tienen como objetivo a la sociedad rusa. Por esta razón, algunos sectores como el de la alimentación, la agricultura, la sanidad y los productos farmacéuticos quedan excluidos de las medidas restrictivas impuestas",  recuerda.

El organismo que comanda el belga Charles Michel han hecho un recopilatorio del antes y el después que evidencia eso que duele a Putin: que los números evidencian un daño progresivo de las sanciones. "Los indicadores económicos revelan que las medidas restrictivas contra Rusia adoptadas en Europa y en otros lugares han tenido efectos en la economía rusa", afirma. O, en palabras de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, “Rusia está pagando un alto precio, mientras nuestras sanciones erosionan su economía, retrasándola una generación”.

El Consejo sostiene que ha habido "contracción" de la economía rusa. Según el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), 2022 fue un mal año para la economía rusa. Se calcula que el Producto Interior Bruto (PIB) en esos 12 meses se redujo en al menos un 2,2%, en la hipótesis más optimista, y hasta en un 3,9% en el peor de los casos. El Banco Mundial (BM) da unas cifras intermedias: una bajada del 3,5% en 2022.

Es posible que la economía rusa siga contrayéndose en 2023, según las tres fuentes citadas. Se prevé que su PIB disminuya un 5,6% en la hipótesis más pesimista (OCDE) o un 3,3% según el Banco Mundial. El FMI, por contra, espera un ligero crecimiento en 2023 (0,3%), incluso superior al de Alemania.

Un comercio en descenso y una inflación desorbitada

Las medidas restrictivas de Occidente, y particularmente las europeas, están también orientadas a las importaciones de determinadas mercancías procedentes de Rusia y a la exportación de determinadas mercancías a Rusia. La lista de productos prohibidos está concebida "para ampliar al máximo las repercusiones negativas de las sanciones para la economía rusa y a la vez limitar las consecuencias para las empresas y ciudadanos de la UE".

Las cifras demuestran, también en este caso, que las medidas restrictivas están dando resultados. Tanto el Banco Mundial como el FMI calculan que en 2022 el comercio ruso de bienes y servicios experimentará una caída considerable. En 2023 las exportaciones seguirán disminuyendo, y se espera que las importaciones sean superiores a las de 2022.

De acuerdo con estos cálculos, la tasa de inflación de Rusia aumentó considerablemente en 2022, alcanzando casi el 14%. Las previsiones para 2023 oscilan entre el 5% (lo que estima el FMI) y el 6,8% (en datos de los expertos de la OCDE). Unas consecuencias que están llegando más a los ciudadanos que a los grandes jerarcas, aún bien pertrechados en sus fortunas. 

Las sanciones y la guerra -porque obviamente el desgaste de la batalla cuenta a la vez que el castigo de la comunidad internacional- también han tenido repercusiones considerables para las empresas rusas. Desde febrero, el principal índice de la Bolsa de Moscú ha caído en más de un tercio. Hubo una acusada caída del índice a mediados de febrero, de más de 3 600 puntos a menos de 2.200 puntos, justo en vísperas de la invasión. Entre el 25 de febrero y el 24 de marzo, esto es, durante el primer mes de la guerra, la bolsa de valores estuvo cerrada y cerró en 2.470 puntos.

Tras la reapertura, el índice aumentó hasta los 2.800 puntos, para luego volver a caer y estar bajo durante meses. En julio y agosto del año pasado, osciló entre los 2.000 y los 2.200 puntos, para luego tener una remontada en la primera quincena de septiembre, cuando alcanzó los 2.400 puntos. Después, coincidiendo con la andanada ucraniana que le permitió dominar el entorno de Jarkov, cayó hasta situarse alrededor de los 2.000 puntos. En octubre y noviembre, el índice creció hasta los 2.200 y, desde entonces, oscila en torno a este valor, según datos de la propia Bolsa de Moscú.

No son la panacea

El totalitarismo y el expansionismo de Putin no sólo se frenan con sanciones. La comunidad internacional usa esta muleta para ayudarse a presionar, pero no es la panacea, el remedio que todo lo cura. Como explica el economista Martín Recio, "los efectos negativos se están viendo cada vez más, pero hay muchos otros elementos en la economía rusa y en la global que condicionan la situación" económica. 

Sostiene que "los ingresos fiscales del petróleo y el gas en enero cayeron a su nivel más bajo desde agosto de 2020" y que los ingresos mensuales obtenidos por los impuestos y aranceles de las ventas energéticas de Rusia disminuyeron un 46% en 2022. Una de las razones de esta caída es el hecho de que el precio del petróleo Brent apenas ha tenido fluctuaciones de importancia en el último año, mientras que el del crudo de los Urales, que sirve como referencia en Rusia, ha disminuido un 42%, según datos del Ministerio de Finanzas del país. La causa última se encuentra en el tope al precio del petróleo impuesto por los países occidentales, que ha llevado a compradores asiáticos a exigir una disminución en el precio del petróleo de los Urales, expone en analista sevillano.

Explica, en un ejemplo gráfico, que "ya apenas entran microchips en Rusia, por lo que ha llegado a frenar durante meses su producción de coches"; algunos vehículos están saliendo al mercado con "carencias en el navegador o incluso en medidas de seguridad, como los airbags". Sin chips, enfatiza, "también hay menos capacidad de generar munición de precisión y de reponer lo gastado en Ucrania, de producir tanques modernos", justo cuando la ayuda occidental en forma de Leopards, Abrams o Challenger está llegando a su adversario. 

"Ahora, en vez de cortar las importaciones, se trata de cortar los ingresos con los que se pagan esas importaciones, vengas de donde vengan. Es la estrategia más prometedora respecto a las sanciones, pero hay que ser conscientes que, ese a los datos, es a largo plazo, nunca inmediata", señala. Depende, en parte, de la "capacidad que tengan los aliados de Ucrania y sus ciudadanos" de soportar el nivel de ayuda y de descaste en sus economías y depende, también, de los aliados de Rusia, que aún los tiene y son potentes. "Los países sancionadores representan la mitad del PIN mundial, y eso es muy importante, pero existe otra mitad que hace sus cálculos y explota los huecos que puede aprovechar en la Rusia que lo necesita", concluye.

Ahí está China, que juega un papel esencial en el equilibrio económico ruso al negarse a imponerle sanciones; sigue supliendo a su "cálido amigo" (así llamó a Putin el presidente chino Xi Jinping la semana pasada en Moscú) en aquellas importaciones que ya no llegan de Occidente. Se calcula, dice Recio, que un tercio  de todas las importaciones rusas vienen ahora de China. Ambos países comparten su pelea contra la influencia estadounidense en el mundo y se ven amenazados, dicen, por el orden mundial que desea Washington. Ahora, con Ucrania, China se ha convertido en un salvavidas de Rusia, en su primer socio comercial, se ha beneficiado de un 30% más de ventas (un récord) o de la compra barata de energía.

Hay que mirar también a otros actores, como Armenia, que ha multiplicado por tres sus ventas a Rusia, especialmente de tecnología y, más en concreto, de teléfonos móviles. 

"Rusia no está hundida, sino resentida. Si la UE o EEUU necesitan aguantar con las sanciones que imponen y las consecuencias sobre sus nacionales, también Putin tiene que calcular si puede aguantar así un par de años. Es una gota que desgasta sin pausa pero sin prisa", concluye.