La falacia de Rivera y la lógica del péndulo: recordando a Miguel Ángel Blanco (II)

La falacia de Rivera y la lógica del péndulo: recordando a Miguel Ángel Blanco (II)

EFE

En la primera parte de este artículo he intentado explicar por qué la lógica del péndulo, encarnada en la frase de Albert Rivera "Podemos está más cómodo con Otegi que con Miguel Ángel Blanco", es venenosa y éticamente insostenible. Lo es porque dicha lógica causó mucho dolor e impidió que sintiéramos cosas que teníamos derecho a sentir. Yo he odiado a ETA toda mi vida, pero no me dejaban hacerlo con mis palabras o mis experiencias. Tenían que ser las suyas. No entendían o no podían comprender que, en el fondo, no eran experiencias diferentes, sino declinaciones de un mismo dolor. El péndulo no permitía que personas diferentes sintieran dolores hermanos, o que personas diferentes, con experiencias de la violencia diferentes, compartieran un suelo ético. Por condensarlo en una sola imagen, podía ocurrir simultáneamente que en Euskadi tuviéramos manifestaciones separadas contra ETA y que en España no se nos permitiera dolernos con nuestras propias palabras.

Pienso sinceramente que ha llegado el momento de demoler del todo esta educación sentimental. Hay que acabar con el péndulo del PP y sus consecuencias no deseadas, en un sentido y en otro. Da igual que algunas personas abucheen a Manuela Carmena de la manera más infame. Increpar a una persona con su trayectoria es lo mismo que pitar a Marimar Blanco por ser diputada del PP en un homenaje a su hermano, por poner un extremo abominable. Por espantoso que sea tenemos que vencer la tentación de replegarnos, y quienes crecimos en condiciones de violencia cotidiana –en mi caso la Euskadi de los años noventa– quizá podamos aportar algo en ese sentido. Sería un error pretender que mi experiencia convierte este relato en un argumento de autoridad. Mi intención, al contrario, es sumar y construir con otros dentro y fuera de mis coordinadas políticas.

Para ello se me ocurren tres cosas, modestas pero ojalá eficaces, que enunciaré de manera directa y a riesgo de ir demasiado rápido. Lo hago con clara conciencia de parte: soy diputado vasco de una fuerza política joven que no para de recibir golpes injustos por el tema de ETA y de la violencia en Euskadi; una persona cansada de leer barbaridades, fatigada de ver como personas honradas y sensatas son tratadas como sospechosas de barbarie y hostil a las lecciones de dignidad de quienes reproducen clichés sin haber pensado a fondo algo tan largo, ancho y profundo como la violencia en Euskadi. Me dirijo en gran medida a gentes con las que comparto todo o parte del viaje, proyecto político o alguna clase de inquietud.

La primera tarea debería ser contarle a nuestra gente las implicaciones de que nadie tenga el monopolio del sufrimiento. Por tanto, tampoco el de la dignidad. Que una persona fuera asesinada nada más que por ser concejal del PP en Ermua es asqueroso, pero no convierte ese dolor infinito en algo exclusivo del PP. Es de todas y todos. Y si es de todas y todos, que lo es, su memoria también debe ser de todos. No dejemos que nadie mida nuestra integridad y nuestra dignidad. Que no nos arrebaten la capacidad para sentirlo como algo propio. Para esto, creo que la clave es mostrar explícitamente que nos duele exactamente igual, que queremos rendir todos los homenajes, que queremos promoverlos, que es parte de nuestra historia y queremos que sea recordada. No es que estemos con todas las víctimas en general, pero con ninguna en particular. Eso no se entiende. Estamos con todas y cada una de ellas.

Lo que ocurre es que no estamos dispuestos a que nos midan de acuerdo con un péndulo según el cual, ahora que ETA ya no mata, hay demócratas y hay equidistantes. No somos los equidistantes que el PP construyó para poder ser duro hace quince años. Ya no estamos ahí y no vamos a volver. Odiamos a ETA y queremos recordar a sus víctimas con todos los honores. En este caso a Miguel Ángel Blanco. Al PP hay que decirle simplemente que se acabó su educación sentimental. Comprendemos los motivos y condicionantes éticos e históricos, pero se acabó. La próxima vez que se sienten con la institución que corresponda y que se pongan de acuerdo en un texto, en una pancarta o en lo que sea necesario. Nada de medir la integridad de unos y otros a golpe de moción. Se acuerda un texto y una escenografía, y punto. Todo lo demás es absurdo y remite a la lógica pendular. Y si no entran en un diálogo razonable, propongamos los homenajes nosotros mismos. No hay que estar a la defensiva, como si este tema fuera suyo y no nuestro.

Hay que exigir por activa y por pasiva a quienes nos cuentan las cosas, a quienes escriben en las redes sociales, a quienes dirigen medios de comunicación, una esfera pública en la que se hable y se escuche.

Segundo, hay que explicarle a todo el mundo que esto no equivale a acercarse al PP o a convalidar su discurso. Nos quieren en posiciones que puedan calificar de "equidistantes". La manera de disolver esto es, en mi opinión, cambiar de paradigma. Es dejar atrás aquella incomodidad en la que nos sumieron y que ya no rige. No hay nada que temer, nada que ocultar y nada de lo que dudar. Miguel Ángel Blanco es de los nuestros. Las incoherencias y endebleces del PP, las cosas absurdas que hacen, no deben servirnos como autojustificación. No tenemos que ser los de "también estaba el GAL, no te olvides", los de "es un hecho que se torturaba en los cuarteles de la Guardia Civil" o los de "también hay que recordar a las víctimas del franquismo".

Las tres realidades (GAL, torturas, franquismo) son indiscutibles y debemos hablar de ellas, pero no para equilibrar nada. Las violencias que ha habido y hay en nuestra historia son muchas y terribles, pero no se equilibran entre sí. Existen y hay que trabajar con ellas y con su memoria para garantizar que no se repitan, pero no se equilibran entre sí. Un dolor no se compensa con otro. Una injusticia no compensa otra. Remitirse a las víctimas del franquismo, sinceramente, no viene a cuento en la semana que rememoramos a Miguel Ángel Blanco. Por mucho que me importen, como es el caso, no tiene sentido. Mimetiza la lógica pendular, pero con otras heridas. Nos toca asumir de una vez que no estamos en un seminario sobre memoria histórica, sino en primera línea política.

Hay que hablar de todas las violencias y todas las víctimas, por supuesto. Hay que pelear las situaciones en las que uno sabe que no está siendo escuchado, todas las veces que sea necesario. Pero no olvidemos algo: se puede homenajear a Fernando Buesa, Isaías Carrasco o Miguel Ángel Blanco con todo el afecto, justicia y reconocimiento del mundo sin mentar el GAL, Intxaurrondo o a las víctimas del franquismo. No pasa nada. De igual manera, se puede sentir en lo más hondo y recordar el dolor de las familias de Lasa y Zabala sin necesidad de decir que falta Miguel Ángel Blanco en la foto. Esto no es equidistancia: es suelo ético, individual y colectivo, y el suelo ético no nace, se hace; no se equilibra, se cimenta. Hagámoslo nosotros también, desde otros lugares. El trabajo de no caer en la cultura pendular nos corresponde a todas y todos.

Por último, hay que exigir por activa y por pasiva a quienes nos cuentan las cosas, a quienes escriben en las redes sociales, a quienes dirigen medios de comunicación, una esfera pública en la que se hable y se escuche. Las portadas de estos días son un ejemplo de incomunicación. Muchos tuits que he podido leer son inaceptables, los de unos y los de otros. Igualmente, declarar que Podemos "enturbia los homenajes a Miguel Ángel Blanco" es éticamente intolerable, insoportable y causa más dolor del que nos imaginamos y de lo que la dirección de El Mundo se imagina. Robustece estereotipos injustos, reduce a muchas personas –de Podemos y no de Podemos– a algo que no son, enaltece a quienes no han pensado a fondo la significación profunda de ETA, excusa su agresividad, y sobre todo causa dolor. Es un titular, como la frase de Rivera, escrito en la lógica pendular que tenemos que desbordar entre todas y todos. No me ha sido sencillo, pero si me he animado a poner todo esto por escrito es porque siento que se le puede hacer mella desde ya.

Detrás de los titulares no hay malas personas, sino estructuras y lógicas de sentimiento muy arraigadas y de las que toda la sociedad ha sido partícipe en mayor o menor medida, a favor, en medio o en contra. Por supuesto que muchas veces a quien pone el titular le interesa más la polémica que contar bien las cosas, pero otras ocurre que las personas –todas las personas, pues no existe un punto de vista privilegiado sobre esto– no sabemos contar lo que nos pasa más que con las herramientas que ya tenemos y que, de hecho, nos constituyen como sujetos.

Se cumplen veinte años de un asesinato que cambió la historia de la democracia en España. Ojalá las cosas hubieran sido diferentes, entonces y hoy, pero eso no le quita importancia a lo que Miguel Ángel Blanco significó y significa en nuestros días. Para construir el futuro vamos a necesitar memoria, reparación y justicia para todas las víctimas. Decía Teresa Vilarós, a propósito de la Transición y la memoria, que coser algo, por ejemplo una herida, implica dibujarlo, recorrer sus contornos y, en ese sentido, resaltarlo. No estamos a tiempo de no tener cicatrices. Intentemos al menos que en el recuerdo de cada víctima nadie sea más que nadie, pero tampoco menos. Es la mejor garantía de no repetición, de veracidad y de futuro.