Los Mossos d'Esquadra de Salou tenían razón, como siempre

Los Mossos d'Esquadra de Salou tenían razón, como siempre

Si hemos decidido apostar, teórica o prácticamente, por la transparencia a todos los niveles, e incluso existe una ley de transparencia que no deja fuera de su ámbito, en mayor o menor medida, ni siquiera a la casa real, exigir mayor transparencia en las actuaciones policiales es una cuestión de coherencia.

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Foto: Quique García/EFE

Los Mossos d'Esquadra de Salou tenían razón. ¿Quiénes iban a ser si no? Si los Mossos que llevaron a cabo la actuación policial que acabó en una tragedia nos dicen que el que iba a ser detenido se tiró solo desde un tercer piso, así es. ¿Qué más hay que decir, pedir o preguntar si nos cuentan la versión buena? Sí, la verdadera. ¿Por qué tanto revuelo en internet sobre lo que realmente pasó? Últimamente, los comentarios en las redes sociales dentro de las páginas de los diferentes medios de comunicación cobran más protagonismo incluso que las noticias mismas.

Claro, porque ahí puede opinar cualquiera: hay comentarios para todos los gustos. Pero la verdad es que son necesarios en un Estado democrático, porque una mejor opinión pública se forma a golpes de contraste. Aun así, lo que no parece entendible para muchos es cómo se puede dudar de la versión oficial; cómo se puede discrepar, a falta de pruebas concluyentes, de que así ha sido, si lo dice la policía. Dicho de otro modo, hay versiones que rozan lo sagrado. La teoría es bien simple: es así porque así es. Además, si lo ratifica alguien de más rango, que tampoco estaba durante la intervención, es tema zanjado. No hay nada más que añadir, porque ha recibido el último toque de veracidad que le hacía falta.

Es costumbre en esta clase de operaciones que el secretario judicial que tiene que presenciar los hechos se quede fuera del edificio, sobre todo en intervenciones tan peligrosas como, parece ser, detener a delincuentes muy peligrosos del top manta. Quienes critican o dudan de la versión oficial del suceso son una suerte de herejes que ni entienden que los policías actúan en el marco del cumplimiento de su deber ni sopesan el riesgo que conlleva arriesgar su vida a diario por el bien de la sociedad. No se entiende. ¿Cómo se puede poner en el mismo saco a delincuentes y policías? Es una vergüenza, opinan algunos. Hay que fiarse de los agentes de policía siempre, porque dudar parece ser un rasgo de irreverencia demasiado insolente. Ahora bien, en un Estado democrático y de derecho, los ciudadanos no tienen o no deberían tener reparo en criticar las decisiones o actuaciones de todos los poderes, incluso del mismísimo presidente del Gobierno y de los diputados elegidos democráticamente. Podemos, incluso, dudar de sus intenciones, pero en el caso de la policía parece tabú. Muy tabú. De lo contrario, se diría que preferimos el caos.

Si hemos decidido apostar, teórica o prácticamente, por la transparencia a todos los niveles, e incluso existe una ley de transparencia que no deja fuera de su ámbito, en mayor o menor medida, ni siquiera a la casa real, exigir mayor transparencia en las actuaciones policiales es una cuestión de coherencia. Cuando un bien jurídico tan valioso como la vida humana perece en circunstancias más bien confusas los ciudadanos tienen derecho a poder disponer de toda la información posible sobre lo ocurrido. Ahora bien, las leyes se tienen que cumplir y es deber del Estado hacer que se acaten en todo momento. Al vivir en determinado país, nos guste o no, estamos obligados a respetar sus leyes. No es una opción.

Este artículo ha sido escrito por Alex Serra Vila y Eli Dimitry Zetrenne.

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