Ciudadanos del siglo XXI, ciudadanos digitales

Ciudadanos del siglo XXI, ciudadanos digitales

ISTOCK

Los últimos meses de 2016 nos trajeron una aparentemente nueva disrupción causada por la digitalización: la difusión viral de las noticias falsas. Resultaron cientos de miles los que, por ejemplo, dieron crédito a la participación de Hillary Clinton en una red pedófila . Sin embargo, no deja de ser un fenómeno existente desde el origen de los medios de comunicación de masas. Baste recordar como el hundimiento accidental del Maine en 1898 fue convertido por los medios en una acción bélica de España y se convenció a los norteamericanos que declarar la guerra a nuestro país era causa justa.

Las redes sociales, como ha reconocido el propietario de Facebook, se han convertido en un medio de comunicación, dejando de ser sólo un canal de relación entre personas. De acuerdo con el informe anual sobre noticias digitales del Instituto Reuters, los ciudadanos muestran una conformidad cada vez mayor con tener las noticias servidas a través de un proceso de selección automático. La consecuencia es el refuerzo de la tendencia global a hacer de las redes sociales la principal fuente de información. La aparente desaparición del factor humano en la selección de noticias y su sustitución por algoritmos proporciona a todo el proceso de presentación de la noticia un aura de mayor independencia.

La fe ciega en la independencia de los algoritmos no se reduce a los utilizados en el sector de los medios de comunicación. Un estudio reciente publicado por Accenture afirma que los clientes de los bancos preferirían ser informados sobre sus inversiones por las máquinas. A los consumidores les atrae el asesoramiento financiero de los robots porque lo consideran más imparcial. Es extremadamente preocupante que este gran malentendido sobre la naturaleza de los algoritmos se esté expandiendo a su uso en cualquier área. De un lado, como producto de una mente humana, el algoritmo hereda el sesgo de su creador, sus principios y sus valores. De otro, tampoco los algoritmos son ajenos a la infalibilidad, como demostró el caso de la eliminación automatizada en Facebook de la campaña de concienciación de la transexualidad infantil del colectivo Chrysallis.

El anafalbetismo digital seguirá entre nosotros sin el desarrollo de políticas activas de capacitación digital.

Los gobiernos comienzan a preocuparse por la transparencia de los algoritmos. Es quizás en Alemania, por la proximidad de la cita electoral, dónde resulta más evidente la intranquilidad. Sin embargo, el problema no es la naturaleza de los algoritmos, sino las falsas concepciones sobre los mismos de amplias capas de la población que reflejan los casos antes expuestos. Resulta inquietante que sean usuarios de Internet el 76% de los europeos y tan sólo el 55% de ellos tengan las competencias digitales básicas. Imaginemos que pasaría en un carril para bicicletas donde una tercera parte de los que circulan por el mismo no supieran mantenerse sobre dos ruedas.

La solución a la crisis de las noticias falsas en las redes sociales no está en introducir marcados de noticias bajo sospecha de forma automática o manual, sino en extender entre los ciudadanos una visión crítica de los medios digitales. Las carencias formativas en este ámbito abonan el terreno para que quienes utilizan la red se vean involucrados en diversas situaciones de riesgo. Un bajo conocimiento del entorno digital no sólo lleva a creencias falsas sobre la veracidad de las noticias, también provoca compartir información personal de modo inadecuado, estar más expuesto al ciberacoso o mayor posibilidad de ser víctima de distintos trastornos conductuales asociados a las nuevas tecnologías. En definitiva, conduce a una vivencia ciudadana de baja calidad.

No se nace con ciencia infusa digital por nacer rodeado de tecnología, como bien recordaba recientemente Borja Adsuara. Por fortuna, parece que ha dejado de pensarse en la capacitación digital de la sociedad como un futuro irremediable que vendría con el crecimiento de las nuevas generaciones. Cuando Monterroso despertó, el dinosaurio seguía allí. El anafalbetismo digital seguirá entre nosotros sin el desarrollo de políticas activas de capacitación digital. Y los ciudadanos del siglo XXI sólo podrán considerarse como tales si están formados en la realidad digital que les rodea.