Supongamos que tenemos un abrelatas

Supongamos que tenemos un abrelatas

Creo que el chiste del abrelatas viene a cuento para relativizar el alcance de las conclusiones de la simulación llevada cabo por el staff del FMI en su ultimo informe relativo al art. IV sobre España. Y el de las declaraciones que el vicepresidente de la Comisión Europea y Comisario de Economía Ollie Rehn ha formulado en su blog dos días después, asumiendo las ventajas de una reducción generalizada de salarios a los españoles.

Es conocido el chiste de tres náufragos -un químico, un ingeniero y un economista- que al cabo de varios días en la consabida isla desierta dan con un paquete de alimentos enlatados. En la isla solo hay arena por todos lados, ninguna piedra ni árbol que contribuya a disponer de instrumento valido para abrir las latas. En una primera ronda de opiniones, el ingeniero y el químico tratan de apelar a sus respectivas áreas de conocimiento para deducir alguna habilidad con la que abrir las latas. El economista apenas reflexiona unos segundos y manifiesta: "supongamos que tenemos un abrelatas". Desconozco si en alguna de las versiones del chiste, que admito recuerdo mal, los otros dos aceleran la transición al canibalismo y terminan con mi colega.

Pero creo que el cuento viene a cuento para relativizar el alcance de las conclusiones de la simulación llevada a cabo por el staff del FMI en su último informe relativo al art. IV sobre España. Y el de las declaraciones que el vicepresidente de la Comisión Europea y comisario de Economía Ollie Rehn ha formulado en su blog dos días después, asumiendo las ventajas de una reducción generalizada de salarios a los españoles.

El ejercicio de simulación planteado por el FMI trata de anticipar los resultados de un pacto social cuya pieza fundamental es la aceptación por los representantes de los trabajadores de una reducción de los salarios nominales de un 10% en dos años. Como compensación parcial también se reducirían temporalmente las cotizaciones a la Seguridad Social en un 12 o 13%, a las que seguirían un aumento en el IVA dos años mas tarde (mejor aumentando la base en lugar de los tipos). Los empresarios, también se supone, responderían a esos menores costes laborales con descensos en los precios de sus bienes y servicios.

Asumiendo que el pacto social es creíble, y que se palian "las dificultades inherentes al modelo", el FMI anticipa que el ajuste en salarios y precios sería relativamente rápido. El crecimiento económico aumentaría 5 puntos en cinco años, el empleo crecería en 7 puntos en 2016 y, como consecuencia de todo ello, también se acabaría reduciendo el déficit publico. Hasta aquí lo que dice el ejercicio de simulación consecuente con tener un abrelatas.

Pero el problema es que haría falta más de un abrelatas, o uno multiuso, porque las hipótesis de que parte esa simulación no son poco relevantes. La suficiencia de la demanda exterior para que actúe como determinante de ese crecimiento a través de incrementos en las exportaciones no está en modo alguno garantizada. El Fondo supone que ese descenso en precios y salarios resultaría en una depreciación real de aproximadamente el 5% a lo largo de tres años, lo que estimularía las exportaciones y debilitaría las importaciones, más aun de lo ya conseguido en estos años de "devaluación interna".

Como el propio FMI admite en la reciente actualización de sus previsiones económicas, ni las economías avanzadas (mucho menos Europa), ni las emergentes van precisamente a intensificar su demanda en los próximos meses.

Pero el supuesto de disposición de un buen abrelatas está también presente en la facilidad para concretar en las condiciones actuales un acuerdo social tan ambicioso. Hacerlo después de seis años de crisis, con un impacto diferencial muy severo en las rentas mas bajas y mas endeudadas, tras dos años de descensos en los salarios reales, no es un propósito muy viable. Tampoco sería muy aconsejable.

El propio Fondo admite que si tras ese acuerdo el empleo no crece como se esperaba, el resultado sería una contracción significativa de la demanda y un mayor déficit fiscal. La ya complicada situación financiera de las familias, con niveles muy elevados de deuda sobre renta disponible, se vería dañada adicionalmente. Y con ella la salud del también vulnerable sistema bancario.

Que el FMI difunda ese tipo de ejercicios no es para llevarse las manos a la cabeza. Quizás más llamativo es que el comisario de Economía los haga suyos y no contemple alternativas menos riesgosas y más convenientes al conjunto de la UE, como la concreción de planes de inversión comunitarios que tendrían un impacto mucho más cierto en la demanda agregada. Es esta la que hay que intensificar, como han hecho en EEUU o más recientemente en Japón. Hay que hacerlo para que Europa deje de ser el lastre principal sobre el crecimiento global, pero desde luego, para que las economías de la eurozona más deprimidas, las que en mayor medida sufren las consecuencias de políticas de austeridad inadecuadas, puedan iniciar una mínima recuperación.