Mari Trini, una señorita tranquila y sencilla

Mari Trini, una señorita tranquila y sencilla

'Escúchame', uno de los discos emblemáticos de la cantautora murciana, cumple medio siglo.

Portada de 'Escúchame' de Mari Trini.HISPAVOX

En aquel viejo país ineficiente, algo así como España a principios de los setenta, una muchacha de apenas veintitrés años había conseguido una inesperada popularidad en apenas unos meses. No era presentadora de televisión, ni millonaria, ni deportista ni mucho menos una actriz exuberante, los únicos trampolines desde los que la mujer podía saltar a la fama en aquella época, sino una cantante menuda, tímida y afrancesada. Desde su regreso a Madrid, había publicado tres discos pequeños.

Mari Trini lo tenía todo a favor para no haber llegado a nada. El nombre artístico no parecía bonito, como observaron en su día algunos lectores del diario ABC. Tampoco aportaba titulares escandalosos ni huía de los fotógrafos. Nadie se la imaginaba animando un guateque, como Karina, triunfando en Eurovisión, como Massiel, ni mucho menos saludando a la revolución.

A lo largo de 1970, sin embargo, se obró el milagro. Con el apoyo de dos genios, el productor Rafael Trabucchelli y el compositor Waldo de los Ríos, Mari Trini escala hasta la cima de las listas de ventas. Es la primera vez que una mujer consigue en España esa proeza. Su disco Amores, cargado de letras sencillas y emotivas, permanece imbatible entre los más escuchados durante más 48 semanas, otro hito.

Con canciones como Cuando me acaricias, Mari Trini, que en algunas entrevistas aparece fotografiada junto a su secretaria, Claudette, introduce una nueva sentimentalidad y, sin estridencias, pone contra las cuerdas la hipócrita moral del franquismo que obliga a los amantes, en cualquiera de sus modalidades, adúlteras, heterosexuales, homosexuales, a tener que esconderse para vivir su pasión de lluvia, amor y fuego.

“Su vida privada, a nivel popular –explica ABC-, no es motivo de comentario. Su figura menuda no se deja ver con frecuencia en los templos que frecuentan otras de nuestras máximas figuras que simultanean su dedicación al arte con la asistencia a pequeñas, medianas o grandes fiestas. La voz grave de Mari Trini suena en los recintos de un teatro entre las paredes de los hogares a través de la radio o la televisión. Y canta, ¿siempre o casi siempre?, al amor.”

La popularidad del elepé, la aparente fragilidad de su figura, desatan en la opinión pública una corriente de cariño y simpatía. Casi de un día para otro, le llueven las invitaciones, los premios, las ofertas, los agasajos y, por supuesto, los conciertos. Su caché supera las 100.000 pesetas por actuación, la misma cantidad Manolo Escobar o Juan Pardo que tienen a sus espaldas una carrera más dilatada.

Tras un año agotador de galas y varias giras por Europa e Hispanoamérica, Trabucchelli y De los Ríos se reúnen a principios de 1971 con la artista para preparar el nuevo repertorio. En realidad, con tanto ajetreo, la cantautora no ha tenido apenas tiempo para componer. Tampoco Waldo, cuyo disco Sinfonías arrasa en medio mundo y al que le cuesta compaginar su labor de arreglista con sus compromisos como director de orquesta.

Sobre la mesa, hay una canción que parece clave, Escúchame, un mensaje optimista frente a la tristura que se empeñan en subrayarlos detractores del estilo de la intérprete. (Aprende a olvidar, intenta luchar./Aprende a soñar,/no dudes ya más…). El mismo tono alegre tiene Canciones a mi manera, que se había descartado en las primeras sesiones de grabación para la RCA. De esa etapa proceden también Canción vieja, compuesta por Patxi Andión, y Seré silenciosa.

En cualquier caso, falta material para completar el disco. Waldo pone su toque personal en tres versiones: La fanette, de Jacques Brel, Me marcharé, de Becaud, y la mejicana Que seas feliz. De Ayer, que formaba parte de una vieja zarzuela del maestro Giménez, extrae un duro retrato del paso del tiempo y las ilusiones perdidas.

Pese a la impaciencia de la discográfica, la producción del disco se desarrolla con mucha lentitud. En alguna ocasión, incluso, el productor llega a perder los nervios. Miguel Ramos, un veterano músico que había estado exiliado en París y que a su regreso se ha incorporado al equipo de Trabucchelli, realiza los arreglos de Milord, el viejo éxito de la Piaf. Ramos escribe, además, la música para un texto de la cantante, Yo confieso.

Falta un tema para completar el trabajo. El tiempo apremia. Casi por casualidad, Trabucchelli vuelve a escuchar una de las composiciones que Mari Trini había grabado en Francia en 1965, Ce n’est pas moi, con un cierto aire a lo Françoise Hardy. El arreglo de Ramos le da un tono menos ingenuo y más agresivo. Yo no soy esa que tú te imaginas, empieza diciendo una letra que será asumida como un himno por las mujeres de la época.

Al fin, hace ahora medio siglo, en noviembre de 1971, se ponía a la venta el elepé Escúchame. Ese mismo año se habían publicado Mediterráneo, de Serrat, Trapestry, de Carol King, Mozartmania, de Waldo de los Ríos, o Sticky Fingers, de The Rolling Stones. Hispavox y su sonido Torrelaguna vivían una época de esplendor, como acreditaban éxitos como Soy rebelde o En un mundo nuevo. Para el negocio discográfico, aquella fue una época dorada.

De Escúchame, que será reeditado próximamente en vinilo por Warner,  se venderían cientos de miles de discos en todo el mundo a lo largo de 1972. En la primavera y el verano, Yo no soy esa, convertiría a Mari Trini, no ya en una de las artistas españolas más populares del país, sino en un icono de la lucha por la igualdad de la mujer. Cinco décadas después se sigue cantando con la misma fuerza e ilusión de aquel tiempo.

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Miguel Fernández (Granada, 1962) ejerce el periodismo desde hace más de treinta y cinco años. Con 'Yestergay' (2003), obtuvo el Premio Odisea de novela. Patricio Población, el protagonista de esta historia, reaparecería en Nunca le cuentes nada a nadie (2005). Es también autor de 'La vida es el precio, el libro de memorias de Amparo Muñoz', de las colecciones de relatos 'Trátame bien' (2000), 'La pereza de los días' (2005) y 'Todas las promesas de mi amor se irán contigo', y de distintos libros de gastronomía, como 'Buen provecho' (1999) o '¿A qué sabe el amor?' (2007).