'Las efímeras', naturaleza desgarradora

'Las efímeras', naturaleza desgarradora

Las efímeras es, ante todo, una novela sobre las miserias humanas, y es ahí donde reside su mayor acierto. Es una reflexión sobre la hostilidad de los humanos, sobre los límites a los que la raza humana puede llegar cuando se siente desprotegida, desamparada en un entorno agresivo.

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Pilar Adón (Madrid, 1971) es una de las narradoras más sólidas de nuestro panorama actual. Lo sabíamos antes de la llegada de su último trabajo, Las efímeras (Galaxia Gutenberg), una novela donde lo que se insinúa tiene más fuerza que lo que se muestra a simple vista. La madrileña, poeta, cuentista y traductora literaria vinculada a la editorial Impedimenta, es una de esas autoras que mima tanto la historia como el ritmo y la sonoridad del texto. Entre este trabajo y el anterior han pasado cinco años, un tiempo en el que no ha parado de crear -El mes más cruel, recopilatorio de cuentos, y la novela Las hijas de Sara, son algunos de sus anteriores trabajos-, y que ha necesitado para dar forma a una historia en la que lo humano se mezcla con lo animal, y donde la naturaleza es un personaje más. Ambientada en la Ruche, una -aparentemente- idílica comunidad en medio del bosque regida por normas como el respeto y la libertad, pronto las miserias humanas y las obsesiones se adueñan del ambiente en el que habitan, entre otros personajes, las hermanas Oliver. A través de la asfixiante relación de Dora y Violeta, Adón profundiza en los grandes temas de la historia: las dependencias humanas, las relaciones de poder, el deseo de venganza y la posesión.

Las efímeras es, ante todo, una novela sobre las miserias humanas, y es ahí donde reside su mayor acierto. Es una reflexión sobre la hostilidad de los humanos, sobre los límites a los que la raza humana puede llegar cuando se siente desprotegida, desamparada en un entorno agresivo. El miedo y la violencia también están muy presentes en la trama, ambas de manera sugerida, sobrevuelan la historia y guían al lector a través de cada capítulo. La naturaleza, como no podía ser de otro modo en una novela tan claustrofóbica, es hostil, desgarradora. La lluvia acompaña a Dora y a Violeta, dos hermanas con una turbia relación de dependencia, dos seres obligados a entenderse a pesar de las diferencias que existen entre ambas. Lo que a priori puede entenderse como un ejemplo de amor fraternal, una obsesión por el cuidado y la protección de la hermana más débil por parte de la dominante, pronto desencadena una lucha de poder entre ambas. ¿Quién es la débil? ¿Qué se esconde detrás del instinto de protección? Parece preguntarnos la autora. La dominación que Dora ejerce sobre Violeta proviene del miedo a perderla, del miedo a la soledad, a ser engullida por ese entorno casi utópico en el que viven.

Como ya sucedía en los cuentos de El mes más cruel, Pilar Adón muestra que sus territorios narrativos -al menos por ahora- están lejos de las ciudades. La naturaleza es para la madrileña una fuente narrativa llena de recursos. Sin embargo, la naturaleza que encontramos en Las efímeras no se aleja tanto del territorio ingobernable en el que vivimos la mayoría de mortales. Las miserias de los protagonistas, la huida que emprenden hacia callejones sin salida, son algunas de las constantes de la sociedad en que vivimos y en la que nos movemos como animales asustados, en la mayoría de ocasiones. Una sociedad de la que no podemos escapar, como tampoco parecen poder escapar las hermanas Oliver de esa comunidad donde nada es lo que parece.