Diógenes, el candil y el PSOE "verdadero"

Diógenes, el candil y el PSOE "verdadero"

EFE

Igual que Diógenes durante su exilio deambuló por las calles de Atenas con un candil en la mano en busca de hombres honestos, hay algún socialista que estos días, tras declararse atónito y amilanado por el devenir de su partido ante el conflicto catalán, confiesa andar -quinqué en mano- en busca del PSOE "verdadero". Todo un ejercicio de nostalgia por un viaje imposible que, no por añorado, parezca realizable en el contexto actual.

  5c8a823a20000045046f3bacAOL

Ni España es la misma que hace cuatro años, ni la socialdemocracia mantiene su holgada primacía entre las fuerzas políticas de izquierda, ni el independentismo está donde estaba en 2015... Todo ha cambiado, incluidos los números uno del PSOE y del PSC. Donde antes escribíamos Rubalcaba, hoy tecleamos Sánchez y donde mencionábamos a Navarro, citamos a Iceta. Pero el resultado, a efectos internos, es el mismo: el PSOE siempre se movió hacia las posiciones del socialismo catalán, su partido hermano. Ora para darle oxígeno en un irrespirable mapa político, ora para erigirse en árbitro entre el inmovilismo de la derecha y el rupturismo de los independentistas. El caso es que una vez se impuso la "realidad nacional", la "ordinalidad" y la "España federal" y otra "la nación de naciones". Pese a ello, el PSC ha caído en picado, elección tras elección hasta llegar a su actual mínimo histórico con 16 escaños y tan sólo un 12,70% de votos.

Pero, invadidos por símbolos y palabras de un ayer en el que decir Granada era sinónimo de acuerdo y hablar de giro federalista servía de equivalencia a un modelo compartido con el que evitar la voladura de los puentes entre territorios, algunos se han quedado atrapados como si el pasado vivido quedara resumido en una estampa perfecta de esplendor.

  5c8a823a2300005400e6a60eEFE

La realidad es que entre Granada y Barcelona hay 900 kilómetros y ocho horas por carretera, además de cuatro años en el tiempo, varias crisis entre PSOE y PSC, una desconexión emocional de muchos catalanes con el resto de España que ha ido in crescendo y una amenaza inminente de ruptura.

El federalismo fue un debate que no estuvo sobre la mesa del PSOE hasta septiembre de 2012, cuando la explosión soberanista enfrentó al equipo de Rubalcaba con la dirección del PSC, entonces a favor del "derecho a decidir" y de una consulta "legal y pactada". Los socialistas optaron por el viraje federal para evitar el divorcio con su partido hermano y, a la vez, tratar de frenar el órdago independentista. Fue así como la vía de un federalismo sin concreción se convirtió en una "obligación histórica con España", según palabras del entonces secretario general del PSOE.

Cuatro años después, igual que la Declaración de Granada y la reforma federal de la Constitución, la de Barcelona también ha sido denostada por la derecha conservadora del PP a cuya crítica se ha sumado el centroderecha liberal de Ciudadanos, amén de algunas voces críticas del socialismo que, de momento, no traspasan los muros del anonimato. Pero lo cierto es que uno y otro texto surgieron con el mismo objetivo: la construcción de un proyecto para que Cataluña y España siguieran juntas.

La diferencia es que el primer documento se escribió en el primer estrépito independentista y como consecuencia de la crisis entre el PSC y el PSOE sobre el derecho a decidir y el reconocimiento de la nación catalana, y el segundo irrumpe en la escena a tres meses del referéndum ilegal del 1 de octubre y después de una victoria de Sánchez en las primarias en la que el PSC ha sido decisivo. De ahí que, entre los convencidos de que en el PSOE cualquier tiempo pasado fue mejor, cunda el temor a que los socialistas hayan dejado de tener un PSOE "de verdad" en Cataluña y el PSC haya conseguido tener una franquicia en el resto de España que se llame Partido Socialista.

Frente a quienes sostienen que con la Declaración de Barcelona el PSOE pierde la inteligencia y sentido de la oportunidad, Sánchez defiende que el texto no traspasa los límites de Granada y que es, además, la consecuencia lógica de aquél pacto entre socialistas impulsado por Alfredo Pérez Rubalcaba, y hoy aprobado en el 39 Congreso Federal por todos los socialistas.

La descentralización de la Justicia, la mejora de la financiación de Cataluña y el regreso al Estatuto de 2006 son todas propuestas trabajadas ya en otros capítulos de la historia del PSOE aunque con otros protagonistas. Esto por no hablar de quién decidió incluir, amén de escribir con su puño y letra el término "nación" en el preámbulo del Estatut para desencallar las negociaciones de la ponencia que reunió a diputados del Parlament y del Congreso antes de que el texto fuera aprobado por las Cortes Generales durante el primer Gobierno de Zapatero.

  5c8a823b250000bd058138c8AOL

En el fondo de lo que se trata es de ocupar el espacio de diálogo y el acuerdo que deja libre la dialéctica del enfrentamiento entre el PP y los independentistas porque pase lo que pase, después del 1 de octubre, los catalanes buscarán una salida, y no parece que el Gobierno de Rajoy -al que Sánchez acusa de "querer gobernar España sin contar con Cataluña"- esté dispuesto a dejar de utilizar de forma partidaria un asunto que en el resto de España le proporciona votos. De momento, en la calle Nicaragua dicen que la posición del socialismo catalán ya les sitúa en el 20% de los votos, ocho puntos más que en 2015. De ser así, los datos desmentirían el tan compartido augurio de que con el reconocimiento de la "plurinacionalidad" el PSOE, además de pagar un alto precio, se alejaría de sus votantes en Cataluña en beneficio de Podemos y los "comunes", que reconocen la nación como término político, y no sólo cultural, y por tanto un encaje diferente en España con una soberanía catalana que supere el artículo 2 de la Constitución.

La batalla de las urnas, como ven, ha empezado, y no sólo en Cataluña. Vayan tomando posición y recuerden que en esto también hay quienes, como Diógenes, imitan el ejemplo de los maestros en el canto coral y exageran la nota para que los demás den el tono justo. De eso se trata.