Iglesias se desata del mástil

Iglesias se desata del mástil

Como en la Odisea. Igual que Ulises y el peligroso canto de las sirenas. Pablo Iglesias se ha desatado ya del mástil y ha quitado la cera a sus remeros, después de sobrevivir al peligroso susurro de las ninfas, aunque Podemos aún no haya vencido, resuelto sus debates internos y ni siquiera madurado.

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Como en "La Odisea". Igual que Ulises y el peligroso canto de las sirenas. Pablo Iglesias se ha desatado ya del mástil y ha quitado la cera a sus remeros, después de sobrevivir al peligroso susurro de las ninfas, aunque Podemos aún no haya vencido, resuelto sus debates internos y ni siquiera madurado.

La implosión del PSOE le ha devuelto a la orilla, que en en este caso es la primacía de la calle y el regreso al activismo. Ni la dulzura de la transversalidad, ni la musicalidad de la moderación, ni mucho menos el embelesamiento del acuerdo con los socialistas que buscaba Iñigo Errejón le han hecho perder el rumbo.

Para bien o para mal, el secretario general de Podemos ha soportado el canto de la sirenas y, como Ulises en su vuelta a casa tras la guerra de Troya, ha escuchado la música sin sufrir demasiado daño. Si por lesión se entiende, claro, que su número dos ocupe la posición central del tablero que persigue desde hace meses. Iglesias gana posiciones después del último Consejo Ciudadano y del último encuentro con los círculos que resultó un acto de exaltación "pablista".

Y todo, pese a que su número dos advirtiera el sábado que el título de fuerza alternativa al PP "ni es automático ni caerá del cielo por los errores del otro".

La guerra, y no sólo en Twitter, sigue abierta. Juan Carlos Monedero resumía en un madrugador tuit dominguero la situación del secretario Político de Podemos en estos momentos:

Recapitulemos. Hace ya meses que, como consecuencia del cansancio y el desgaste acumulado por la sobre exposición mediática y política de Iglesias, Errejón decidió acelerar su posicionamiento dentro de la organización para tomar el testigo al secretario general. El temor a que apareciera un Espinar, un Echenique o un Monedero cualquiera que le tomaran la delantera, le llevó a aprovechar el deterioro del número uno de Podemos y el cuestionamiento de una gran parte de los medios comunicación para situarse en la línea de salida.

Ahí empezó todo. La crisis de Madrid; la ambición desmedida; la precipitación en los tiempos; la destitución fulminante de Sergio Pascual para abortar un golpe que los "errejonistas" preparaban para hacerse con el control de la federación... Pablo Iglesias perdió entonces la confianza en su número dos y no ha vuelto a recuperarla.

Desde entonces, todo se ha acelerado. Y el secretario general de Podemos, que llevaba tiempo reivindicando su derecho a expresar su cansancio, se remangó su habitual camisa de cuadros, se propuso recuperar el mando, apoyarse en los círculos y rescatar las esencias y la voz de la calle.

La decisión de Iglesias rompió el plan diseñado por Errejón -y alentado por algunos medios- para hacerse con las riendas de la organización y aprovechar la presencia en las instituciones para impulsar una agenda de transformación en comandita con los socialistas.

Con Pedro Sánchez ya fuera del PSOE y con los "coroneles" de la socialdemocracia española trabajando por una abstención que facilite el gobierno a la derecha, el relato del número dos de Podemos ha quedado neutralizado. El "errejonismo" pierde los argumentos con los que sostener ante las bases y los círculos una alianza con quienes han decidido echarse en manos de la derecha para salvar el malhadado bipartidismo.

La partida no ha acabado porque el Consejo Ciudadano no ha resuelto ninguno de los debates abiertos en el seno de la organización y las posiciones, muy enfrentadas, se mantienen vivas. Pero, de momento, va 2-0 en favor de Iglesias, que ha vuelto a consagrar su determinación de imprimir un giro aún más hacia la izquierda para convertirse en referente único de la oposición a la derecha española.

Con un PSOE diezmado, dramáticamente fracturado y a punto de facilitar un gobierno del PP, el secretario general de Podemos logra imponer la calle, los conflictos sociales y el discurso más transgresor al cuidado papel en las instituciones y la transversalidad por las que aboga Errejón. Ahí está el dilema y ahí el motivo de la guerra abierta, ya sin disimulo, entre "pablistas" y "errejonistas".

Minuto y resultado: Avanzan los que se han propuesto devolver la iniciativa a los círculos y los que nunca creyeron en la connivencia con los socialistas. Pierden los que remaron en dirección a un acuerdo de gobierno con el PSOE, un escenario que tras la implosión del socialismo se puede explicar a los medios de comunicación, pero no a las bases de un partido que nació en la calle y como consecuencia de una triple crisis (económica, política y social) de la que hay miles de españoles que aún responsabilizan por igual a PP y PSOE.

La pelea, en todo caso, va para largo. Y la próxima batalla, la del congreso de Madrid, será decisiva para la solución final. Quien se haga con la mayoría en esta federación, tendrá mucho ganado.

En esto, como en el mito de Ulises, también habrá una sirena que muera, tras lanzarse al mar. Y aún no se sabe quién será.