Las claves de la semana: Gobernar desde la oposición

Las claves de la semana: Gobernar desde la oposición

Más hermético que nunca, en estos días Sánchez ha convergido por fin en algo con Rajoy: ninguno emite a los suyos información precisa sobre lo que habla con otros líderes políticos ni tampoco sobre lo que ronda por sus cabezas. La diferencia entre uno y otro es que la serenidad que transmite Rajoy da confianza a los populares mientras que el sigilo de Sánchez aumenta el recelo en sus filas.

Cuando calla y cuando habla....

Cuando Pedro Sánchez habla tiemblan los cimientos del socialismo. Cuando calla, tiritan sus cuadros dirigentes. Nadie sabe si es mejor el silencio o el verbo. Cualquier motivo es bueno para bullir reflexiones y esbozar estrategias. Por exceso o por defecto, el secretario general del PSOE nunca deja indiferente ni a propios ni a extraños. Y esta semana no iba a ser menos, tras su reunión con Rajoy y una comparencia en la que con su ya célebre "a día de hoy", dejó abiertos todos los escenarios imaginables para la malhadada política española.

Rajoy tranquiliza a los suyos

Deliberadamente ambiguo, el secretario general del PSOE no cerró la puerta a una abstención "in extremis" pero tampoco a liderar un gobierno alternativo. Incluso hay, entre sus colaboradores, quien acaricia la idea de unas terceras elecciones con la incierta esperanza de mejorar los resultados del 26-J. Es lo que tiene que el suicidio en España no sea delito: que uno elige cuando y cómo quiere morir si le viene en gana.

Más hermético que nunca, en estos días Sánchez ha convergido por fin en algo con Rajoy: ninguno emite a los suyos información precisa sobre lo que habla con otros líderes políticos ni tampoco sobre lo que ronda por sus cabezas. La diferencia entre uno y otro es que la serenidad que transmite Rajoy da confianza a los populares mientras que el sigilo de Sánchez aumenta el recelo en sus filas.

Un aquelarre más del Viejo Testamento

El presidente en funciones puede alargar cuatro horas la sobremesa de un almuerzo en un restaurante cercano al Congreso y en su partido nadie se enerva. El candidato del PSOE dice que su marca estará en la solución que necesita España, y la frase da para todo un aquelarre en un reservado al que asisten tres ex ministros, un ex barón y varios socialistas del Viejo Testamento. Ambas escenas el mismo día y a menos de un kilometro de distancia.

Junio no es diciembre

En el PSOE existe la certeza de que ni junio es diciembre ni el Rajoy de antaño es el de este momento, ni para los populares ni para los españoles. El problema de Sánchez ya no es la opinión de los barones, ni la posición editorial de los medios, si no que socialmente nadie entendería que un PSOE, con 85 escaños, intentara formar gobierno, ni el Ejecutivo de cambio que intentó en marzo ni la alianza con la izquierda y los nacionalistas como la que le cortocircuitaron los suyos.

De ahí que aunque él amague con lo uno (pese a que Rivera esta vez le ha dado calabazas) y con lo otro (las tentativas de Podemos son más tácticas que reales), nadie crea que Sánchez esté dispuesto a presentarse a una investidura en el caso de que Rajoy fracasara en un primer intento o decidiera, como ha sugerido, no aceptar otra vez el encargo del Rey si no suma más de 137 escaños.

El PSOE del cortoplacismo

Sigue latente además la encarnizada lucha por el poder orgánico, el debate sobre la necesidad de cambiar el liderazgo, las luchas intestinas, los resquemores, las grabaciones robadas de intervenciones en reuniones a puerta cerrada... Este PSOE de cortoplacismo e impostura emite preocupantes síntomas de un proceso de descomposición interna que recuerda mucho a los últimos tiempos de la extinta UCD. Todo suena a fin de ciclo. Las conspiraciones, los cambios de bando, las traiciones... y la orquesta que se empeña en seguir tocando mientras se hunde el Titanic.

La foto fija es la de un partido, que como describe uno de sus barones, está en el peor momento de su historia: débil política y electoralmente, dividido y con heridas tan brutales que serán imposibles de coser pase lo que pase. Y lo peor es que entre lo que debería pasar y lo que finalmente pase tendría que haber un cambio, además de mucho coraje para provocarlo y algún que otro componente de liderazgo.

Nostálgicos y ofendidos

Todo son intrigas de salón que no van a ninguna parte. En el Viejo y en el Nuevo Testamento no hay más que palabras, palabras, palabras... Que si hay que abstenerse "in extremis" y gobernar desde la oposición; que si hay que intentar un gobierno alternativo; que si hay que dar un golpe de estado contra la dirección inmediatamente después de que se constituya el grupo parlamentario; que si hay que forzar ya la convocatoria del congreso... Entre nostálgicos, ofendidos y mentes brillantes, no hay uno que no crea tener la solución para los males del socialismo y para el bloqueo institucional de España.

La última que se escucha sobre el plano institucional es que el PSOE debería ir directamente a la abstención sin esperar a que Ciudadanos vire al "sí" y el PP sume 170 apoyos, como pretende Sánchez. Con 117 abstenciones (85 PSOE más 32 de Ciudadanos) y 95 "noes", Rajoy saldría investido con 138 "síes" (PP y CC), una mayoría lo suficientemente exigua para que la agenda político-parlamentaria la lideraran los socialistas.

El gobierno en ese caso estaría en la oposición porque sin ella sería imposible sacar adelante ni una sola proposición de ley, mucho menos el techo de gasto o los Presupuestos Generales del Estado. El PP estaría tan condicionado a los apoyos del PSOE o de Ciudadanos que no cabe mayor humillación para una derecha tan dada al rodillo de las mayoría absolutas. La legislatura no duraría más de dos años, salvo que Rajoy estuviera dispuesto, que no se contempla, a ver caer una tras otra todas las reformas aprobadas en los últimos años, incluida la laboral, la de Educación y la ley mordaza. Y el PSOE podría apuntarse el tanto de haber doblado el pulso al gobierno de los recortes, la desigualdad y el retroceso en materia de derechos.

Todo está abierto

Pero esta es sólo una de las varias pantallas barajadas esta semana. En realidad, todo está abierto, incluido que Rajoy se niegue a gobernar sólo con 137 diputados y se vuelva a dar mus en la segunda partida, que abra el periodo de reflexión del que habló el miércoles en su comparecencia con todos los partidos y hacer partícipe a todos de una solución para este desgobierno.

Todo indica que lo más probable es que la fecha del 3 el 5 de agosto que puso sobre la mesa esta semana sólo fuera un intento más de meter presión a Ciudadanos y el PSOE y que el desenlace no llegara hasta septiembre. En ese caso, todos de vacaciones, incluidos los responsables de esta zapatiesta. Claro que por la cuenta que les trae, ya pueden esconderse de objetivos indiscretos si tienen pensado pasar por el chiringuito.