Las claves de la semana: Lo llaman mafia, pero es democracia

Las claves de la semana: Lo llaman mafia, pero es democracia

Decía Oscar Wilde que el hombre es un animal racional que siempre pierde los estribos cuando está llamado a actuar de acuerdo con los dictados de la razón. A pocas horas de la investidura de Mariano Rajoy no sabemos qué fundamento aplicará Pedro Sánchez para justificar el sentido de su voto ni si finalmente votará. Lo más probable es que decida lo que decida se dirá que la suya fue una actitud impropia, fuera de todo comportamiento racional, y que se ha dejado llevar por los más bajos instintos. Así que no estará, en ningún caso, exento de crítica.

Si acude al pleno, antepone su palabra a la disciplina de partido y además mantiene el acta de parlamentario, será un incoherente, un desleal y un aprovechado. Y si decide no asistir a la sesión y renuncia al escaño, además de dejar al PSOE con un voto menos, es probable que pierda tanto el foco que precisa para mantener vivo su relato y emprender la "renconquista" como la adhesión y el aliento de aquellos que hoy le secundan en su indisciplina.

No hay muchos dispuestos a inmolarse por alguien que haga de capitán Araña, aquél personaje de origen oscuro que obligó a tantos al reclutamiento para combatir al otro lado del Atlántico las insurrecciones de las colonias en América y que, a la hora de embarcar él mismo, desapareció como tragado por la tierra.

Los restos del "sanchismo" se evaporarían en dos semanas entre los cargos institucionales y orgánicos. Pero esto es algo a lo que el propio Sánchez resta importancia porque está convencido de que su fuerza de resistente en un PSOE entregado a la derecha, no está en los cuadros, sino en el censo de militantes.

Una militancia, por cierto, que ha menguado notablemente desde 2014, y no desde el 1 de octubre como han tratado de instalar en la opinión pública esta semana desde el entorno de Sánchez, hasta quedarse en apenas 160.000 militantes. Estos son los datos: 4.000 militantes menos entre septiembre y diciembre del año en que Sánchez fue elegido secretario general; 14.500 bajas en 2015 y 5.500, entre enero y octubre de este año. Y de este cálculo están excluidas las bajas por fallecimientos y por expedientes disciplinarios.

Números aparte, esta semana además de tensión en las filas socialistas todo han sido cábalas porque el ex secretario general ha decidido mantener el suspense. La decisión, en un nuevo ejercicio de delirio narcisista, la hará pública unas horas antes de la votación de la que Rajoy saldrá investido presidente del Gobierno. Y del arrastre que tenga en el Grupo Socialista dependerá el parte de guerra que redacte el próximo lunes la gestora.

No es lo mismo que la indisciplina la secunden 12 a que lo hagan 20. Igual que no tendrá las mismas consecuencias para independientes como Margarita Robles o Zaida Cantero que para quienes voten "no" si tienen alguna responsabilidad orgánica en sus respectivas federaciones. A estos últimos les espera, seguro, además de la multa reglamentaria, un expediente disciplinario. Porque lo que nadie espera de ninguno de ellos es que cumplan el deseo que explicitó el extremeño Francisco Fuentes en el último Comité Federal: "Que preserven su conciencia, pero dejen el acta".

Mucho más grave que el número de "noes" es en todo caso la no aceptación de las reglas básicas de la democracia en alguien que, como Sánchez, tuvo la máxima responsabilidad orgánica del PSOE o que, como el PSC, participa con voz y voto de los órganos federales del mismo.

Con la democracia representativa ocurre lo mismo que con la libertad de expresión: o se respeta o se repudia. No valen medias tintas. Y cuando los más entusiastas del "sanchismo" proclaman que en el PSOE ha habido un golpe de Estado, que los barones son una "mafia" que se resiste a perder el poder orgánico y que quieren imponer su ley y su orden, se olvidan que en el Comité Federal se votó dos veces. El 1 y el 23 de octubre. En el primer caso se rechazó la convocatoria de un congreso exprés. En el segundo, se aprobó por mayoría la controvertida abstención.

Puede que la llamada a la responsabilidad para el desbloqueo institucional escondiese intereses orgánicos y es probable que algunos la aprovecharan para sus ambiciones personales, pero las reglas de la democracia son las que son: se delibera, se vota y se acepta lo que aprueba la mayoría.

Lo que alarma es tenerlo que recordar la misma semana que la coordinadora 25-S ha convocado para esta tarde una manifestación en los alrededores del Congreso, bajo el lema "Ante el golpe de la mafia, democracia" y en respuesta a una investidura que consideran "ilegítima".

Cuando los "negacionistas" del PSOE dicen que su compromiso es con la militancia y con los ciudadanos están negando la legitimidad del Comité Federal igual que los de la coordinadora 25-S defienden que lo que el Parlamento votará es ilegitimo y que hay que escuchar la voz de la calle y de las minorías. Esto además de que el "sanchismo" coincide con los manifestantes en el relato de un "golpe de Estado". Para unos, el asalto se dio en el máximo órgano entre congresos de un partido y para otros, en la sede de la soberanía popular.

Pues por esta llaga y por la de la más que segura ruptura orgánica con el socialismo catalán es por la que supura el PSOE mientras un paciente Mariano Rajoy aguarda a ser investido jefe de Gobierno y Pablo Iglesias, erigirse en el de la oposición.

Parece que la legislatura que arranca promete mucho más que un escenario inédito que obliga al diálogo y al acuerdo, como dijo Rajoy en su discurso de investidura. Si el Parlamento se puede convertir en un infierno para el presidente del Gobierno, para el PSOE, mucho más que eso si no consigue cauterizar la herida por la que se desangra, y no parece que sea sólo la electoral.