Pedro Sánchez muta a hombre de Estado

Pedro Sánchez muta a hombre de Estado

Susana Vera / Reuters

No es ambigüedad, sino cálculo. No es mutismo, sino prudencia. Ya saben: uno es dueño de sus silencios y siempre esclavo de sus palabras. Y el secretario general del PSOE ha aprendido a medir las suyas y a cultivar la reserva para pasar, sin apenas tránsito, de "Pedro el rojo" al hombre de Estado que necesita España.

Sin atajos ni mociones de censura, aspira a ocupar un espacio de centralidad entre Rajoy y Puigdemont para que, tras el 1-O, emerja primero el PSC y luego el PSOE como solución a la mayor crisis institucional que ha padecido en décadas España, y arrastrar tanto al PP como al independentismo a un solución que dé encaje definitivo a Cataluña en España.

Así que no escucharán de su boca ni defender la denuncia por sedición de la Fiscalía ante la Audiencia Nacional contra los presidentes de Omnium Cultural y la ANC ni avalar de la decisión del Gobierno de tomar el mando de la coordinación policial para impedir el referéndum ilegal, pero tampoco sumarse a la estrategia de quienes pretenden hacer del asunto catalán un problema de derechos y libertades civiles que enmascare una flagrante ilegalidad cometida en nombre de la identidad. Las declaraciones en el ámbito del PSOE sobre el asunto vendrán, como hasta ahora, del socialismo catalán o de los distintos portavoces de la dirección federal por muy estridentes y contradictorias que algunas suenen y mantengan en vilo a algunos sectores del partido.

"Quiero ser presidente de un Gobierno que gane en las urnas"Pedro Sánchez

Sánchez no quiere la sobreexposición del pasado. Mucho menos cuando la versión en la que trabajan sus asesores para este otoño no se parece en nada a la que hace un año provocó que su partido forzara su dimisión como secretario general por temor a que se echara en brazos de la izquierda radical y el independentismo para llegar a La Moncloa. Hoy, a diferencia de antaño, declara a El HuffPost sin ambages: "Quiero ser el presidente de un Gobierno que gane en las urnas".

Así que la respuesta del PSOE a la oferta que la alcaldesa de Barcelona Ada Colau hizo desde Zaragoza para echar del Gobierno a un PP "bunkerizado", y que Pedro Sánchez ha escuchado personalmente antes tanto por boca de Carles Puigdemont como de Pablo Iglesias, es rotunda. Con todos mantiene interlocución, pero en la situación actual rechaza de plano atajos o mociones de censura. Aunque existan opciones numéricas para construir una alternativa, para el secretario general de los socialistas el 1-O no va de echar a Rajoy, sino de romper con España, fracturar Cataluña y disfrazar con urnas un acto no democrático.

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Lo dijo en estos términos en Badalona el sábado en la que fue su primera intervención pública desde que el dramatismo se adueñara de la escena con la detención del equipo de Junqueras encargado del operativo del referéndum y la protesta en las calles de Cataluña desbordara las costuras del independentismo. Y es que está seguro de que lo que le toca ahora al socialismo es un ejercicio de responsabilidad que pasa hoy por la defensa del Estado de Derecho y que en el futuro le de rédito como alternativa de Gobierno, una vez que todas las encuestas ya han despejado el espantajo del sorpasso.

El compromiso del presidente del Gobierno a participar de la comisión parlamentaria impulsada por el PSOE para modernizar el modelo territorial es la contrapartida a la posición de Estado que mantiene Sánchez. ¿Quiere eso decir que el PSOE está de acuerdo con todas y cada una las decisiones que ha tomado el Gobierno? En absoluto, pero no lo dirá. De lo contrario, acabaría como Iglesias, a quien la crisis catalana ha desdibujado como líder nacional y ha situado del lado de independentismo desde que Junqueras le pidió en agosto ayuda para que Ada Colau se implicara en la celebración del referéndum.

Sánchez cree que la crisis institucional le sitúa en el centro de un tablero político que le llevará a La Moncloa

Al secretario general del PSOE le tocará ahora seguro convencer a quienes en su propia dirección le recomiendan despegarse cuanto antes de la estrategia de Rajoy y de la derecha política para no romper con el discurso que le hizo ganar las primarias frente a Susana Díaz, el del entendimiento con otras fuerzas de izquierda, en especial con Podemos. Lo hará y pronto con el argumento de que una cosa son los militantes y otra, los votantes socialistas que, en lo que respecta al debate territorial, no admiten zigzagueos. De ahí que no esté por la labor de cambiar cromos ni con Podemos ni con el independentismo para urdir la defenestración del jefe de Gobierno, sino en la reconstrucción de una opción de diálogo que le convierta en el "pacificador" de una España de trincheras y bloques.

¡Cómo hemos cambiado!