Y la DUI fue una conspiración del Estado

Y la DUI fue una conspiración del Estado

Las claves de la semana, por Esther Palomera.

Si Jordi Sánchez, ex presidente de la ANC y candidato electo de Junts per Catalunya, ha acatado por escrito la Constitución y el Estatuto de Autonomía para salir de prisión es que al independentismo irredento le quedan dos telediarios. Cada cual a su manera, los impulsores del procèshan empezado a dar la espantada. Mas, Mundó, Forn, Rigau, Forcadell y ahora los "Jordis".

Cuixart ha manifestado ante el juez que el único referéndum válido será el que pueda convocar el Estado, y Sánchez ha puesto por escrito su compromiso con el actual marco constitucional. No descarten que Oriol Junqueras sostenga que la DUI fue una conspiración del Gobierno español o que nunca conoció a un tal Puigdemont. El ex molt honorable ya puede ir pensando en escribir una nueva versión de La soledad era esto porque si la espantada en las filas del independentismo mantiene el ritmo de esta semana, no le va a quedar más compañía que la del Manneken Pis.

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Todo es posible con tal de evitar una noche más en el talego y todo sea bienvenido si con ello logramos salir del bucle catalán, incluidas las especulaciones sobre hologramas, investiduras por Skype o discursos delegados, que no llevan más que al terreno de un independentismo que si algo ha sabido hacer con maestría ha sido imponer relatos y arrastrar hasta ellos al resto del espectro político. No se entiende si no cómo España entera lleva semanas especulando sobre si Puigdemont gobernará desde el exilio o si Junqueras podrá salir y entrar de prisión escoltado por la Guardia Civil cada vez que haya una votación en el Parlament.

Volver a ganar el relato

Nadie, salvo esta semana el expresidente extremeño Juan Carlos Rodríguez Ibarra desde las páginas del diario El País, se ha preguntado dónde ha quedado sepultada una máxima de comportamiento ya instalada y asumida por todos de que cualquier investigado -antes imputado- por la Justicia debe abandonar de inmediato el cargo público. Más allá de que se esté de acuerdo con los delitos que se les imputan o las medidas cautelares impuestas, la exigencia con la cúpula del independentismo no debiera ser distinta a la que en otras ocasiones el universo político-mediático pidió para los imputados por corrupción, malversación, tráfico de influencias o fraude fiscal de otros dirigentes, incluidos los que dieron positivo en un control de alcoholemia. Si seguimos a rebufo de la última ocurrencia de Pugidemont desde la capital belga, es que los independentistas han vuelto a dominar el relato o que ya nunca más instaremos a un político a que deje el escaño si es investigado por los tribunales de Justicia.

El amigo de Zoido

Pues de esto, de estampidas e investiduras surrealistas, ha ido una semana política en la que por fin Cataluña no ha sido el único asunto dominante en la agenda. Por tener, hemos tenido hueco hasta para reflexionar sobre lo obvio: si un director de la DGT tiene que ser alguien cualificado técnicamente para el puesto o puede ser éste ocupado por un ex concejal de Fiestas Mayores de Sevilla, que a la primera gran nevada del año arrastra con sus indicaciones a los automovilistas a una autopista cerrada y luego les culpa de no haber previsto las consecuencias de viajar sin mirar las previsiones meteorológicas.

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Si uno se planta frente al televisor, quita el volumen y aparece en ese momento el tal Gregorio Serrano, que es como se llama el amigo del ministro Zoido, no sabe si quien habla es el director general de Tráfico o el titular de la Seguridad del Estado. Son tan parecidos en el físico como en sus respuestas políticas, que deberían ser las primeras en aparecer en el manual del buen dimisionario.

Para escaquearse de la responsabilidad asumida siempre es mejor el silencio que una mala respuesta. Y ahí tienen el ejemplo de su compañero de Fomento, Iñigo de la Serna, a quien nadie ha apuntado pese a ser el máximo responsable de las autopistas. Cuentan en el PP que el ex alcalde de Santander, ingeniero de caminos, canales y puertos, circula por la misma vía que Sáenz de Santamaría mientras que Zoido comparte carta de navegación con Cospedal y que de ahí la comprensión mediática con el santanderino.

Rato, sin cohorte, pero con la misma arrogancia

Todo en el Gobierno se lee ya en clave interna. Aunque la vicepresidenta esté en horas bajas y desapreciada tras su nefasta gestión de la crisis catalana, su sombra sigue siendo alargada. Más desde que Ciudadanos se ha convertido en un problema serio para el PP, que ni monopoliza ya el espacio del centro derecha ni capitaliza sus supuestas fortalezas en materia económica y defensa de la unidad de España.

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Claro que, para sombra, la que ha vuelto a proyectar sobre el PP Rodrigo Rato esta semana durante su comparecencia ante la comisión sobre la crisis bancaria del Parlamento. Su viaje al pasado no pudo ser más oscuro y viscoso. Todo una demostración de lo difícil que resulta aceptar que ya no se es lo que se fue, aunque acompañe idéntica soberbia a la exhibida desde el primer día de su vida política. La humildad es una palabra cuyo significado jamás conoció el falso artífice del "milagro económico". Ni siquiera en estos años de registros domiciliarios, detenciones, declaraciones judiciales y titulares de portada con motivo de los múltiples delitos que se le imputan y que cometió a lo largo y ancho de toda su carrera política.

La guerra Santamaría- Cospedal tras la crisis de la nevada

Quien lo fue todo en la vida pública y acumuló tanto poder dentro como fuera de nuestro país se ha convertido en un coloso en ruinas con idéntico afán por ajustar cuentas con el PP y el Gobierno como por reescribir su propia historia, la de la crisis financiera y la del rescate bancario.

Nada que ver con sus sucesores socialistas en la vicepresidencia económica. Tanto Pedro Solbes como Elena Salgado asumieron errores, se sintieron responsables de la burbuja financiera y hasta reconocieron no haber dicho la verdad sobre la crisis económica por motivos estrictamente electorales y partidistas.

Sánchez se viste otra vez de izquierdas

Todo, la misma semana en que Pablo Iglesias permaneció en su guarida por tercera semana consecutiva sin que conociéramos su lectura del resultado de Podemos en las elecciones catalanas, Pedro Sánchez se volvió a vestir el traje de izquierdas para anunciar un impuesto a la banca con el que ayudar al sostenimiento del sistema de pensiones y los tres padres vivos de la Constitución (Pérez Llorca, Herrero de Miñón y Roca) enterraron en una mañana las "bondades" de la reforma federal que reivindican los socialistas y reconocieron errores en el "caótico" y "abigarrado" diseño del modelo autonómico actual. Todo con citas continuas a Garcilaso, Quevedo y otros clásicos, en una demostración de la distancia y los referentes que separan la vieja y la nueva política, que no es una cuestión sólo de siglas.