'Apocalypse now' en Madrid: llegaron las rebajas

'Apocalypse now' en Madrid: llegaron las rebajas

Sumando el tiempo echado en comprar, la necesidad de ir al fisioterapeuta después de una jornada de rebajas y las cosas que se compran para que el resto no se sientan solas en el armario porque nunca saldrán de allí, creo que es más rentable comprar en temporada.

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Foto: EFE

No sé cómo se vivirán las Rebajas en otras ciudades, pero en Madrid, las imágenes son lo más parecido a las de esas películas apocalípticas tipo "Soy Leyenda".

Este año había hecho una planificación estratégica digna de una de esas consultoras tipo "House Water Watch Cooper", que utilizan una apabullante terminología en inglés y te la presentan un grupo de encorbatados con cojomasters. Nada podía fallar.

Rebajas desde el salón de mi casa. Ratón en una mano y tarjeta de crédito en la otra. A las 22.00 h, mi proveedor habitual abría sus páginas web para que yo pudiera hacer mis compras por impulso aún más fácilmente. La adrenalina me llevó a estar actualizando la página desde las 21.50 h por si el informático lanzaba mi ansiolítico online antes de la hora; y así fue (esa persona no es consciente del poder que tiene en ese momento).

Navego a golpe de ratón con las pulsaciones disparadas por la emoción de la caza virtual y de no tener que ir al frente de batalla. Lleno la cesta de la compra y, cuando voy a realizar el pago de los diez trapitos (me he autoconvencido de que los necesito) que había en mi bolsa, solo tienen tres en stock, y justo esos tres que metes un poco por si acaso. ¿Pero la gente qué hace? ¿Hace compra desde dos ordenadores como Nacho Cano con los dos teclados?

Bien, llevo una hora navegando para NADA. Tengo que activar el plan B: ir a la tienda. Eso supone llegar como pronto a las 19.30 h, al salir del trabajo, con lo que estará todo como si un ciclón hubiera entrado por la puerta. Pienso en fingir un autosecuestro, como el novio de Falete, durante unas horas. Exactamente de 10.00 h que abren las tiendas a 14.00 h, pero aborto misión por no hacerle pasar un mal rato a mi madre.

Tengo un objetivo: salir del trabajo a una hora prudente y echarme a las calles de tienda en tienda.

"He visto cosas que vosotros no creeríais" (Blade Runner). He visto sudar maniquíes.

Desde aquí quiero mostrar mi apoyo a esos sufridos hombres-mochila que llevan algunas mujeres en su infinita crueldad de rebajas:

  • El hombre-perchero. Detrás de una montaña de ropa que se desplaza siempre hay un hombre.
  • El hombre-mensajero. "Ve y coge una talla más". El hombre no sabe descifrar etiquetas ni tallaje. Va a coger la prenda al peso y/o a ojo, siempre.
  • El número de hombres aparcados en la puerta de los locales con un frío polar se incrementa considerablemente en rebajas. Masas de personas les golpean, los desplazan anulando su voluntad, de un lado a otro de la puerta, les clavan los picos de las bolsas...
  • Hombre-auditor. Aquél al que se le pide que haga una auditoria del modelo elegido en los probadores mientras carga con kilos de ropa y suda como si corriera la maratón. ¡Error! Todo le va a parecer perfecto. Su cabeza solo piensa en salir de allí.

Una serie de consejos para afrontar las rebajas:

  • Comer hidratos de carbono desde dos días antes de la fecha elegida para acometer la incursión. Aumenta la resistencia física.
  • Llevar solo ropa interior debajo del abrigo (lo justo para que no nos detengan por escándalo público y poder probarnos todo sin entrar en el probador).
  • Vale coger cosas que no son de tu talla por el hecho de que está rebajado. Cómo te lo calzas luego ya es un capítulo aparte.
  • Nada de hidratación. Cualquier cosa que nos desvíe de nuestro objetivo y del timing marcado hay que eliminarla. La visita al baño no se contempla. Si hay que sondarse, se sonda uno.
  • Llevar el móvil bien cargado. La espera en las largas colas de probadores/caja se hacen más amenas (si es que somos capaces de sostenerlo entre la carga de ropa).
  • En la cola hay que seguir mirando. En los burros próximos a las cajas podemos habernos dejado algo.
  • Practicar la ingeniería de minas. Bajo las montañas de ropa de las mesas puede estar nuestro tesoro esperando que lo encontremos.
  • No preguntar si tienen tallas. Lo que ves es lo que hay. Esa pregunta es muy de principiante.
  • Llevar un palo de selfie a modo periscopio (los drones no creo que sean legales dentro de un espacio cerrado).
  • Picar con algo de nueva temporada. Esto es un clásico, y los vendedores lo saben. Se llama disonancia cognitiva. Es la contradicción entre el conocer-pensar y el obrar. Yo pienso que solo voy a comprar cosas rebajadas, pero luego veo tan ordenadito y bien puesto todo lo de nueva temporada que obro comprando algo. Comienza la justificación en mi cabeza y tengo que reconocer que soy muy convincente.
  • Pedirse los dos días siguientes libres. El primero para probarse todo y para volver a devolver la mitad de las cosas que hemos cogido. Y el segundo ,para descansar de la sobrecarga sensorial y el impacto emocional de haber participado en "Los juegos del hambre".

Sumando el tiempo echado, la necesidad de ir al fisioterapeuta después de una jornada de rebajas y las cosas que se compran para que el resto no se sientan solas en el armario porque nunca saldrán de allí, creo que es más rentable comprar en temporada.

Y recordad: las marcas son el mal. Nos ponen las rebajas dos veces al año, separadas por seis meses para que nos olvidemos de la traumática experiencia y volvamos a caer.

Post publicado anteriormente en el blog de la autora.