¿'Doggy bag' sí o 'doggy bag' no?

¿'Doggy bag' sí o 'doggy bag' no?

En Francia desde 2013, para evitar el gran desperdicio de alimentos que se produce cada año, todos los restaurantes que den más de 150 servicios al día están obligados a ofrecer a los clientes una bolsa especial, a la que han llamado gourmet bag, para llevarse a casa los restos de su comida. Una medida que deberíamos empezar a ver como algo normal. ¡Nuestro bolsillo, el estómago y el planeta nos lo agradecerán!

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www.gourmetbag.fr.

Cuentan que hace 40 años, en un restaurante del Greenwich Village en Nueva York, el Dan Stampler Steak Joint, y en plena Segunda Guerra Mundial, nacía el doggy bag. El equivalente al tupper de nuestras madres cuando nos dan las sobras de la comida del domingo. Ese tupper al que jamás nos negaríamos por tres motivos:

  • Porque la comida estaba espectacular y somos incapaces de reproducirla dignamente nosotros.
  • El disgustazo que le damos.
  • Y porque sabemos que nos apaña la comida de dos días (ración de madre que sospecho que está mal medida adrede para poder rellenar los tupper y tenernos (sobre)alimentados media semana).

Volviendo al origen: en plena Guerra Mundial no podemos ni imaginarnos las estrecheces que la gente debía pasar para llevarse un plato con algo de contenido a la boca. No estaba la cosa para despreciar cualquier mínimo resto de esa comida que pudiera servir para calmar el vacío del estomago en otro momento.

Cuentan que el dueño de este restaurante creó una bolsa en la que aparecían dibujos de perros para disimular, haciendo creer que los restos de la comida iban destinados a los animales de compañía y así no pasar el apuro de mostrar la necesidad de llevarse las sobras.

¿Cuántas veces se ha quedado comida en el plato y la hemos mirado con cara de pena por pensar en su inmediato destino, el cubo de basura, sabiendo que nos apañaría la comida del día siguiente? Y es que hay platos que están tan buenos que merecen conocer mundo.

Pero como somos muy de postureo, antes morimos de hambre o nos despedimos del trozo de postre que nos hemos dejado con lágrimas en los ojos que pedir en un restaurante que nos empaqueten las sobras.

Claro, que habrá que ver el restaurante en el que lo vamos a pedir. Si se trata de uno de esos en los que te ponen unas raciones minúsculas, con una gamba decorada de forma barroca, como no te lleves el canónigo ornamental, poco vas a rascar.

Y si el emplatado es fundamental para los súper chefs, diles que su creación va a terminar en una endeble caja de cartón o plástico. Posiblemente se desate el apocalipsis en la cocina si en el cojorestaurante con mil "constelaciones" pides el doggy bag.

En Francia desde 2013, para evitar el gran desperdicio de alimentos que se produce cada año, los restaurantes (incluidos los que tienen estrella Michelín) que den más de 150 servicios al día están obligados a que salgas con tu doggy bag al que han desprovisto de cualquier connotación que evoque restos de comida llamándolo gourmet bag. En el logo dice: "Está tan bueno que lo termino en casa". Y así las gastan en Francia: sin complejos.

¿Por qué estoy a favor del doggy bag?

  • Porque soy una inútil en la cocina y cualquier tipo de comida en mi nevera que solo requiera de un recalentamiento me hace muy feliz.
  • Porque estoy contribuyendo a reducir la basura y a su vez el gasto energético que ésta genera.
  • Porque al fin y al cabo lo he pagado y para que vaya a la basura va a mi nevera (argumento un poco ruin donde los haya, pero suma como punto a favor).
  • Porque con la edad me voy haciendo más práctica, tengo menos vergüenza y crece mi conciencia medioambiental.
  • Porque la paella, el día después, me parece que está aún más buena, si cabe.

¿Cuándo no deberíamos pedir el doggy bag?

  • En una primera cita.
  • Cuando después de cenar vamos a ir de copas. No veo muy práctico salir con una bolsa con los restos a riesgo de ir dejando un aroma a pescado o salsa sospechoso.

Y ninguna más. El resto de situaciones, hasta en la cena de navidad de la empresa, me parece totalmente lícito.

Deberíamos librarnos de complejos y empezar a ver como algo normal llevarnos los restos de la comida que dejamos en el plato. ¡Nuestro bolsillo, el estómago y el planeta lo agradecerán!

Post publicado anteriormente en el blog de la autora.