12 años de guerra siria y un terremoto: el bucle de dolor que ha devastado a una generación entera

12 años de guerra siria y un terremoto: el bucle de dolor que ha devastado a una generación entera

Primero fue el levantamiento contra Assad, luego la descomposición y la guerra civil, el yihadismo y el caos. Los seísmos de febrero han pulverizado zonas que ya estaban hechas añicos. 

Civiles sirios caminan entre los escombros dejador por el terremoto en la ciudad de Jandaris, bajo dominio rebelde, el pasado 9 de febrero.Khalil Ashawi / REUTERS

Mientras el mundo observa horrorizado la guerra de Ucrania, el conflicto de Siria cumple este miércoles 12 años sin que el mundo se rasgue las vestiduras. 12 malditos años. La crisis nació primero con manifestaciones que pedían libertad frente al régimen de Bachar al Assad, se hizo luego enfrentamiento abierto, guerra civil, con ejército, rebeldes, guerrillas y yihadistas enfrentados, y así sigue. Lo que le faltaba a este bucle perpetuo de dolor fueron los terremotos de febrero, que golpearon sobre todo provincias nororientales divididas entre el control disidente y el oficial, lo que está complicando sobremanera la llegada de ayuda humanitaria. Las plagas se suceden sobre los sirios, sin que haya esfuerzos internacionales decididos por frenar su sufrimiento.

Es complicado imaginar con realismo el alcance del desastre de una guerra y una represión que deja unos 500.000 muertos según los cálculos más templados de las Naciones Unidas y 610.000 según ONG locales. De los fallecidos, más de 25.000 serían niños, según añade el Observatorio Sirio por los Derechos Humanos. Hay más 13 millones de sirios desplazados (de los que al menos 6,6 millones han tenido que escapar del país, sobre todo a estados vecinos), una revolución secuestrada (ay, la Primavera Árabe al calor de la que todo nació), y un país dividido, con profundas heridas, como las de los sometidos a cercos o los detenidos del régimen. 

Cómo empezó todo: de la esperanza al horror

El 15 de marzo de 2011 dieron comienzo las protestas contra varias décadas de hegemonía de los Al Asad en el país, un movimiento que nació bajo el lema prodemocracia “Una Siria sin tiranía”, en línea con revueltas similares entonces en marcha en otros países árabes como Egipto y Túnez.

Las manifestaciones se extendieron rápidamente de la ciudad meridional de Deraa a otras partes del país, donde toparon con la brutal represión de las fuerzas de seguridad sirias hasta que eventualmente, en una fecha sobre la que no hay acuerdo, la situación degeneró en un conflicto armado generalizado.

Algunos sitúan el inicio de la guerra a finales de julio de 2011 con la creación del Ejército Libre Sirio, un movimiento opositor de militares sublevados que se enfrentó a las tropas leales a Al Assad.

Entre 2011 y 2012, comenzaron a surgir varias milicias rebeldes y el Gobierno a asediar y atacar localidades que mostraban su oposición. Los años 2013 a 2016 fueron los del uso de armas químicas, los asedios infinitos, la destrucción indiscriminada. Aún entonces se hablaba de "líneas rojas" (Barack Obama dixit), de acabar con el régimen de los Assad, de apoyar los movimientos prodemocracia, de coaliciones aliadas para acabar con la guerra. Todo, nada. 

Cómo están hoy las cosas

Ahora, tras el avance del ejército de Damasco, el presidente Assad controla la mayor parte del país, sobre todo el oeste, pero sigue habiendo zonas rebeldes, donde habitan milicias varias y hasta dispersos grupos yihadistas venidos a menos, que siguen bajo el fuego diario. Hay de todo: fuerzas independientes sirias, kurdas y del Gobierno turco. La provincia noroccidental de Idlib es considerada el último bastión opositor en la nación árabe, concentrando la mayor parte de la violencia esporádica en la actualidad; mientras que el noreste también escapa al control del Gobierno sirio al permanecer en manos de una autoproclamada autoridad autónoma kurda. Es donde peor están las cosas.

Sólo los ataques aéreos de Rusia, en apoyo de Assad, causaron casi 8.700 muertos en los últimos años, según datos de la organización. En la actualidad, Damasco también recibe apoyo militar de milicias chiíes iraníes y libanesas, mientras que Turquía ejerce como valedora de la oposición y además sus fuerzas controlan de forma directa algunas áreas sirias cercanas a la frontera entre ambos países. A lo largo de estos años, han intervenido en el conflicto con bombardeos limitados o armando y entrenando a grupos opuestos a Damasco, Francia, Reino Unido o Estados Unidos, este último todavía lidera allí una coalición internacional de lucha contra el grupo yihadista Estado Islámico, derrotado territorialmente en Siria a principios de 2019.

Visos de fin no hay: ha habido esfuerzos diplomáticos varios, algunos bienintencionados, patrocinados por la Unión Europea y la ONU, que han quedado en nada y han perdido fuerza conforme se iban adelantando en la agenda otras urgencias, de la pandemia a la amenaza expansionista rusa. El deseo de la comunidad internacional es que el Comité Constitucional de Siria se reanude y "haga un progreso más sustantivo para poner fin al conflicto", dice Naciones Unidas. Fundado después de meses de arduos esfuerzos en 2019, cuenta con tres grupos constituyentes principales -el Gobierno sirio, la oposición y la sociedad civil-, este Comité ha estado estancado desde mayo de 2022, cuando celebró su octava y más reciente reunión. Ha llovido ya. 

La ONU constata que "no se ha informado de ningún progreso" desde que Rusia criticó la elección del lugar de la reunión, por parte del Comité, y los candidatos del régimen sirio no llegaron a Ginebra, como correspondía. El Comité Constitucional podría abrir puertas y contribuir a un proceso político más amplio, cuanto antes mejor. Siria es otra pieza en el tablero de Vladimir Putin, aliado fiel de Damasco, metido hasta las cachas en Siria, protagonizando asedios como los de Alepo o Gouta.

Geir Pedersen, enviado especial de la ONU para Siria, insiste a través de un comunicado emitido desde el cuartel general de Nueva York en que un alto el fuego a nivel nacional sigue siendo "esencial"  para resolver el conflicto. Si se callase el ruido, se podría hablar. En 2022, reconoce, se han vivido períodos de relativa calma, alternados con tiempos de escalada, pero el sufrimiento acumulado es mayor que la breve distensión de algunos días. "Se han reportado menos ataques aéreos en el noroeste de Siria y la intensa escalada militar en el noreste del país, vista a fines de 2022, ha retrocedido -señala-. Pero en otros sentidos, el panorama sigue siendo tan terrible como siempre ”, concluye. 

Aunque ya no abran los medios, sigue habiendo bombardeos, lanzamientos de cohetes y enfrentamientos intermitentes en todas las líneas de contacto, involucrando a un amplio espectro de actores. La guerra abierta sigue. Y aunque el llamado Califato desapareció como tal, la ONU constata que el ISIS sigue actuando "con células durmientes que matan tanto a personal militar como a civiles".

A medida que avanzamos en el 2023, "el pueblo sirio sigue atrapado en una profunda crisis humanitaria, política, militar, de seguridad, económica y de derechos humanos de gran complejidad y escala casi inimaginable”, señala Naciones Unidas, ahondando en el día a día, combates aparte. Se vive una "recesión económica sin precedentes”, que ha dado lugar a “la pérdida de medios de vida, la depreciación de la moneda y el aumento de los precios”. 

Los problemas relacionados con los servicios básicos, ya de por sí débiles en estos años, se han visto agravados por el coronavirus (que pegó muy duro en el país, con unos 58.000 muertos), lo que ha hundido el sistema de asistencia, lo que lleva a una incapacidad generalizada para satisfacer las necesidades esenciales de los ciudadanos. 

El peor año hasta la fecha

En su alerta de emergencias de 2023, la ONU ha pedido 5.380 millones de dólares para tratar las emergencias básicas de 15,3 millones de personas, de los que al menos 6,5 millones son niños, lo que supone que la escala de necesidad en el país se encuentra en su nivel más alto desde que comenzó el conflicto, con una "pobreza récord", una "inseguridad alimentaria récord" y el colapso de los servicios básicos, todo ello coronado por una creciente crisis económica. Se acaba de aprobar, este mes, la resolución 2672, para llevar alimentos, medicinas y otros suministros críticos a Siria a través de un punto de cruce en la frontera turca, pero Pedersen recuerda a la comunidad internacional que es una ayuda insuficiente. Levanta el dedo y da un dato desolador: el Plan de Respuesta Humanitaria de la ONU para Siria de 2022 sólo recibió una financiación del 47%, su nivel más bajo desde que comenzó la crisis.

Ghada Eltahir Mudawi, director adjunto de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), recuerda al mundo que el pueblo sirio “espera legítimamente” el apoyo significativo de la comunidad global. “Habiendo soportado 12 años de conflicto y crisis humanitaria, se enfrentan al peor año hasta la fecha, con 15,3 millones de personas, casi el 70% de la población de Siria, que necesitan asistencia humanitaria", indica. 

Los civiles, incluidos los que viven en campamentos de desplazados superpoblados, han tenido que afrontar un duro invierno, así como a un brote de cólera en curso, escasez de combustible y precios vertiginosos de los productos básicos. La guerra de Ucrania, con el granero del mundo afectado por la invasión, ha sido determinante para la falta de grano en Oriente Medio, Asia y África. Aún sale a cuentagotas. 

Los años de brutales combates en Siria han provocado “un coste humano desmesurado”, en palabras del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, al conmemorar otro trágico aniversario. “Tiene escasos parangones en la historia moderna”, reconoce. No obstante, destaca que “no podemos perder la esperanza” y que “se ha de actuar de inmediato” para ponerle fin de una vez.

Hay una generación de menores que sólo conoce la guerra, y muchos jóvenes que han vivido la mayoría de su vida en medio de la violencia se plantean salir del país
Alejandro León, responsable de los Salesianos en Oriente Medio

Alejandro León, responsable de los Salesianos en Oriente Medio, explica a través de un comunicado de las Misiones que "no hay trabajo, no hay electricidad, el combustible es muy caro y el dinero no vale nada… la población vive desanimada". "Hay una generación de menores que sólo conoce la guerra, y muchos jóvenes que han vivido la mayoría de su vida en medio de la violencia se plantean salir del país", añade. La duda de los jóvenes se centra ahora en "si abandonar el país en busca de un futuro lejos de Siria o permanecer al lado de sus padres y esperar la paz para ayudar a la reconstrucción". El problema es que nadie sabe cuándo pasará eso. La resiliencia tiene un límite. 

El terremoto, el golpe final

Siria no puede estar en paz. Si la guerra no era suficiente, el pasado 6 de febrero se produjo el peor terremoto en la historia reciente del país, seguido de más de 11.000 réplicas en las jornadas siguientes. Aunque las cifras bailan, porque los seísmos afectaron a una zona con presencia rebelde y la fiabilidad de la estadística varía, se calcula que generaron 51.000 muertos, de los que casi 5.000 corresponden a la zona noroeste del país, donde más de 100.000 edificios se han derrumbado y han dejado a 1,9 millones de personas sin hogar y a 5,4 millones con dependencia de ayuda de emergencia para vivir. Al menos 86.000 personas han sido desplazadas por primera vez desde que comenzó el conflicto, de las cuales más de la mitad son niños y niñas.

Barrios enteros del norte han quedado inhabitables y los refugios colectivos están más masificados que nunca. La zona más afectada por los terremotos, que han afectado al menos a 8,8 millones de personas en Siria, "alberga a algunas de las personas más vulnerables del país, que ya se habían visto obligadas a huir de sus hogares en múltiples ocasiones debido al conflicto y a una crisis económica paralizante", ahonda la ONG Save The Children. Miles de familias viven en edificios inacabados, asentamientos informales y tiendas de campaña improvisadas, como Diaa [nombre ficticio], de 51 años, su esposa y sus dos hijos, que perdieron su casa en Alepo. "He perdido la cuenta de cuántas veces me he visto desplazado. Hemos pasado por muchas cosas. Nos asediaron dos veces y casi morimos. Al final, nos desplazaron al norte. Huimos y fuimos desplazados múltiples veces a muchos lugares, al punto cero cada vez", cuenta a la organización.

"Encontramos una casa para vivir. En realidad, no era habitable. No tenía puertas, ni ventanas, absolutamente nada. Ni siquiera las paredes estaban aisladas. Sufrimos mucho. Cuando llovía, entraba agua en la casa", continúa Diaa. "Vivimos en un trauma enorme, y nunca imaginamos tener esta vida. Incluso estas tiendas son de plástico fino. Cuando el viento fue más fuerte durante un par de noches, tuvimos que seguir fijando la tienda al suelo por todos lados con piedras. El terremoto vino a sumarse a todo esto", concluye. Como nuevos bombardeos sobre zonas asediadas durante más de una década

Las familias desplazadas recurren cada vez más a medidas desesperadas, con múltiples datos sobre niños y niñas heridos por restos explosivos de guerra mientras recogían leña, indica la organización. Son frecuentes casos como el de Fadel [nombre ficticio], que tiene 10 años y ha vivido en refugios la mayor parte de su vida. Ayuda a su familia de nueve miembros recogiendo leña al salir de la escuela: "Llegamos a las tiendas de campaña hace ocho años. Tengo un hermano con discapacidad de tres años. Recuerdo al menos tres veces que no hemos tenido comida y me fue a dormir con hambre. Recojo leña a diario, excepto los viernes. El camino es difícil porque está resbaladizo y tiene agujeros". 

La zona es campo minado para el trabajo humanitario. La lucha por el poder de los territorios ha complicado el acceso de las ONG y organismos internacionales, por más que se hayan suavizado algunas sanciones internacionales y se hayan creado algunos pasillos seguros entre regiones de distinto color. El retraso en la entrega es grave, la queja es unánime. Vulnerabilidad sobre vulnerabilidad. Las culpas son de todos: la Misión de Investigación de la ONU para Siria señaló ayer mismo, en una comparecencia desde Ginebra, que el Gobierno y la oposición siria impidieron el acceso de ayuda humanitaria a zonas arrasadas, pero que también las propias Naciones Unidas han actuado con lentitud.

"El Gobierno sirio tardó una semana en consentir la llegada de ayuda humanitaria a través de la frontera y tanto éste como los rebeldes del Ejército Nacional Sirio impidieron que esa ayuda arribara a comunidades afectadas", subrayó la comisión formada por tres expertos. También la Organización para la Liberación del Levante (Hayat Tahrir al-Sham, HTS), que opera en retazos del noroeste de Siria, rechazó la llegada de ayuda procedente de Damasco, indicaron los especialistas. Los que lo sufren son los civiles afectados. "Hubo un amplio fracaso por parte del Gobierno sirio pero también de la comunidad internacional, Naciones Unidas incluidas, a la hora de llevar ayuda vital a sirios en situación desesperada", remata el brasileño Paulo Pinheiro, jefe de la delegación, quien constata que los combates, aún en mitad de la catástrofe natural, se mantuvieron. 

El papa Francisco, que cumple diez años en El Vaticano esta semana, ha pedido un deseo: la paz mundial. Ha citado a Siria, expresamente, en su anhelo. Hoy queda en eso, porque la realidad es tozuda y le pone las cosas difíciles a base de muerte, huida, sectarismo y autoritarismo. Siria camina por su segunda década de guerra como un conflicto olvidado que a pocos conmueve y remueve.