Las críticas por la gestión del terremoto ponen a prueba el liderazgo de Erdogan en año electoral

Las críticas por la gestión del terremoto ponen a prueba el liderazgo de Erdogan en año electoral

El islamista se aferra a la complejidad del momento y reclama unidad nacional ante la crisis, pero la oposición y los afectados ven lagunas imperdonables.

Recep Tayyip Erdogan saluda a unos supervivientes del terremoto, el pasado 8 de febrero, en Kahramanmaras (Turquía), a 40 kilómetros del epicentro.Turkish Presidency / Anadolu Agency via Getty Images

¿Hay algún mandatario preparado en el mundo para hacer frente a un terremoto de las dimensiones del de Turquía y Siria? Sus consecuencias son tan graves, tan profundas, tan duraderas y extensas, que el reto de gestionarlas es mayúsculo. Aún así, hay cosas que se hacen bien, cosas que se hacen regular y cosas que se hacen mal y que no son disculpables ni por las formidables dimensiones del horror. Eso es lo que están denunciando algunos de los afectados en suelo turco y los partidos de la oposición al poderoso presidente Recep Tayyip Erdogan, unas críticas que han llevado hasta a un cierre temporal de Twitter para evitar que se caliente el ambiente a tres meses de las elecciones de mayo.

El pasado miércoles, el presidente visitó la ciudad de Kahramanmaras para ver los daños y comprobar las labores de rescate y socorro. Se quedó a 40 kilómetros del epicentro, lo que ya se entendió como un gesto de escaso compromiso, aparte de hacerlo dos días después de que temblara la tierra reiteradamente. Luego trató de resarcirse, el jueves, llegando a Gaziantep, en el corazón del desastre, donde prometió "ayudas inmediatas". 

Entre abrazos y consuelo, Erdogan reconoció que "inicialmente hubo problemas" el lunes, en las primera horas, pero que luego todo el dispositivo y la asistencia ha estado "bajo control". Se aferró el mandatario a varios males que habrían retrasado la ayuda: los daños en las carreteras, que hacían más complicada la llegada de manos y bienes; la imposibilidad de usar aeropuertos de la zona, inutilizados por problemas de daños o tendido eléctrico, y el mal tiempo, con nevadas y temperaturas de 10 grados bajo cero. 

"Hemos movilizado todos nuestros recursos, el Estado está haciendo su trabajo", dijo, pero "es imposible prepararse para un desastre de esta magnitud". Ante los "incitadores" que hablan de inacción o lentitud, pidió a los 85 millones de turcos que hagan oídos sordos. "Son injurias", rechaza, y pide a sus "ciudadanos pacientes" que echen mano de "confianza". "Este es un periodo de unidad nacional. Sigo sin soportar que se hagan campañas negativas por simples intereses políticos. Si no fuera responsable debido a mi cargo, hablaría de otra manera", defendió, visiblemente enfadado. "Recompensaremos a nuestros ciudadanos", insistió. 

Hay división de opiniones sobre su labor. Hay analistas locales que la defienden por "rápida" o "sólida", que enfatizan el rápido llamamiento de ayuda a la comunidad internacional y la capacidad de atender y distribuir a esos asistentes foráneos, en un país lamentablemente hecho a estas catástrofes naturales, quizá menos fieras. Pero también hay ciudadanos a los que se corta en esos medios donde la libertad está asfixiada desde hace años, a los que se retira el micro cuando se quejan, pero que dicen claro que se sienten miserablemente tratados. 

Agencias y medios internacionales como Reuters, AFP y la BBC han recogido sobre el terreno testimonios de afectados que dicen: "¿Dónde está el Estado?", "¿Por qué no ha venido nadie en dos días?", "No tienen humanidad", "Todo llega demasiado tarde", "Estamos haciendo nuestras necesidades entre cuerpos hinchados", "Hemos sobrevivido para morir de hambre y frío". Sobre todo, se duelen de la falta de asistencia en zonas rurales, más alejadas y con menos medios de partida, de las precarias atenciones a los que siguen vivos y de la lentitud de los equipos de rescate, que les han llevado a levantar escombros con sus propios medios... si los dejaban. 

Relata la cadena pública británica el caso de una mujer llamada Arzu Dedeoglu cuya familia había contratado una excavadora con su dinero para remover los escombros, pero cuando llegó, las autoridades no le dejaron usarla. Sus dos sobrinas estaban entre las ruinas. "Las perdimos". En Halk TV, un medio local, otra mujer llamada Nisa explica que "se escuchaban voces de personas vivas pero el ejército no dejaba acercarse y como no llegaban rescatadores, las voces se fueron callando". Melek, de Antahya, dice a Reuters que "a diferencia de catástrofes anteriores" esta vez no ha habido alimentos a tiempo. Los turcos tienen muchas desgracias previas con las que comparar. 

Falta de medios y de preparación

Las necesidades de los afectados han saltado, como era esperable, a la pelea política. Erdogan, de 68 años, lleva 20 como presidente, desde 2014, tras más de 11 años previos como primer ministro. La mala gestión de la coalición previa, precisamente a raíz de otro terremoto, el de 1999, que dejó 17.000 muertos, fue una ola sobre la que subo subirse, mantenerse firme y ganas los comicio con su Partido de la Justicia y el Desarrollo.

Pasó de unos primeros años de prosperidad económica y estabilidad a un control estatal cada vez más autoritario, uno de los llamados iliberales. Las protestas de 2013 y el intento de golpe de estado de 2016 le han llevado a una espiral  de libertades restringidas, de prensa encarcelada y cerrada,  de control excesivo sobre las instituciones públicas y, también, de detención de opositores. 

En ese contexto hay que entender esta crisis, el de una oposición de centro-izquierda y derecha que ha tenido que unirse en una coalición llamada Partido Republicano del Pueblo (CHP), cuyo posible candidato para los comicios de mayo, el alcalde de Estambul Ekrem Imamoglu, fue detenido en diciembre y apartado de toda actividad política. Su posible sucesor y actual líder del CHP, el socialdemócrata Kemal Kilicdaroglu, se desgañita en los medios donde tiene hueco para insistir en que "faltan bienes y servicios básicos, se han interrumpido los servicios esenciales de agua, electricidad o calefacción, falta combustible por todos lados y es muy complicado encontrar medicinas". 

En un primer momento, se alineó con el presidente "por la unidad nacional", pero con el paso de los días ha dado un paso al frente y encabeza las críticas. Denuncia que Erdogan ha impedido que haya cooperación con las autoridades locales, obviando incluso a los alcaldes que no son de su formación o rechazando un convoy de ayuda humanitaria mandado por su antiguo consistorio, alegando que necesitaba de "coordinación" estatal. También señala que su labor de ahogamiento del movimiento social y de ONG las ha "debilitado" para ayudar cuando más falta hace. "Este colapso es exactamente el resultado de una política aprovechada", lamenta. Por eso, "si una persona es responsable de esto es Erdogan", zanja. 

Si una persona es responsable de esto es Erdogan
Kemal Kilicdaroglu, líder opositor turco

Los contrarios al presidente llevan años reclamando al Gobierno, sin éxito, que les explique a dónde va a parar el dinero de un impuesto especial, llamado "de comunicación" por el Ejecutivo y "de terremotos" por el común de los turcos. Se creó tras el seísmo de 1999 con la idea de recaudar dinero para la prevención y desastres y el  desarrollo de los servicios de emergencia. Se calcula que el fondo debería tener unos 4.300 millones de euros pero, ante cada temblor, se pregunta dónde está el dinero y no hay respuesta, dicen. 

La falta de previsión ha sido criticada también por profesionales de emergencias. Nasuh Mahruki, alpinista y fundador de grupos de rescate, ha denunciado en Reuters que el ejército no ha actuado tan pronto como debiera porque se ha anulado un protocolo que le permitía responder sin esperar instrucciones. "Cuando se anuló, se le retiraron sus obligaciones y responsabilidades en la lucha contra catástrofes", indica. En el 99, explica, los soldados estuvieron desde el primer momento, y no hay que olvidar que las turcas son unas fuerzas armadas potentes, parte de la OTAN. "Su papel habría sido esencial ahora", pero sus manos han estado atadas porque prima la AFAD, la Autoridad  de Gestión de Desastres y Emergencias, que Mahruki no ve "preparada para un problema colosal" como este, pero que ha sido defendida por Ankara. 

Las primeras medidas

Para evitar que se extienda la ola de críticas, dos de los tres operadores de internet de Turquía han cortado durante horas el acceso a Twitter y el tercero de ellos ha ralentizado notablemente el acceso. Esta red social había sido ya perseguida en otras ocasiones, bloqueada ante otras crisis naturales, manifestaciones y atentados. La oposición no sólo se ha quejado por lo que supone de violación de la libertad de expresión, que deja ya una docena de detenidos incluso, sino porque los afectados por el terremoto están usando todas las vías posibles, incluyendo las redes sociales, para tratar de dar con familiares y amigos o para informarse de ayudas. 

Hay temor entre los que no comulgan con Erdogan de que emplee el estado de emergencia que ha decretado, que dura tres meses y que afecta a 10 provincias del país, para hacerse aún más poderoso, para controlar más, como ocurrió tras el intento de asonada de hace casi siete años. Es un periodo esencial, porque el 14 de mayo toca ir a las urnas y la carta blanca que da este decreto puede ayudarle a mantenerse en el poder. Gokce Gokcen, vicepresidente del CHP, ha avisado de que no reconocerán el estado de emergencia "si se abusa de sus poderes". 

De momento, Erdogan ha buscado amortiguar los comentarios adversos anunciando que cada familia damnificada por los terremotos recibirá 10.000 liras turcas (cerca de 500 euros) y que lanzará "operaciones masivas de vivienda" en las diez provincias afectadas. "Nuestros ciudadanos no deben preocuparse. Nunca permitiremos que se queden en la calle", defiende. También están siendo importantes las quejas por la fragilidad de los edificios. "Los que cometieron negligencias tendrán que rendir cuentas", ha afirmado su ministro de Justicia

"A pesar de este conocido peligro sísmico, la región contiene muchas infraestructuras vulnerables. Muchos de los edificios derrumbados parecen haber sido construidos con hormigón, sin el refuerzo sísmico adecuado. Los códigos de construcción sísmica de esta región sugieren que estos edificios deberían poder soportar terremotos fuertes (en los que el suelo incrementa entre un 30% y un 40% la gravedad normal) sin sufrir este tipo de colapso. Sin embargo, se han venido abajo edificios con menos de un año de antigüedad, pero que incumplían estas normas", explica en The Conversation Mark Quigley, profesor asociado de Ciencias Sísmicas en la Universidad de Melbourne..

"Los seísmos de 7,8 y 7,5 parecen haber provocado sacudidas del orden del 20 al 50 % de la gravedad. Así pues, una parte de estos edificios fallaron con intensidades de sacudida inferiores a las del código de diseño", añade. 

De dónde venimos

Todo el desastre, todo el drama y toda la polémica llegan a una Turquía menos fuerte que en otro tiempo. Si el terremoto se gestiona mal, si no hay medidas ni rendición de cuentas, Erdogan puede pagarlo en las elecciones, porque ahora mismo no es el líder adorado de otro tiempo. El coronavirus, la guerra de Ucrania y las medidas poco ortodoxas del presidente y del Banco Central turno han llevado a la economía patria a una situación muy dura, con una inflación que el pasado verano llegó al 80% y que en diciembre había bajado hasta el aún insoportable 64,3%. 

El Gobierno ha suprimido las tasas de interés a pesar de esta inflación, llevando a la lira turca a bajar un 30% en un año en su comparación con el dólar, y además las reservas de divisas se han reducido notablemente y se ha disparado el déficit por cuenta corriente. Erdogan ha anunciado elecciones para ganar, aún en horas bajas, antes de que las cosas vayan a peor y pueda perder, algo que no entra en sus planes. 

Había hecho promesas que, a nada de votar, parecía que iban a ser sus grandes reclamos, como un aumento de salarios y una reducción en la edad de jubilación, pero a la vista del daño del terremoto, a lo mejor se hace complicado mantener esas promesas. El desembolso necesario es, hoy, incalculable. Por eso se ha especulado incluso con un retraso de las elecciones, del que no hay comentario oficial alguno. En las zonas afectadas, es posible que votar sea una tarea complicada. 

EFE informa de que un alto cargo del gobernante partido islamista AKP ya había dicho a la prensa local, bajo condición del anonimato, que el propio Erdogan no ve probable poder celebrar los comicios dentro de tres meses en medio del actual desastre. El jueves por la noche, Meral Aksener, presidenta del partido opositor nacionalista laico Iyi -segundo de los contrarios a Erdogan-, dijo en una entrevista que no ve posibles las elecciones con tan corto margen de tiempo. Según la Constitución turca, el Parlamento sólo puede decidir aplazar unas elecciones debido a una guerra.

Del rendimiento de Erdogan ante esta prueba amarga no depende sólo su país, porque el peso de Turquía en el mundo es importante. En su mano está, por ejemplo, la ampliación de la OTAN a Finlandia y Suecia o la mediación con Rusia y Ucrania que, si bien no ha llevado a un alto el fuego, sí que ha permitido sacar grano ucraniano para África y Asia, tan necesario. Los temblores del lunes tienen efecto a largo plazo, dentro y fuera de las fronteras turcas.