El niño que soñaba con ser piloto y acabó siendo astronauta

El niño que soñaba con ser piloto y acabó siendo astronauta

Tiene la mirada oblicua de las personas tímidas, ésas que andan por la vida esperando una excusa para compartir sus aventuras. Y lo cierto es que este hombre tiene muchas historias, y muy buenas, que contar. Historias de ciencia, del futuro de nuestro planeta y de nuestro porvenir fuera de él.

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Pedro Duque, el primer astronauta español de la historia, poco antes de la Misión Cervantes, que le llevaría a la Estación Espacial Internacional. Foto: ESA.

De pequeño yo deseaba, desde lo más profundo de mi corazón, poder volar. Imagino que muchos de ustedes tenían el mismo anhelo, pero que, de una forma u otra, nos acabamos resignando a no ser capaces de perseguir ciertos sueños. Sin embargo, en ocasiones, la realidad supera nuestras expectativas, y el invitado de hoy es un buen ejemplo de ello.

Tiene la mirada oblicua de las personas tímidas, ésas que andan por la vida esperando una excusa para regalarte una sonrisa y entablar conversación porque, en el fondo, les gusta estar con otra gente, compartir, con una pizca de humor, sus experiencias, sus aventuras. Y lo cierto es que este hombre tiene muchas historias, y muy buenas, que contar. Historias de ciencia, del futuro de nuestro planeta y de nuestro porvenir fuera de él. Ésta es una entrevista a Pedro Duque, el niño que soñaba con ser piloto y acabó siendo astronauta.

Los astronautas aprendemos de los científicos y actuamos en su nombre en el espacio.

Tu padre era controlador aéreo y te llevaba a ver los aviones. Tú acabaste volando al espacio...

La aviación me llamó siempre la atención, desde pequeño, por el entusiasmo con el que mi padre hablaba de los aviones y las visitas que hicimos con él al centro de control, a los aeropuertos y a las escuelas de pilotos. Si mi familia hubiera tenido más dinero, a lo mejor hubiera terminado de piloto; pero no pudo ser, y estudié ingeniería aeronáutica.

Has apoyado, en varias ocasiones, a la Sociedad de Científicos Españoles en Alemania (CERFA). Cuando tú llegaste a ese país a trabajar en la empresa, no existían esas asociaciones. Cuéntanos un poco cómo fue tu experiencia.

La situación ha cambiado bastante desde entonces, ahora existe, por ejemplo, la Unión Europea. Cuando yo llegué a Alemania como ingeniero, desplazado por la empresa española GMV, mi situación era muy diferente a la de los científicos de ahora; ellos tienen que hacer más esfuerzo individual por salir adelante. Recuerdo el choque de culturas de entonces, el ansia de sol, los sudores por aprender el idioma y, al mismo tiempo, trabajar... Me solidarizo mucho con ellos.

¿Son los astronautas los científicos del espacio? ¿Qué experimentos se hacen allí?

Yo rebajo la categoría a "ayudantes de laboratorio" del espacio. No diseñamos en casi ningún caso los experimentos que realizamos, sino que aprendemos de otros científicos y actuamos en su nombre. Por supuesto, al no poder pedir ayuda, somos ayudantes de laboratorio totalmente autónomos, y tenemos que comprender bien cuándo continuar, y aprender a diagnosticar los problemas.

Los experimentos consisten en el uso de las condiciones de ingravidez para hacer medidas que no pueden realizarse sobre la Tierra, por ejemplo, porque la fuerza de la gravedad enmascare los efectos de otras fuerzas interesantes. En esta categoría están los experimentos en mecánica de fluidos, en metalurgia y procesos de solidificación, también en biología, y por supuesto, los fisiológicos, en los que se estudia la reacción y adaptación del cuerpo humano al espacio.

¿Qué fue lo que más te impactó de tu primer viaje espacial?

Se podría decir que todo, claro. El proceso de preparación antes del vuelo es ya de por sí impactante, el trabajo con los ingenieros y científicos más brillantes, los diferentes lugares e idiomas, la necesidad de repetir y repetir... Del vuelo en sí se sacan varios momentos impactantes, y nunca se olvidan. Por ejemplo, el instante en que el cohete se enciende, la separación y, por tanto, entrada en caída libre, el primer vistazo por la ventana de la Tierra, redonda, azul...

El nuevo punto de equilibrio al que llegue nuestro planeta dependerá de lo que hagamos hoy. Estamos en un momento clave.

Dices que, en 100 años, ya habremos estado en Marte y tendremos centrales nucleares en la Luna. ¿Pero cómo ves la Tierra en cien años?

Ahora estamos poniendo, precisamente, las bases para las decisiones que determinarán eso. Los últimos datos fehacientes indican que nunca ha habido, en cientos de millones de años, un incremento de la concentración de gases de efecto invernadero como la que ahora estamos provocando. Las temperaturas crecen sin dar tiempo a alcanzar los equilibrios, lo que hace casi imposible realizar predicciones... no hay precedente.

Dentro de 100, o 1.000 años, la Tierra estará dando vueltas al Sol y la naturaleza habrá absorbido el metano de nuestra ganadería, pero el nuevo punto de equilibrio al que llegue depende ya mucho de lo que hagamos hoy. Es un momento clave, de momento, impredecible.

Durante tu visita a Berlín, nos contaste que lo que se descubre en el espacio enriquece a las sociedades en la Tierra. Ponnos, por favor, unos ejemplos.

El principio general es que las grandes tareas técnicas, lo que cuesta mucho esfuerzo de precisión e inventiva, producen avances por necesidad que, de otro modo, hubieran tardado mucho más en surgir, simplemente por causa del mercado.

El empeño por llegar a la Luna y volver con vida produjo aleaciones y métodos de controlarlas que no eran necesarios para los aviones de entonces, pero que los de ahora utilizan con gran provecho, ya que la industria aeroespacial los tiene a su disposición. Produjo también el impulso de miniaturizar los ordenadores (sin ellos no se podían calcular las trayectorias) y, finalmente, los microprocesadores. Las cámaras digitales (los famosos CCDs) surgieron de una necesidad de las sondas del espacio profundo.

Es cierto que muchos de estos avances es difícil separarlos de los conseguidos por la industria bélica, pero los nuestros están a disposición inmediata de las industrias, y por eso calan en las herramientas de la ingeniería mucho más rápidamente.

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El autor de esta entrevista, con el astronauta Pedro Duque, durante un acto en Berlín organizado por FECYT Foto: Sergio Frutos..

El otro día decías que la ciencia es una fuerza de cohesión entre los países. ¿Te puedes imaginar la investigación espacial (y no espacial) sin cooperación internacional?

La investigación requiere de la cooperación, por el mismo motivo que la excelencia requiere de la especialización. Nadie sabe de todo y, para avanzar donde nadie ha ido, es necesario sumar esfuerzos de varias especialidades. Cooperar internacionalmente ya es más una cuestión de volumen, de tamaño de lo que llamamos "naciones" o "países".

En Europa cooperar entre Estados miembros ya casi no es ni internacional, competimos por los mismos fondos y pertenecemos a las mismas asociaciones. El verdadero mérito, actualmente, es realizar cooperación (sea en investigación o en ingeniería) con países más lejanos, como Rusia, China, India... En eso, al menos en lo que se refiere a Rusia, los programas espaciales tienen muchos años de ventaja.

Cuéntanos lo más divertido que te ha sucedido en el espacio o preparando tus misiones.

Se intenta mantener siempre el humor en nivel alto, como en todas las actividades donde la concentración es alta y hay que aprovechar los ratos menos tensos para relajarse. Recuerdo una broma espontánea el primer día que estuve en el espacio: estábamos ya preparándonos para descansar y dormir, y me puse a lavarme los dientes. El baño estaba ocupado y, para cuando acabé, tenía la boca llenísima de espuma y no tenía dónde echarla (ya no me pasó más, no tener un paño a mano). Hice señas a Steve y él pidió una toallita al que salía del baño. Sin planearlo, Steve y yo nos miramos y fingimos que estaba a punto de vomitar y la espuma era sólo el comienzo, y... ¡menudo susto le dimos!

La inversión en programas espaciales es rentable, el dinero se les da a los científicos e ingenieros para que piensen, descubran y trabajen.

Dices que las mayores limitaciones actualmente para los viajes de larga distancia (más allá de Marte) son los combustibles y las velocidades que alcanzan las naves. ¿Cómo crees que cambiará todo esto?

Hay esperanza de que los nuevos motores iónicos de alta potencia, como el VASIMR, acorten mucho los tiempos de viaje. En realidad, se puede ir con cohetes actuales, pero sólo con propulsión de mucha mayor eficiencia (en términos de la aceleración que se le saca a cada kilo de combustible) podremos acortar el viaje y evitar problemas agudos de radiación para la tripulación y, al mismo tiempo, podremos llevar mayores cantidades de carga (ésta podrá viajar más despacio).

Fuiste el primer español en ir al espacio. ¿Para cuándo el siguiente?

La situación no es muy propicia, porque Europa sigue siendo un socio menor en los programas espaciales tripulados (8,3%). Y, habiendo tantos países dentro de la Agencia Europea, no tocamos a mucho. Mi esperanza es que la situación cambie y Europa pase a pretender un papel más acorde con su volumen económico y técnico en los programas que vendrán.

Nuestro director general ha calado en la opinión pública al proponer un liderazgo europeo en la Luna, y es posible que consiga traducir ese entusiasmo en financiación. Tengamos en cuenta que la inversión en programas espaciales es rentable, el dinero se les da a los científicos e ingenieros para que piensen, descubran y trabajen, y por tanto no se trata de pedir subvenciones, sino inversiones en competitividad. A ver si hay suerte.

Aparte del cambio climático, tenemos que proteger el planeta de los impactos de los millones de asteroides que sabemos que se mueven cerca de la Tierra.

Dice Stephen Hawking que para sobrevivir como especie necesitamos buscar otros planetas habitables. ¿No sería mejor concentrarnos en conservar el que tenemos?

¡No es excluyente! Stephen Hawking sobre todo se refiere a que el Sol en sí mismo tiene fecha de caducidad, por lo que la especie humana deberá irse a otro sistema planetario. Mientras tanto, hay que hacer algo mucho más a nuestro alcance: proteger el planeta.

Esto se traduce en controlar los cambios en la biosfera que estamos provocando nosotros mismos, desde luego, pero también es necesario, y ya toca, proteger el planeta de impactos con otros objetos del Sistema Solar. Hay que colocar telescopios especializados en órbita para detectar los millones de asteroides que sabemos que se mueven cerca de la Tierra, y ponerse ya a desarrollar la tecnología operativa, en caso de que descubramos un futuro impacto.

Si te quedaran dos meses de vida, ¿en que los invertirías?

Casi mejor no pensar en eso. A partir de los 50, ya vemos todo cada vez más desde la óptica de aprovechar lo que queda...Y eso te hace tener muy claro qué te merece la pena y qué no, para tomar esa decisión si algún día te ves en ese caso trágico. Como dice el refrán, como mínimo, ¡que me quiten lo bailao!