Los siete momentos en los que 'La Cenicienta' de Kenneth Branagh supera al clásico de Disney

Los siete momentos en los que 'La Cenicienta' de Kenneth Branagh supera al clásico de Disney

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Esta vez la historia empieza desde el principio. Kenneth Branagh ha querido que su Cenicienta arranque cuando la protagonista era todavía un bebé y se la conocía como Ella y no con el nombre que da título al cuento. La adaptación del clásico de dibujos animados de Disney, que este viernes 27 de marzo llega a las carteleras españolas, dos semanas después de hacerlo en EEUU, trata de dar respuesta a las cuestiones que en 1950 quedaron en el aire a la vez que trata de mantener la esencia de la original.

La película protagonizada por Lily James (Downton Abbey) y Richard Madden (Juego de Tronos) no es sólo un cuento para niños. Es una película para todas las edades, para un público muy amplio que además se conoce la historia de pé a pá. Y eso, en palabras de Kenneth Branagh, ha sido un reto. "Nunca había hecho una película en la que las luces se apagasen y te dieses cuenta de que todo el público, de los 5 a los 95 años, supiese lo que iba a pasar después (...) No es cuestión de qué pasa luego, sino de cómo va a pasar", decía en una entrevista con motivo del estreno estadounidense.

La esencia se mantiene. Los personajes siguen siendo lo mismos, salvo alguna novedad y un par de animales que desaparecen (lo sentimos por Bruno). Y el final lógicamente no cambia. Pero Branagh incorpora pinceladas de su cosecha que dan al cuento un aire británico —la mayoría de los actores lo son— y que logran, en algunos casos, superar al clásico de dibujos animados. Esto no le ha librado de ciertas voces discordantes que la tachan de cursi o que critican la cinta por no ir de acuerdo con los tiempos de heroínas (léase las hermanas Elsa y Anna que preceden la película en el corto Frozen Fever) que vivimos. Aunque para ellos el director tiene una respuesta. "No quería verla con flechas o con armas, lo suyo es una fortaleza espiritual. La no violencia", explicaba el director a El Huffington Post durante la presentación de la cinta en Madrid. "Creo que el mensaje del cuento es que hay que tener coraje y bondad. Algo que es muy fácil decir, pero no de hacer... No quise trabajar fuera de esa idea. Es un mensaje muy poderoso y no quise salirme de él".

El director, fan de Pinocho en su infancia tuvo, claro la Cenicienta que quería y el público se ha puesto de su lado. En su primer fin de semana en la taquilla estadounidense recaudó 70,1 millones de dólares (64,2 millones de euros) convirtiéndose en el mejor estreno del director. Porque una cosa es lo que dice la crítica y otra lo que dice el público, que parece decidido a comprobar si es verdad que se puede mejorar un clásico y conocer cuáles son esos momentos en los que Branagh lo ha conseguido.

LOS PREVIOS

Cenicienta no era Cenicienta cuando nació. Aunque Walt Disney la presenta con ese nombre en la película de 1950, Kenneth Branagh ha preferido remontarse a los orígenes y empezar la historia desde el principio. La película arranca cuando ésta es todavía un bebé y la muestra también a la edad de 10 años. Esos primeros momentos de relación con sus padres (sí, la madre también), interpretados por los actores Hayley Atwell y Ben Chaplin, serán determinantes en la historia. De hecho es la madre quien le da una lección antes de morir que marcará su vida y el rumbo de la película: "Sé generosa y ten valor".

Sin ese consejo no se entenderían cuestiones como por qué Cenicienta no se rebeló contra su madrastra o por qué aguantó viviendo en esa casa a pesar del trato recibido. Branagh ofrece muchísimas respuestas en esta película donde al cuento de Perrault le añade pequeñas dosis de la historia de los hermanos Grimm. En su Cenicienta se responden preguntas tan variadas como: ¿Cuál era el nombre de la niña? ¿Quién la apodó así? ¿Por qué la madrastra y sus hermanastras no la reconocieron en el baile? ¿Qué fue lo primero que se dijeron el príncipe y ella al conocerse?

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LOS DIÁLOGOS

Walt Disney se centró en la letra de las canciones y Kenneth Branagh ha preferido poner el peso en los diálogos. En la nueva Cenicienta, las canciones son secundarias. Importan las conversaciones. Porque, como decía el actor Richard Madden, el príncipe del cuento, a su paso por Madrid: "Kenneth Branagh le pone el mismo ímpetu a una película de Shakespeare que a un cuento de Disney".

Firma los diálogos el neoyorquino Chris Weitz, que aporta tanta intensidad como ironía, según lo requiera la escena. Entró en el proyecto con el director Mark Romanek y continuó a pesar de su marcha. Weitz ha reconocido que este trabajo, el primero de su carrera con Disney, ha supuesto un importante reto para él: "Hay una gran responsabilidad, no sólo por ser una historia amada sino porque sabes que muchas niñas jóvenes van a ver la película y les va a afectar, inevitablemente. Quieres que sea suficientemente buena para que les marque".

El objetivo lo ha logrado, a menos a ojos del director, que en la Berlinale elogió su "excelente guión" y su capacidad para renovar una historia de grandes emociones sin caer en el sentimentalismo. Del mismo modo Cate Blanchett, la madrastra, agradeció el guión, y confesó que disfrutó mucho de su papel de pérfida y malvada madrastra, cruel hasta con sus adoradas e inútiles hijas, y carcomida por los celos ante la inocencia y bondad de su hijastra.

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EL PRÍNCIPE

Si había algo fácil de superar respecto a la película de 1950, ése algo era el príncipe. Este personaje ha pasado de ser una especie de extra, sin prácticamente ninguna intervención, a conseguir un papel protagonista, casi a la altura de la propia Cenicienta. En la clásica apenas habla, y en la de 2015 cumple varios papeles. "Eso fue lo que me gustó del personaje a porque es príncipe, pero también es amigo, es hijo y es soldado", dijo Madden en Madrid.

Para preparar este papel, tan pobre en una cinta y tan rico en la otra, el actor trabajó mucho con "Derek Jacobi [su padre en la película] y con Lily James en las improvisaciones para darle más naturalidad". Uno de sus logros es que "sea un personaje muy divertido, aventurero y, que como Cenicienta, siempre saque lo mejor". El actor también se sirvió de Branagh para esta preparación: "Quería centrarse mucho en que tanto Cenicienta como el príncipe son hijos. Me daba muchos libros, me daba material de lecturas, me decía 'yo creo creo que el Príncipe está leyendo esto'. Eran obras como El príncipe de Maquiavelo o Meditaciones de Marco Aurelio... Entonces yo le decía, '¿De verdad crees que el príncipe de Disney está leyendo esto?'". Y fue ahí cuando aprendió que para Branagh eran tan importantes los personajes de Cenicienta como lo habían sido los de Mucho ruido y pocas nueces (1993) o Hamlet de Kenneth Branagh (1996).

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EL HADA MADRINA

Nada tienen en común Helena Bonham Carter con el hada de 1950. Pero en esa diferencia está el éxito de esta escena, la única en la que aparece la ganadora del Oscar por El discurso del Rey. Con su presencia ante las cámaras no hizo falta mucho más. La magia estaba asegurada. "Se trataba de quitarle la correa y dejarla hacer. Lo primero que hizo en cuanto llegó fue decir, 'necesito alas, mi hija dijo que necesitaba alas' y le dejamos alas", contó el director a El Huffington Post. "La secuencia fue bastante improvisada, anárquica. Era El sueño de una noche de verano de Shakespeare. Con la misma locura y la misma espontaneidad". La hija pequeña de Bonham Carter también decidió que el hada no debía llevar el pelo blanco, la idea fue que no fuese una mujer de 60 años como en el clásico y se consiguió.

La improvisación fue la clave y de ahí que la calabaza no estuviese donde tenía que estar, lo que provocó que los diálogos fuesen mucho más disparatados de lo que cabe esperar en un cuento. El resto de la magia la pusieron los efectos especiales que, aunque escasos en la película, le confieren a la escena la espectacularidad necesaria para seducir a los espectadores nóveles y no decepcionar a los amantes de la historia. Terminada la escena, ni siquiera se acordarán del famoso Bibidi Babidi Bú.

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EL BAILE PARA LAS DONCELLAS CASADERAS

Lily James se encarga de abrir las puertas que dan acceso al salón del baile, pero no es la única que accede. Con ella entran todos los espectadores. "Quería que fuese una invitación general y que todo el mundo entrase al baile", decía Branagh a su paso por Madrid. La intención del director es que la invitación al evento fuese general y puso todo el empeño en ello: "Espero que todo el mundo sienta que ha entrado ahí, que hay unos movimientos, unas dimensiones… que el espectador piense que también está ahí metido".

El baile se celebra en un espectacular espacio: el diseñador de producción Dante Ferretti (El aviador, Shutter Island, Gangs of New York...) transformó el estudio del agente 007 en los Estudios Pinewood de Londres en un espacio de tres pisos, que decoró con cortinas hechas con más de un kilómetro y medio de tela, 5.000 lámparas de aceite, 17 enormes lámparas de araña realizadas a medida en Italia, y unas 16.000 flores de seda.

El rodaje llegó a ser tan mágico que, según el propio director, cautivó a hombres y mujeres por igual. "Hubo técnicos que se emocionaron tanto que estuvieron al borde de la lágrima", contó Branagh en Madrid.

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EL BAILE DEL PRÍNCIPE Y CENICIENTA

El momento en que Lily James y Richard Madden se ponen frente a frente y extienden esa escena que en la película de dibujos animados dura escasos segundos. Kenneth Branagh hace que el baile dure mucho más y que los dos protagonistas acaparen la atención de los cientos de asistentes a Palacio. La escena tiene especial interés si se tiene en cuenta que Madden nunca fue un gran bailarín. El actor reconoce que fue uno de los dos momentos de la película más difíciles de rodar: "No se me da demasiado bien bailar y el vestido lo complicaba porque era demasiado grande. Había que tener mucho cuidado".

El príncipe del cuento, que en la escuela de teatro no iba las clases de baile porque pensaba que no le servirían de nada, tuvo que manejar un diseño hecho con 250 metros de tela, ocho capas y en el que había cosidos 85.000 cristales de Swarovski. El vestido azul de Sandy Powell fue también un problema para la actriz. Lily James contaba en una entrevista que aprendieron a el baile en pantalones de chándal y pronto aprendieron a dominar los pasos: "Hasta que me puse el vestido y tuve una crisis nerviosa. Literalmente pensé que iba ser imposible. No había manera... Y luego la primera vez que me puse las enaguas era como 12 capas creo o quizás ocho. Algo entre ocho y doce, y todas muy finas (...) Pero luego, de alguna manera, por arte de magia, todo se solucionó".

El vestido, por cierto, no se ha quedado al margen de las críticas. Muchos lamentan que la cintura de la actriz se parezca más a la de un dibujo animado que a la de las personas reales y que para ello James tuviese que seguir una dieta de líquidos demasiado estricta.

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Y ESTE PERSONAJE DEL FONDO

Ya que esta vez el castillo del cuento no se inspira (o no se parece) al Alcázar de Segovia (es el Palacio de Blenheim en Woodstock), al menos hay un guiño a España. Esta vez viene en forma de personaje: es la princesa Chelina de Zaragosa [en la versión original]y sólo hay que ver su atuenda para identificarla. ¿Su papel? Mejor ver la película para enterarse.