Habrá cambio pero no reemplazo

Habrá cambio pero no reemplazo

JON NAZCA/REUTERS

Las encuestas y el estado de opinión generalizado lo avanzaron, y las urnas lo confirmaron: el mapa político de las autonomías y municipios experimentó el domingo 24 un revolcón con contados precedentes. El resumen acelerado que muchos medios recogen es que la gobernabilidad en estos niveles gira hacia la izquierda.

Hay tres resultados nada sorprendentes. Primero, el PP se mantiene como primera fuerza en la mayoría de plazas donde gobernaba, pero el derrumbe electoral es de vértigo, y hará muy difícil mantener el gobierno en ellas. Junto al efecto de la política económica y las medidas de austeridad, esta vez la corrupción sí que ha tenido un efecto demoledor en los apoyos al partido más afectado por casos de presuntas irregularidades.

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Segundo, el PSOE se beneficia poco –en términos absolutos, de votos- de esta caída del PP, pero logra avanzar –en términos relativos, de poder- recuperando algunos feudos perdidos en el pasado. Los problemas internos vividos en el último año, y las dificultades para volver a conectar con buena parte de su electorado tradicional, especialmente el más joven, socavan la recuperación socialista.

Tercero, lo que viene detrás del PP y PSOE es una fragmentación de la representación muy alta, probablemente la mayor del período democrático (a falta de poder contabilizarla con resultado definitivos), muy variada y difícil de resumir en un único análisis. La eclosión de candidaturas locales y las diversas líneas de competencia que se han dado en todo el territorio han distribuido el poder en muchas pequeñas manos. No olvidemos que este domingo hubo en realidad casi diez mil elecciones diferentes, una por cada autonomía y municipio, y los electores expresaron tendencias generales pero también siguieron lógicas de ámbito regional o local, a veces difíciles de percibir desde el exterior.

SE ESTÁ VENDIENDO LA PIEL DE RAJOY ANTES DE TIEMPO

Por eso, a pesar de que hay un puñado de imágenes que marcan el resultado final (Madrid, Barcelona o Valencia), hay que evitar generalizar excesivamente. Y menos aún, extrapolar a otras elecciones. Los efectos que el 24-M tendrá para las próximas Generales quizá sean más complejos de lo que las primeras lecturas están realizando. Se está vendiendo la piel del presidente Rajoy antes de tiempo.

Para tener una visión más matizada, habría que fijarse en qué resultados no eran tan obvios desde el punto de vista de las encuestas. Primero, el PSOE se mantiene mejor –con algunas excepciones, como Cataluña, Navarra o Euskadi- de lo que se pronosticaba. Algunas lecturas de los sondeos sugerían un colapso del bipartidismo, donde el PSOE podía convertirse en tercera fuerza, algo que solo ha sucedido en algunos municipios. No hay indicios de PASOKicación. La alternativa para gobernar en todas partes sigue siendo el PSOE, excepto donde ha dejado de serlo: en Euskadi y Navarra, pero sobre todo en Cataluña. Muy mal presagio para las Generales.

Segundo, los nuevos partidos suben mucho, pero quizá no tanto como se pronosticaba. Y aunque se convierten en decisivos para gobernar, no reemplazan a PP y PSOE. Ciudadanos no alcanza la posición de partido bisagra que se auguraba. Y Podemos, a pesar de Madrid y Barcelona, no substituye al PSOE, lo complementa. En ambos casos, quizá haya menos margen para formar coaliciones de las auguradas. Es verdad que Podemos puede tratar de capitalizar los miles de votos de candidaturas locales de confluencia de izquierdas. Pero, como muy bien han ido recordando Manuela Carmena y Ada Colau, ellas no son de Podemos. Y no está claro cómo se van a articular políticas más allá del ámbito de cada municipio sobre fuerzas tan dispares y fragmentadas. Tampoco está claro que esto favorezca sus expectativas de cara a las Generales.

Tercero, sigue habiendo vida más allá más allá de la diarquía PP-PSOE o Podemos-Ciudadanos. Aunque estas elecciones marquen un punto crítico, quizá de no retorno, en la supervivencia de UPyD e IU (obligadas a la refundación), España nunca ha sido tan bipartidista como dictaminan tertulias y titulares. Y tras casi una década de creciente concentración del poder en torno al PP, volveremos a descubrir que una tercera España en el mundo de los partidos: la recomposición del espacio nacionalista en Cataluña (donde ERC la CUP reemplazan gradualmente a CiU y PSC) deja un panorama incierto para el soberanismo; el PNV avanza en su hegemonía política tras el retroceso de Bildu (que está aprendiendo las contradicciones, de la política exclusivamente institucional); el espacio político catalanista volverá a ser relevante en las Baleares y puede transformar la escena valenciana; Canarias seguirá en manos del nacionalismo insularista; el regionalismo recupera influencia en Cantabria y Aragón… y hasta la UPL vuelve al parlamento castellanoleonés.

En los próximos días se publicarán sofisticados análisis empíricos que nos irán desentrañando mejor, ahora ya con datos reales, qué está pasando en la política española, cuánto cambio generacional se puede estar produciendo, cuánto caen de verdad PP y PSOE, qué lógicas territoriales existen, etc.

LLEGA LA POLÍTICA MULTINIVEL

Pero no olvidemos que el último cometido de estas elecciones era elegir gobiernos. Y la fragmentación política que se ha confirmado va a poner de manifiesto la política multinivel, un concepto con el que deberíamos familiarizarnos: los acuerdos que se adoptan en un nivel de gobierno condicionan o dependen de los que se den en otros. Quizá el panorama de alianza quede un poco más claro en algunos sitios, pero las políticas de alianzas nunca son simples ni están ausentes de contradicciones.

De las 13 autonomías, el PP ha sido primera fuerza en 9 de ellas, mientras que el PSOE ganó en 2 y dos más han tenido fuerzas regionalistas como primer partido electoral (CC y UPN). Para formar gobierno con coaliciones mínimas ganadoras, todas requerirán un pacto de al menos 2 partidos (8 comunidades), mientras que cinco autonomías se necesitarán tres o más partidos para gobernar. El partido más beneficiado será el PSOE en detrimento, por supuesto, del PP. Como ya sucedió en los noventa o en la década pasada. En cambio, Ciudadanos ha visto su capacidad de chantaje reducida respecto a las expectativas, excepto en la Comunidad de Madrid, Murcia o La Rioja, donde su dilema se limitará a pactar o no con el PP. Y Podemos tendrá difícil no explicar que acaba dando su apoyo a la “casta” socialista en Aragón, Asturias, Extremadura, Baleares o Castilla la Mancha. Tampoco será más sencillo gobernar Madrid, Barcelona o Valencia.

El 24-M nos ha abierto las puertas definitivamente a cuatro años de gobiernos de coalición en todas partes, en los que PP y PSOE seguirán siendo el eje de la gobernabilidad autonómica y de la mayoría de municipios. Este resultado condicionará la recta final hacia las elecciones generales de otoño, y puede clarificar el eje de competencia entre los partidos: una disputa entre la izquierda y la derecha.

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