¿Cómo se crea una pluma?

¿Cómo se crea una pluma?

Es un objeto de culto y de coleccionista, que se guarda en una vitrina pero que también se lleva en el bolso o la chaqueta. En un tiempo de hiperconexión, en lo que casi todo se hace a través de un móvil, parece que podría llegar su hora, que estaría a punto de quedarse anticuadas y pasar al olvido. Nada más lejos. Una pluma sigue siendo uno de los objetos de lujo más deseados, tanto para principiantes (como regalo de carrera, esa estilográfica especial para firmar en la boda) como para coleccionistas, que no dudan en soltar cantidades astronómicas por productos absolutamente exclusivos.

Y es que esa exclusividad es una de sus bazas. Aparejada a ella está el precio. Por ejemplo, a mediados de junio un coleccionista anónimo pagó 97.500 dólares (unos 87.200 euros) por una pluma Montblanc John F. Kennedy. Precisamente la firma de nombre francés fundada por tres alemanes en 1906 es uno de los pilares fundamentales en el mundo de las estilográficas, gracias a clásicos como su Meisterstück, una pluma nacida en 1924 y convertida en un clásico.

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(En la imagen: torno para pulir los plumines)

Por primera vez en su historia, la casa de plumas y relojes ha introducido a alguien externo para crear un producto, y ese alguien es nada menos que Marc Newson, uno de los diseñadores industriales más importantes de las últimas décadas y de los principales de su generación, que ha colaborado con firmas como Apple (estuvo implicado en la creación del Apple Watch), Nike, Shiseido, G-Star, Jaeger-Le Coultre y Dom Perignon, y que ha ideado objetos fundamentales para comprender el diseño de los últimos tiempos. Ahora, El Huffington Post ha viajado hasta Milán para conocer esta nueva creación en exclusiva y descubrir los secretos de las estilográficas.

Esta pluma en concreto se llama M, por el nombre tanto del diseñador como de la casa, y saldrá a la venta en septiembre.

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Imagen de la pluma M.

Meterse en el de las plumas es descubrir todo un mundo. Por ejemplo, que hay todo un departamento dedicado a los plumines, es decir, a la parte superior de las plumas, con la que se escribe. Y que solo en él trabajan unas 150 personas de los 3.300 empleados de Montblanc, una firma con 9.000 puntos de venta que en 2012 facturó 766 millones de euros.

Lo primero que destaca del proceso de creación son sus tiempos, muy distintos a lo que muchos pensarían. ¿Cuánto se tarda en crear una pluma, uniendo la creatividad de un diseñador y las exigencias de pertenecer a una casa tan clásica, con tanta historia? Desde la firma aseguran que el proceso se puede considerar como algo bastante rápido, pero los tiempos no son precisamente espídicos: se ha tardado dos años en dar vida a esta nueva criatura.

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Un técnico muestra algunas de las herramientas para crear la pluma.

Franck Derlien, responsable del departamento de plumines y de acabado final de la firma, atiende a los medios junto a Stefan Niemeyer, ingeniero de diseño, para explicar cómo se ha diseñado este nuevo concepto y cómo se ha trabajado para desarrollarlo desde la central de Hamburgo, donde la marca fabrica sus estilográficas. Uno de los elementos que encarecen el precio de una pluma es que el cuerpo es de resina negra, pero la punta siempre está hecha de oro. En este caso, por primera vez, está chapado en dos tonos, en dos colores. En la suite del lujoso hotel milanés donde se mostraban las plumas, y los prototipos de las mismas, también se enseñaba un pesado rollo metálico con una larga lengua metálica, muy fina, enrollada: era el oro que se utiliza para los plumines.

(Imagen de la derecha)

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¿Por qué oro? "Porque es el mejor material para un objeto que se transmite de generación en generación", relatan. "Técnicamente, es más suave, más blando que el acero. Y resiste muy bien, porque la tinta es muy agresiva". Hasta 35 etapas son necesarias para producir un solo plumín, pero en total son más de 150 pequeños procesos: "Tiene muchas fases de pulido", detallan los expertos. En este caso, el pico de la pluma está bañado en oro, rodio, oro y rodio de nuevo y un sellado con una capa final de rutenio.

Aunque la misma pluma sea la misma, los plumines pueden ser distintos dependiendo del tipo de escritura de cada persona, o de cada sociedad en su conjunto. Aunque lo normal en la mayor parte de Europa es un tamaño mediano, en Japón y China es fino, e incluso extrafino. A su vez, esos plumines pueden diseñarse con una cierta inclinación, dependiendo de la forma en la que escriba el cliente. Hay unos cuantos estandarizados, pero pueden llegar a personalizarse. "El principio en el mundo de lujo es no decir nunca que no", susurra Derlien.

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Distintos cortes de los plumines, con diversas inclinaciones, en modelos de tamaño grande.

UNA PLUMA PARA TU TABLET

No solo de plumas vive el hombre (ni las casas de plumas). También hay bolígrafos, y rotuladores diversos: rollerballs, ballpoints y la nueva Art Fineliner, para dibujo técnico. Por crear, ya hay hasta un nuevo tipo llamado ScreenWriter, para usar sobre pantallas táctiles y que busca "rejuvenecer" la imagen de la marca. Pero muchos tienen truco: a la parte superior de ese lápiz táctil luego se quita... para convertirlo de nuevo en un bolígrafo.

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Plumín plano, plumín ya con forma y su molde.

Cuentan Franck Derlien y Stefan Niemeyer que dar forma al plumín de la nueva creación de la firma con Newson, clave de todo objeto de escritura que se precie, fue lo más complejo a causa de un elemento de diseño: el imán del capuchón. Por primera vez, para cerrarse correctamente, la capucha que tapa la pluma encaja con la base de ésta mediante un suave imán, que se va frenando de forma muy suave, casi inapreciable, cuando se cierra.

Y se cierra de un modo concreto, sí, no de cualquier manera: para que el clip quede alineado con la estrella de la punta. "Es una solución técnica moderna, algo dinámico y limpio", cuenta Derlin, que explica que se buscaba algo puro y claro, pero también funcional, como solución a este reto, el mayor de todo el diseño: "Generaba muchos problemas, porque el imán hace saltar la tinta, el plumín se estropeaba...", confiesa.

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Algunas de las fases de inserción de la estrella en la pluma.

Esa estrella es otra de las novedades, de tantas primeras veces que implica crear un diseño así: es la primera vez (de nuevo) en la que una pluma tiene dos estrellas, la marca de la casa. Aunque esa pequeña estrellita blanca pueda parecer pintada, en realidad está hecha de otra pieza de resina blanca insertada, y pensada (porque está todo pensado) para que pueda verse siempre en la mano, aunque se quite el capuchón del instrumento. Para poder crearla la estrella se corta, se inserta en el hueco previsto para ella dentro del cuerpo de la pluma (creado con una inyección de retina) y se pule en distintas fases, hasta pasar por "un proceso ultrasónico que le hace tener calidad de diamante".

"El principio en el mundo de lujo es no decir nunca que no"

Porque siempre hay fases, muchas fases para todo. Solo la tapa de una pluma como ésta pasa por 11 procesos para ser fabricada. "Una pluma es una compañía para toda la vida", explica a El Huffington Post Jérôme Lambert, CEO de Montblanc. "Sirve para desarrollar tu conocimiento, tu cultura, tiene que tener capacidad para ser útil pero también para crear una continuidad y ser algo personalizado. Tiene que poder acompañarte", relata con pasión y un fuerte acento francés en su correcto inglés este hombre, que lleva dos años al frente de la marca tras una carrera de 17 años, 10 de ellas también como CEO, en la relojera Jaeger-LeCoultre.

¿Y por qué han decidido realizar un producto tan novedoso con un diseñador como Marc Newson, que podría parecer alejado de la imagen de marca de una firma tan clásica? "Sin retos no hay creatividad. Nuestra pluma MN [se llamará así durante el primer año desde su lanzamiento, y así estará grabado en el plumín; luego será solo M] es el resultado de la línea más pura, más fina de escritura. Hemos tratado de buscar nuevas soluciones: una técnica más integrada que tenga una ejecución excelente". Newson aporta "modernidad, es algo distinto a lo que hacemos. Quedará para la historia", afirma sobre la primera colaboración en 109 años de historia.

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Bocetos de Marc Newson de la nueva pluma M.

El CEO no niega que este tipo de empresas han de evolucionar: "También hacemos productos más tecnológicos, o enriquecemos los nuestros con ellos. Todo el mundo quiere hoy llevar un wearable. Hay muchas ideas diferentes y muchas soluciones", relata Lambert en referencia a su ScreenWriter.

Aún así, Lambert lo tiene claro: "Seguiremos escribiendo. Siempre habrá escritores, periodistas, diseñadores… y una tradición del papel". Una tradición muy exclusiva.

¿Y LA TINTA? (Y UN PLUS DE EXCLUSIVIDAD)

Los colores de las tintas son casi infinitos en una casa como ésta. Cada año, cuando se lanza una pluma en edición limitada dedicada a un gran escritor, con ella sale un color concreto. Por ejemplo, la de Georges Bernard Shaw está inspirada "en los verdes campos de Irlanda", relata con media docena de frascos sobre la mesa el director de la flagship store de Montblanc en Madrid, Javier Delgado. "Se decide la pluma y se trabaja en el color, relacionándolo con la historia que rodea la pieza", explica.

Aunque la pluma M va con cartucho, por lo que se recarga de un modo sencillo, para las grandes plumas se apuesta por otro sistema: el clásico émbolo. "La tinta se introduce como con una jeringuilla: se desenrosca, se introduce en el frasco para que absorba la tinta, luego se enrosca y después el plumín suelta dos gotas, para que no quede aire dentro", relata Delgado.

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Un tintero verde para cargar la pluma.

"Para los clientes, estas plumas son una inversión", explica, respetando siempre la confidencialidad de quienes pasan por su establecimiento. "En una edición limitada suele haber 700 u 800, pero de algunas ediciones solo se crean ocho o 10 para todo el mundo. De la edición especial de la puerta de Brandeburgo hubo 89 piezas [por la caída del Muro de Berlín en el año 1989], y de la del Teatro Alla Scala de Milán, 78, porque se construyó en 1778. De ahí su exclusividad".

Sin embargo, a veces ese afán y el precio que le acompaña vienen de una pieza concreta, o de que alguna se pone de moda o resulta difícil de encontrar. "Por ejemplo, de la edición limitada de [Ernest] Hemingway que se lanzó en 1992 hubo 20.000 plumas y 20.000 bolígrafos... y aún así, hoy costarían unos 5.000 euros en el mercado", cuenta el director.

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