Trump no se compromete a aceptar los resultados electorales si pierde

Trump no se compromete a aceptar los resultados electorales si pierde

Donald Trump necesitaba dar la vuelta a la campaña este miércoles y ha metido la pata. El candidato republicano se ha negado a decir que aceptará como legítima una victoria de su rival Hillary Clinton el próximo 8 de noviembre. El no comprometerse a aceptar el resultado le aleja de la remontada que necesitaba -va 7 puntos por detrás de su rival en las encuestas- y ha marcado por completo el que ha sido el último debate de esta campaña electoral. Y eso que había empezado bien, se le notaba mucho más preparado que en las dos ocasiones anteriores. Pero al final Trump es Trump y ha terminado estando a la defensiva, poniéndoselo fácil a una Hillary que no ha sido, ni de lejos, la misma que arrasó en el primer debate.

"Lo miraré cuando llegue el momento. Lo dejo así, voy a mantener el suspense", ha dicho Trump al ser preguntado sobre qué hará si pierde. Lo ha afirmado hasta dos veces y se ha quedado tan tranquilo, pese a que lo que estaba haciendo al fin y al cabo era sembrar la duda sobre las instituciones estadounidenses, algo inédito hasta ahora en un candidato presidencial. Estaba, como afirma The New York Times en su editorial, "despreciando la democracia". Esto, sin duda, beneficia a Clinton, que hasta ese momento había dejado escapar al magnate, mostrándose lenta y rara. Incluso vacilante y actuando de forma extraña, mirando hacia abajo, como si leyera. Pero al final Hillary también es Hillary y ha sabido estar hábil en determinados momentos clave como la manera en la que ha respondido a las acusaciones de amaño electoral: "Él denigra nuestra democracia. Y yo, por mi parte, estoy aterrada de que un candidato de uno de nuestros dos principales partidos tome esta posición".

Lo miraré cuando llegue el momento. Lo dejo así, voy a mantener el suspense

La afirmación de Trump sobre los resultados de las elecciones ha marcado el cara a cara, que esta vez ha destacado por estar mucho más centrado en el contenido, alejando los enfrentamientos directos entre los candidatos y reduciendo al máximo los ataques personales que han hecho de esta campaña una de las más sucias que se recuerdan. Aquí ha sido clave el papel jugado por el moderador, Chris Wallace, que ha sido incisivo en múltiples temas todavía no tratados -aborto, derecho a tener armas, Siria e Irak y el papel de EEUU en estos países-, permitiendo ver otro lado de ambos candidatos, algo que se había echado en falta hasta ahora.

La actitud de Trump también ha influido en que este cara a cara haya sido diferente: lejos de lo que cabría esperar, y que es más que probable que fuera lo que buscaba Clinton, el magnate ni se ha inmutado ante determinados ataques de su rival, como cuando le ha dicho que sería “el peor presidente de la historia”. Pero, aunque la mejoría de Trump respecto a los dos debates anteriores es evidente, Clinton ha sabido jugar bien sus cartas y no ha entrado en descalificativos, evitando que su rival se alzara como el ganador de la noche.

Trump moderó su agresividad, sí, pero no lo ha sabido hacer en todo momento. Cuando la aspirante presidencial demócrata ha afirmado que el presidente ruso, Vladímir Putin, quiere "una marioneta" como su rival y que por eso está tratando de "interferir" en las elecciones de Estados Unidos, Trump, que ha reconocido su respeto por la "firmeza" del presidente ruso, ha respondido que es ella "la marioneta". "Putin no tiene respeto por esta persona. Usted es la marioneta", ha dicho Trump. El "y tú más" del magnate volvió a ver la luz.

Trump tampoco ha sabido salir bien del tema de las acusaciones de abusos sexuales que pesan sobre él. El argumento de "nadie respeta a las mujeres más que yo" no ha hecho más que despertar las risas del público. Menos le ha servido aún tirar del "es todo una invención de la campaña de Clinton", ya que esto ha puesto en bandeja a la demócrata decir lo mismo que hasta ahora: que el candidato republicano "menosprecia a las mujeres". Y finalmente pasó: Trump acabó insultando a Clinton llamándola "mujer desagradable".

Pese a todo, el moderador trató una y otra vez de reconducir la situación, obligando a ambos a desarrollar las preguntas que planteaba. Así, Hillary defendió el derecho al aborto; mientras que Trump lo atacó. Hillary defendió el derecho a llevar armas, pero pidió más regulación; pero Trump dijo que con ella la Segunda Enmienda -que regula el derecho de posesión de armas- quedará "reducida". Hillary también tiró de hemeroteca al recordar cómo Trump criticó a un histórico de Partido Republicano, Ronald Reagan; mientras que Trump la acusó de traicionar a EEUU. Trump insistió en el muro y Clinton en que no habrá "fronteras abiertas", sino "una reforma migratoria". Por si había alguna duda: posturas opuestas, candidatos opuestos. Como el blanco inmaculado que ha lucido Clinton para este último debate frente al azul oscuro de Trump. Toda una declaración de intenciones.

Pero no hay debate final que se precie en el que los candidatos no respondan a la pregunta de: ¿Por qué tienen que votarles? La aspirante demócrata ha apelado a su experiencia política: "He visto la presidencia de cerca. He abanderado la causa de los niños y las familias. Estaré contra los grandes poderes". Por su parte, el magnate se ha servido de su lema: "Haremos a EEUU grande de nuevo. Nos encargaremos de la inmigración irregular, de los veteranos. Necesitamos ley y orden". Y así han llegado al final del cara a cara, en el que, por cierto, no ha habido saludo ni al comenzar ni al terminar. Ahora sí que sí la suerte está echada. El gran resultado: el próximo 8 de noviembre.