Soraya, no lo sientes ni lo padeces

Soraya, no lo sientes ni lo padeces

Soraya. No sabes ni la mitad de la desesperación de un desahucio. Que no es en el día propio del desahucio. Es que te tiemblan las piernas en cuanto te dejan la primera carta. El primer aviso. Que es a partir de ahí cuando tu cabeza no para dar vueltas en cómo solucionar la vida, en cómo vas a afrontarla.

Si es lo malo que tiene el cine. Sobre todo ese cine norteamericano donde nos venden a los presidentes como los salvadores de la patria, ofreciéndonos su protección de los ataques extranjeros o de cualquier enemigo alienígena. En eso supongo que estabas pensando, Soraya, cuando hiciste ese conmovedor discurso del Fondo Social de Viviendas. Cuando, sin mucho esfuerzo, uno de los muchos causantes de los males de la sociedad que comentabas era precisamente el Gobierno que representas. Aprendiste la exposición cual guión cinematográfico. Te esforzaste al máximo para ver si alguna lágrima caía por tus mejillas, pero nada. ¿Y sabes por qué no lloraste? Porque desde que llegasteis al Gobierno, las medidas que habéis impuesto han empobrecido a las familias. Les habéis puesto la soga al cuello y ahora queréis quedar bien poniendo la tirita a la herida y te marcas un discurso en el que adoras el arrojo y la valentía de la sociedad.

Y es que vosotros sois los que habéis insistido una y otra vez en la necesaria austeridad, en que había que subir el IVA, en que nos teníais que retener más en el IRPF, en que nos despidieran más fácilmente y a un módico precio, el que tengamos menos prestación por desempleo, en retiradas de ayudas de dependencia, de la ayuda de los 400 euros, en que tengamos que pagar por medicamentos retirados o que nuestros abuelos los paguen por primera vez, en los recortes de la pensiones, en la educación... Soraya, el bolsillo de los ciudadanos no da para más. Y ahora sales, sorprendida, después de varios suicidios por desahucios, haciendo como si el problema fuese cuestión de azar. Una crisis donde te toca o no te toca. Y dices que esto significa una "segunda oportunidad", como si los afectados tuviesen que dar las gracias porque les ayudes después de dejarlos en dique seco. Y dices que este proyecto recoge el "derecho al fracaso", cuando lo que deberíais de atender desde el principio es el derecho a una vivienda digna, ese artículo 47 de la Constitución que queda muy bonito en el papel pero que ignoráis a gusto.

Y parece que con este plan dais el tema por resuelto. Con 6.000 viviendas en un país donde más de 200.000 familias han sido desahuciadas desde el año 2008. En un país donde los pequeños que tengan ya 4 años serán un obstáculo para acceder a la vivienda. Unos sí, otros no. Y encima les pides perdón a las entidades financieras. A los mismos que habían dejado a las familias en la calles. Y lo vendes como un acto puramente solidario. Cuando un Estado lo que debe garantizar es la justicia social y dejar de presentar proyectos como si fuesen obras de caridad.

Y, cómo no, esta frase del guión: "Esto nos puede pasar a cualquiera. A cualquiera de los aquí sentados y pensamos que tenemos el futuro resuelto. Es una crisis que ha pasado por encima de eso". ¿Dices que le puede pasar a cualquiera cuando tenéis el futuro asegurado con las empresas privadas a las que antes, durante y después de gobernar les rendís pleitesía? ¿Cuándo ya tenéis familiares dentro de esas empresas? ¿Nos vais a seguir dando lecciones?

Soraya. No sabes ni la mitad de la desesperación de un desahucio. Que no es en el día propio del desahucio. Es que te tiemblan las piernas en cuanto te dejan la primera carta. El primer aviso. Que es a partir de ahí cuando tu cabeza no para dar vueltas en cómo solucionar la vida, en cómo vas a afrontarla, en cómo se deshacen en pedazos tus planes, tus proyectos y tus ilusiones. En la angustia de que hay un plazo que llega y al que cada día te van empujando, hasta que finalmente caes al precipicio, con la mirada insolente de todos los que vienen a decirte que se quedan con tu piso. En el gesto airado y despectivo del banquero de turno que, no contento con querer embargarte, se ríe en tu cara porque te había plantado antes una cláusula suelo y un swap que le debes devolver. Y te dan ataques de ansiedad. Y, de noche, cuando recapacitas, en silencio, en la que todavía es tu casa, darías lo que fuese porque todo fuera una pesadilla. Piensas en la vida que te ha tocado vivir, retrasas el día en el que hacer las maletas porque te niegas a aceptar ese final que ni imaginabas para que, sin remedio, te terminen lanzando a la calle como a un despojo. El llanto de las personas desahuciadas es verdadero porque son quienes viven la pérdida de derechos y de dignidad. Resulta tan cínico a estas alturas que, mejor, no te esfuerces en intentar llorar. No le pongas empeño. ¿Y sabes por qué? Es muy sencillo. Porque no lo sientes ni lo padeces.