Rafaela Silva está enseñando a Brasil (y al mundo) a combatir el racismo

Rafaela Silva está enseñando a Brasil (y al mundo) a combatir el racismo

La leyenda brasileña de la samba Elza Soares dijo una vez que "la carne más barata del mercado es la negra". Esa misma carne, golpeada y rechazada, fue la persona que dio a Brasil su primera medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río 2016. Una medalla que Brasil no se merece.

REUTERS

La leyenda brasileña de la samba Elza Soares dijo una vez que "la carne más barata del mercado es la negra". Esa misma carne, golpeada y rechazada, fue la persona que dio a Brasil su primera medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Río 2016.

Es una medalla de oro que Brasil no se merece, y que procede de una lucha que comenzó mucho antes de la prueba de judo que tuvo lugar el lunes, 8 de agosto.

Fue una victoria sin igual.

Rafaela Silva es una mujer negra nacida en la Ciudad de Dios, una favela situada en la zona oeste de Río de Janeiro. Ella forma parte del grupo de población más marginado de Brasil. Es una inspiración para todas las chicas y chicos que siempre han escuchado un "no" como primera respuesta y que han entendido su falta de oportunidades como una regla absoluta e inviolable en Brasil.

Silva se ha enfrentado a innumerables obstáculos, injusticias y opresión en su joven vida. Pero la judoca demostró una increíble valentía para superar todo hasta llegar a ganar la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de su ciudad natal.

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La favela Ciudad de Dios se asocia a la delincuencia, la violencia y las drogas.

Rafaela, que nació en 1992 y se crió en una favela, primero mostró interés por el fútbol, pero el sexismo fue el principal obstáculo que la frenó en la práctica de este deporte, pues en su comunidad sólo había clases de fútbol para chicos.

Sus padres, preocupados por su futuro y conscientes de la pasión de su hija por los deportes, la apuntaron con su hermana a clases de judo en el Instituto Reação, un proyecto creado por el exjudoca Flávio Canto en Ciudad de Dios.

Fue ahí donde Rafaela descubrió su don para el judo. Para mejorar sus habilidades, tuvo que recurrir a Bolsa Pódio, el programa del gobierno federal que fomenta la participación atlética con un salario mensual. Al mismo tiempo, se unió a la Marina brasileña y ahora es sargento tercero.

Basta ya de pensar que el deporte no es cosa de mujeres. Basta ya de decir que los pobres no pueden ser campeones olímpicos.

En 2008, cuando Rafaela tenía sólo 16 años, consiguió una de las becas de la Copa del Mundo de Judo y se convirtió en campeona sub-20 del mundo. Tres años más tarde, ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos en México. Pero lo que realmente cambió la vida de Rafaela fue un episodio que ocurrió en 2012 durante los Juegos Olímpicos de Londres. La descalificaron por un golpe irregular en su segunda prueba.

No sólo tuvo que aguantar su propia frustración, sino también los ataques racistas y misóginos de los brasileños, lo que afectó a su salud mental.

Tras ese momento, Rafaela sufrió depresión e incluso se planteó dejar el judo por completo. Estuvo meses sin salir de la cama.

Con la ayuda y el apoyo de su familia y de su entrenador, Geraldo Bernardes, la atleta superó los obstáculos. Superó su trauma y siguió luchando y ganando destrezas. Los resultados no tardaron en llegar: en abril ganó el oro en el Campeonato Panamericano de Judo y cuatro meses más tarde Rafaela se convirtió en la primera brasileña en ser campeona del mundo en esta disciplina.

En los Juegos Olímpicos de 2016, Rafaela ha mostrado su fuerza una vez más, con determinación y confianza, junto con el resto de atletas brasileñas. Ha demostrado una vez más que nuestras atletas merecen nuestro respeto y atención.

Basta ya de pensar que el deporte no es cosa de mujeres. Basta ya de decir que los pobres no pueden ser campeones olímpicos. Basta ya del racismo que dice que algunos deportes no son para las personas negras.

Rafaela Silva ha cambiado la historia con su histórica victoria. En la prueba final, venció a Sumiya Dorjsuren, de Mongolia, la número 1 del mundo en su peso.

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¿Y quién la estaba viendo en el Estadio Olímpico? Tristemente, no estaban ahí sus vecinos de la favela Ciudad de Dios. En su lugar, había gente de la clase privilegiada, los que se pueden permitir las caras entradas para ver los Juegos Olímpicos en directo, los que son parte de la élite y de la clase media blanca de Brasil.

Para que algunos familiares pudieran ir a verla y a animarla, la propia Rafaela tuvo que pagar sus entradas. Su familia tuvo que coger un autobús que los llevó de los suburbios al centro de la ciudad.

Negra, de la periferia y lesbiana. Tres características tan subyugadas y oprimidas en la desigual sociedad brasileña.

Puede que la mayoría de los que la animaban fueran blancos, pero la fuerza y la brillantez de las que hizo gala en el estadio eran negras.

Negra, de la periferia y lesbiana. Tres características tan subyugadas y oprimidas en la desigual sociedad brasileña.

Rafaela Silva nos recuerda que los jóvenes de las favelas necesitan ayuda y políticas públicas que se preocupen de ellos. Necesitan alicientes y puertas abiertas.

También nos recuerda que las favelas existen -y resisten- con personas increíbles que suelen ser olvidadas.

Ella tuvo la oportunidad de ganar una medalla de oro en su ciudad natal. El mismo lugar donde la gente trató de humillarla en 2012 llamándola "mono" en un acto de puro racismo.

Las disculpas nunca serán suficientes, pero hoy Brasil se inclina ante su fuerza y capacidad únicas.

Rafaela es una fuerza que nos da un soplo de vida y de aire fresco, y una nueva esperanza para los que se ven reflejados en ella.

Su victoria olímpica nos enseña a superar el odio y a seguir nuestro camino aunque el mundo se empeñe en decir que ese no es nuestro lugar. Con su lucha, Rafaela nos está diciendo: "Seguid resistiendo, no abandonéis".

Este post apareció por primera vez en la edición brasileña del 'HuffPost' y ha sido traducido del inglés por Marina Velasco Serrano.