¿Funciona el matrimonio abierto? A mí me ha acercado más a mi marido

¿Funciona el matrimonio abierto? A mí me ha acercado más a mi marido

Mi matrimonio abierto es una forma intencionada de evolucionar juntos, una manera de crear espacio para el desarrollo individual al tiempo que mantenemos un profundo vínculo. El reto de alimentar la vitalidad en las relaciones a largo plazo está en fomentar las cualidades opuestas de la pasión y la estabilidad, de lo salvaje contra lo predecible.

Por Gracie X

Tal vez para algunas personas tener un matrimonio abierto sea una concesión, una derrota inevitable. Algunas personas, tal vez, lo asocien al engaño. Hay personas que imaginan que la infidelidad es un bache, y que de él surgirá un matrimonio renovado y reforzado. En estos casos, los matrimonios resisten a duras penas. Los matrimonios de este tipo sobreviven a trompicones, actúan a posteriori sobre una herida ya cicatrizada. Pero, para ser sincera, así no es como lo hacemos en mi comunidad de poliamor ni en mi matrimonio abierto.

En mi relación no se hacen concesiones a regañadientes. Para mí, el sexo con otra persona no es motivo de ruptura. Ser deliberadamente cruel, no cuidar de la familia, faltar al respeto, mentir..., estos sí constituyen motivos de ruptura en nuestro acuerdo de relación. Pero el sexo no; porque tal vez cambiar de aires de vez en cuando sea parte de nuestra biología.

Ahora mismo, mi matrimonio es prácticamente cerrado. Vivimos en un ajetreo constante y apurados de tiempo, con cuatro hijos que criar y unas profesiones exigentes. Así que dejar cierta apertura en el matrimonio es uno de los muchos ingredientes que han mantenido activa nuestra vida erótica. Sin embargo, mantener la carga erótica puede ser todo un reto, puesto que casi todas las fuerzas en el ámbito doméstico van en contra del erotismo. Hay que pagar facturas, los hijos exigen atención y hay muchas --interminables-- tareas rutinarias que hacer, todo muy antierótico.

Nuestro experimento empezó hace un año, cuando mi marido y yo decidimos tener una aventura. Yo quería tener sexo con una mujer, porque hacía muchísimos años que no lo hacía. La idea excitaba a mi marido y al mismo tiempo lo asustaba un poco. Así que negociamos qué términos le harían sentir cómodo y seguro y, cuando me dio luz verde, di el paso para reunirme con una hermosa mujer que conocí en internet.

Bonnie, como yo, estaba casada y era bisexual. Decidimos vernos en un pub local y la atracción fue instantánea. Después de media hora de flirteo y de sorbitos a los martinis, descubrimos que tanto su marido como el mío habían aparcado cerca del pub, esperando nerviosamente alguna noticia sobre qué tal nos iba. Entre risas, escribimos un mensaje para tranquilizar a nuestros respectivos.

A veces, acostarse con personas nuevas es una forma de medir el grado de conexión con tu cónyuge.

Después de aquel día, surgió una nueva amistad entre los cuatro. Es lo que me gusta del matrimonio abierto, lo impredecible que es. Fue una gran sorpresa descubrir al encantador marido de Bonnie. Bill era muy pro-sexo y la apoyaba totalmente para que explorara su recién confesada atracción por las mujeres. Bonnie había salido del armario de forma accidental el año anterior en una barbacoa, cuando se lió con su mejor amiga -irónicamente, dentro de uno de esos armarios vestidores-. El marido de la amiga de Bonnie estaba furioso y escandalizado; en cambio, Bill se mostró cariñoso y comprensivo y animó a Bonnie a explorar esta nueva parte de su sexualidad.

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Los cuatro tuvimos unas citas fantásticas aunque, con el tiempo, los compromisos vitales redujeron la frecuencia de nuestras reuniones. Fue una aventura que siempre recordaré con cariño , por muchas razones, pero sobre todo porque intensificó el amor y la confianza entre mi marido y yo. Hay personas que dan por sentado que la excitación viene de los encuentros sexuales fuera del matrimonio, y a veces es verdad. Pero en realidad es el hecho de explorar quiénes somos y qué deseamos; esa sinceridad ha sido la que ha mantenido vivo el misterio entre mi marido y yo.

La mañana después de nuestra primera cita con Bonnie y Bill, mi marido y yo nos acurrucamos en la cama para hablar sobre lo sorprendentemente divertido y poco melodramática que había resultado la tarde. Nuestros corazones se abrieron más que nunca tras comprender cuánto nos amábamos el uno al otro. A veces, dormir con personas nuevas es una forma de medir el grado de conexión con tu cónyuge.

Soy la última persona en este mundo que practicaría deportes extremos; apenas comprendo la necesidad que alguien puede tener de poner en riesgo su vida para sentirse más vivo. Pero siento una cierta atracción por el buceo emocional a grandes profundidades y por la excitación de permitir que mi pareja se exprese sexualmente con otra persona. Siento euforia al pasar por emociones que van desde el miedo por la potencial pérdida hasta, en nuestro caso, el clímax de gratitud entre los dos; un aprecio mutuo que, de otra forma, podría perderse en el ir y venir del día a día.

Considero que la segunda ola de poliamor tiene un marcado carácter feminista, en el sentido de que, al menos en la mayoría de los matrimonios abiertos que conozco, la mujer no es un ser pasivo, sino precursora, la que lleva la iniciativa.

El matrimonio abierto mejora mi conexión con mi esposo. Es una forma intencionada de evolucionar juntos, una manera de crear espacio para el desarrollo individual al tiempo que mantenemos un profundo vínculo.

Ayer hablaba con una conocida sobre el matrimonio abierto. Se limitó a declarar rotundamente que "nadie entra en un matrimonio para luego abrirlo". Daba por sentado que yo abría mi matrimonio porque era fallido. Su concepto de matrimonio abierto era el de un remiendo casero después de una infidelidad, la segunda mejor opción, el menor de los males, una noción construida sobre la base de que la pasión se desvanece, que todas las relaciones se agrian y que llega un momento en que es necesario hacer una serie de concesiones, entre ellas, el sexo con otras personas.

La suya es una forma de pensar generalizadora y completamente errónea respecto a la mayoría de matrimonios abiertos que conozco. El matrimonio abierto mejora mi conexión con mi esposo. Es una forma intencionada de evolucionar juntos, una manera de crear espacio para el desarrollo individual al tiempo que mantenemos un profundo vínculo. Desde mi perspectiva, el reto de alimentar la vitalidad en las relaciones a largo plazo está en fomentar las cualidades opuestas de la pasión y la estabilidad, de lo salvaje y lo predecible. Mi objetivo final es mantener vivos los dos extremos del espectro, y la apertura de mi matrimonio es sólo una de las muchas herramientas de que dispongo.

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Cada matrimonio abierto es diferente, como diferentes son los matrimonios monógamos. Cada persona tiene filosofías y motivaciones particulares. En mi caso, quiero la libertad de poder crear un matrimonio basado en mi propio sistema de valores y no en el sistema de otro.

El equilibrio entre estabilidad y excitación en un matrimonio es algo delicado. Para mí, hay una piedra angular: para hacer que funcione necesito confianza, negociaciones claras y toneladas de comunicación. A menudo imagino que mi casa y mi teléfono están pinchados por la policía; casi puedo ver a los pobres agentes escuchando con aburrido estupor las horas de conversación entre mi marido y yo sobre los matices de nuestros sentimientos, necesidades, fantasías, pensamientos.... Sería mucho más entretenido vigilar a cualquier mafioso de película.

Sin embargo, son estas conversaciones sobre los matices las que mantienen fresco mi matrimonio. Recientemente, mi marido y yo discutimos sobre qué permitiríamos hacer al otro durante los próximos viajes de trabajo (qué hacemos por separado). Después de casi una hora debatiendo sobre el estado del matrimonio, sobre nuestros sentimientos, sobre si nuestras necesidades estaban cubiertas a nivel sexual, emocional y astrológico (es coña), entonces llegamos a la conclusión de que últimamente no estábamos conectando lo suficiente. Lo que realmente necesitábamos era pasar unas vacaciones juntos. Las fechas de nuestros viajes no encajaban, y si terminábamos enrollándonos con otras personas, es posible que pudiéramos herir los sentimientos de alguno. En mi matrimonio, los riesgos que asumo son siempre calculados. Nunca me tiro de cabeza a la piscina sin comprobar el nivel del agua.

Hay personas que me dicen: "Eso del matrimonio abierto suena a mucho trabajo. No me apetece dedicar tanto tiempo y esfuerzo a un matrimonio abierto". Pero mi corazón me pide consagrarme al arte de las relaciones. Cuando amas algo de verdad, dedicas tiempo a cuidarlo.

En palabras de Aristóteles: "Somos lo que hacemos día tras día. La excelencia, entonces, no es un acción, sino un hábito". Yo quiero tener el hábito de invertir energía en el arte del amor, la pasión y el vínculo sostenible y continuo con mi marido. Y para mí, esto significa debatir abiertamente sobre acostarnos con otros.

Gracie X es la autora de Wide Open: My Adventures in Polyamory, Open Marriage, and Loving on My Own Terms, un libro sobre sus aventuras en el poliamor y el matrimonio abierto y sobre su concepto del amor.

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Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de 'The Huffington Post' y ha sido traducido del inglés por Diego Jurado Moruno

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